El fantasma de Trotsky
Por: Argelia Ríos
Gráfica: Militarismo gorila bajo órdenes de Chávez aplastando protesta de trabajadores petroleros en Edo. Anzoátegui. Sep.27.2007
La reforma, que consagra a los consejos laborales, es antesala de la muerte de los sindicatos
La historia se repite. A las luchas laborales se les llama hoy "guarimbas desestabilizadoras y contrarrevolucionarias". Ayer, en el libreto de la gran farsa, Lenin -su pragmático arquitecto- las descalificaba conforme a la dialéctica de la época. En la Rusia soviética, los trabajadores que cayeron por inocentes -creyéndose "empoderados" por la revolución de octubre-, fueron liquidados y sustituidos por figuras y órganos sindicales firmemente controlados por el Estado... Acusados como los "nuevos enemigos de clase" -por exigir mejoras en sus condiciones de vida y denunciar la explotación del Estado socialista-, aquellos hombres se hicieron pronto testigos de la traición de la nomenclatura bolchevique. Como en el presente venezolano, ella jamás permitió que la clase obrera le reclamara al patrón socialista lo que antes le demandaba al patrón capitalista. La patraña -que es todo un tratado de hipocresía ideológica- fue condenada por Trotsky, quien muy temprano pagó con su vida, por advertir que "la dictadura del proletariado" se había transformado en realidad en una "dictadura sobre el proletariado".
Si juzgamos desde esos episodios la respuesta que el Gobierno bolivariano le está dando a los tantos conflictos laborales de estos días, no hay dudas sobre el norte hacia donde nos dirigimos. Mucho menos puede haberlas alrededor del motivo por el cual se le han venido introduciendo algunos cambios sutiles a la consigna original con la cual se identificó la etapa inicial del "proceso". En materia propagandística, nada es gratuito en las lides del socialismo. Por ello justamente resulta pertinente la precisión: "con Chávez manda el pueblo" entró en desuso hace un largo rato, justo en el momento en que comenzaron a emplearse, indistintamente, dos lemas con sonido de transición: el primero -que intenta una analogía con "la dictadura del proletariado"- reza que "el pueblo es el Gobierno"; mientras la segunda -contradictoria con la inhabilitación de los mecanismos representativos- señala que "Chávez es el pueblo"... Cada uno de estos vocablos y de las construcciones que con ellos se han formado, dibujan con claridad el signo de estos tiempos "constituyentes".
La reforma de la Constitución, que consagra a los consejos laborales -antesala de la muerte de los sindicatos libres y autónomos-, junto a la descalificación de las protestas laborales y sociales -todas consideradas "guarimbas desestabilizadoras"-, anuncian el advenimiento de lo peor. El rechazo a las exigencias "capitalistas" de los trabajadores del magisterio, del sector salud y del petróleo, desnudan al Estado como el nuevo patrón explotador, y también el saqueo de la nomenclatura, que se apropió del "poder del pueblo"... Con plena razón, el fantasma de Trotsky, que hoy ronda en Venezuela, ya murmura su sentencia.
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