¿Cuántos Antonini Caben En Una Revolución?
Por: Walter Castro Salerno
1.- Cuéntase en la monumental escritura en torno al legendario caudillo de la revolución mexicana, de Paco Ignacio Taibo II (Pancho Villa, “Una biografía narrativa”, Edit. “Planeta”, 2006, Cáp. 8, página 110) cómo el “Centauro del Norte” discutía a vivo verbo con Francisco I. Madero en Ciudad Juárez:
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- Usted, señor, ya echó a perder la revolución- clamaba Villa- A ver Pancho ¿por qué?- preguntaba el líder constitucionalista.- Sencillamente porque a usted le han hecho tonto toda esta bola de curros y tanto a usted, como a todos nos van a cortar el pescuezo.
- Usted, señor, ya echó a perder la revolución- clamaba Villa- A ver Pancho ¿por qué?- preguntaba el líder constitucionalista.- Sencillamente porque a usted le han hecho tonto toda esta bola de curros y tanto a usted, como a todos nos van a cortar el pescuezo.
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Entonces Madero le ripostaba:- Bueno Pancho dime en tu concepto, ¿qué sería lo más prudente hacer?- Que me dé usted autorización para colgar a toda esta bola de políticos y que siga la revolución adelante.
Entonces Madero le ripostaba:- Bueno Pancho dime en tu concepto, ¿qué sería lo más prudente hacer?- Que me dé usted autorización para colgar a toda esta bola de políticos y que siga la revolución adelante.
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Quienes se hayan adentrado, así sea superficial o tangencialmente a la crónica de aquella revolución saben bien lo que pasó después. A los ríos de sangre que corrieron en esa de las gestas fundamentales de Indo América, siguieron (y han seguido también) ríos de tinta y cartuchos de impresoras para explicar, entender, razonar el proceso de la revolución mexicana. Como otras tantas, y trágicas historias más o menos semejantes, -en Francia, en Rusia, en China- aquella también sufrió la metástasis de la gloria. La conversión del ideal grandioso, en el estercolero de la burocracia, la corrupción. El ocaso de la epopeya. La muerte de la ilusión.
Quienes se hayan adentrado, así sea superficial o tangencialmente a la crónica de aquella revolución saben bien lo que pasó después. A los ríos de sangre que corrieron en esa de las gestas fundamentales de Indo América, siguieron (y han seguido también) ríos de tinta y cartuchos de impresoras para explicar, entender, razonar el proceso de la revolución mexicana. Como otras tantas, y trágicas historias más o menos semejantes, -en Francia, en Rusia, en China- aquella también sufrió la metástasis de la gloria. La conversión del ideal grandioso, en el estercolero de la burocracia, la corrupción. El ocaso de la epopeya. La muerte de la ilusión.
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2.- Para un proyecto revolucionario, como este venezolano, que se reclama desde hace ya casi una década, del ideal político de un delirante aristócrata multimillonario del siglo XIX, educado en la Europa de “las luces”, atacado de dromomanía e iluminado por el destino para liberar del poder español a casi media América del Sur, los resultados son, por decirlo con palabras benevolentes, más bien magros. Se entiende, es obvio, que hasta en los cromosomas de la sociedad colonial, bullían los genes de la picardía, la proverbial “viveza criolla”, el afán insaciable de lucro, y que harto difícil era la tarea de redimensionar éticamente a Venezuela. Se asume además que la torrentosa cascada de petrodólares, en los últimos años, sobre un país con estructuras institucionales de control y vigilancia del gasto del Estado muy frágiles, se nos revelaba oficio punto menos tan vano, como ponerse a vaciar con cucharilla las aguas del mar. Todo eso bien lo sabíamos. Pero esperanzados estábamos (y bien ilusionados) que con Chávez y el proceso bolivariano se iba a intentar rajar de verdad, con ese ominoso estado de cosas del llamado “antiguo régimen”.
2.- Para un proyecto revolucionario, como este venezolano, que se reclama desde hace ya casi una década, del ideal político de un delirante aristócrata multimillonario del siglo XIX, educado en la Europa de “las luces”, atacado de dromomanía e iluminado por el destino para liberar del poder español a casi media América del Sur, los resultados son, por decirlo con palabras benevolentes, más bien magros. Se entiende, es obvio, que hasta en los cromosomas de la sociedad colonial, bullían los genes de la picardía, la proverbial “viveza criolla”, el afán insaciable de lucro, y que harto difícil era la tarea de redimensionar éticamente a Venezuela. Se asume además que la torrentosa cascada de petrodólares, en los últimos años, sobre un país con estructuras institucionales de control y vigilancia del gasto del Estado muy frágiles, se nos revelaba oficio punto menos tan vano, como ponerse a vaciar con cucharilla las aguas del mar. Todo eso bien lo sabíamos. Pero esperanzados estábamos (y bien ilusionados) que con Chávez y el proceso bolivariano se iba a intentar rajar de verdad, con ese ominoso estado de cosas del llamado “antiguo régimen”.
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3.- Ha trascurrido un lapso apreciable para reventar el absceso que presentaba el cuero de la maleta full de dólares de Antonini, en el aeropuerto Newbery de Buenos Aires. Su extradición ha sido solicitada ya por la justicia argentina al gobierno estadounidense. Mientras se asiste a las convulsiones “post-mortem” de la Constitución del 99, y la formación de un partido unido para ir, a marchas forzadas hacia el socialismo del siglo XXI, es de rigor y de hoy, preguntar ¿cuántos Antonini tienen cabida en la revolución venezolana?
3.- Ha trascurrido un lapso apreciable para reventar el absceso que presentaba el cuero de la maleta full de dólares de Antonini, en el aeropuerto Newbery de Buenos Aires. Su extradición ha sido solicitada ya por la justicia argentina al gobierno estadounidense. Mientras se asiste a las convulsiones “post-mortem” de la Constitución del 99, y la formación de un partido unido para ir, a marchas forzadas hacia el socialismo del siglo XXI, es de rigor y de hoy, preguntar ¿cuántos Antonini tienen cabida en la revolución venezolana?
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