El bodrio chavista y los trabajadores
Por: Manuel Isidro Molina
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Desde junio pasado, previmos que el proyecto de reforma constitucional que presentaría el presidente Hugo Chávez Frías ante la Asamblea Nacional , sería un bodrio; que su propósito central sería la concentración unipersonal del poder; y que traería algunos anzuelos “sociales” para amalgamar incautos. Su esencia –está demostrado- es estatista, autocrática y militarista.
Desde junio pasado, previmos que el proyecto de reforma constitucional que presentaría el presidente Hugo Chávez Frías ante la Asamblea Nacional , sería un bodrio; que su propósito central sería la concentración unipersonal del poder; y que traería algunos anzuelos “sociales” para amalgamar incautos. Su esencia –está demostrado- es estatista, autocrática y militarista.
Toda crisis es paridora de opciones. Y hoy, Venezuela ha sido presionada por una extemporánea pretensión presidencial de hacerse con una Constitución que convertiría al proponente en un reyezuelo caribeño de otoño, quien se considera no sólo insustituible sino destinado a perpetuarse en el poder. Ciertamente, el país está en crisis, apenas atenuada por los extraordinarios y crecientes ingresos petroleros catapultados por un mercado internacional que se mueve por encima de los ochenta dólares el barril, presionado por el crecimiento sostenido de economías emergentes con China e India a la cabeza, y los requerimientos de las potencias occidentales y asiáticas tradicionales del imperio capitalista mundial (ICM). Es el contexto en el cual se mueve el bodrio constitucional chavista.
Política anti-laboral
El ya largo y envejecido gobierno del presidente Hugo Chávez, camino a su noveno aniversario, entre cháchara y cháchara, ha desplegado una arbitraria política laboral que se ha propuesto la destrucción de los sindicatos y gremios profesionales independientes, los cuales han sido sometidos al estrangulamiento político, institucional, financiero y moral, mientras ha estimulado unas organizaciones sustitutivas domesticadas y adosadas al presupuesto público. La mayoría de los contratos laborales de los entes gubernamentales están vencidos, los dirigentes sindicales y gremiales desconocidos y desatendidos, y la voz directa y colectiva de los trabajadores y trabajadoras silenciada mediante la coacción burocrática y abiertas amenazas. En esa política destructiva ha sido pieza fundamental el Consejo Nacional Electoral, desde que la Asamblea Nacional Constituyente impuso su ingerencia directa en la vida democrática de las organizaciones laborales.
En materia salarial, el gobierno ha corrido solo, cual benefactor, con aumentos salariales unidireccionales e insuficientes, por decreto. Ese autoritarismo anti-laboral del gobierno de Chávez, mantiene a centenares de miles de obreros, empleados y profesionales con sueldos de hambre que no resisten ningún análisis comparativo lógico y justiciero. Esa criminosa política contrasta con los abultados sueldos y otras bonificaciones de la alta y media burocracia chavista.
Este curso de menosprecio ha destruido el vigor de las organizaciones sindicales y gremiales, mantenidas en estado catatónico, sin prestancia ni dignidad. El precedente venezolano más inmediato es el aplicado por la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez –no me cansaré de reiterarlo-, torturador, asesino y ladrón. Vivimos un corporativismo sindical gubernamental, bastante nutrido con los parámetros neoliberales de “flexibilización laboral” y desmontaje de las organizaciones gremiales y sindicales.
Silencio cómpliceComo a sus partidarios y subalternos, Chávez le ha impuesto obediencia supina a sus “dirigentes sindicales”, silentes en tiempo de robolución, y ahora activados en vergonzoso coro a favor del bodrio constitucional por la jornada de seis horas y el sistema de seguridad social propuesto a favor de los trabajadores y trabajadoras no dependientes, prácticamente el 52% de la fuerza laboral venezolana. ¿Y por qué en ocho años y siete meses ni la Asamblea Nacional ni el presidente Chávez han aplicado las vigentes previsiones constitucionales sobre ambas materias? Porque temen facilitar verdadera fuerza a los trabajadores y sus organizaciones independientes, en la discusión y conformación de proyectos sociales encomiables que deben ser asumidos progresivamente, sin demagogia ni manipulaciones. Todo debe ser impuesto desde el gobierno, gracias al “Benemérito” del siglo XXI. Y el presidente Chávez, como buen megalómano, se la cree y goza de ser portador de tan ridícula “magnanimidad”. Así trata a los militares, a quienes les va tirando dádivas, de vez en cuando. Lo ha hecho con los profesores universitarios, los docentes de básica y media, y está por hacerlo -¡oh, omnipotente!- con los médicos y demás profesionales de la salud, pésimamente remunerados y peor tratados desde el punto de vista moral.
Este engaño mediante los anzuelos “sociales” está al descubierto. La manipulación está a la vista, y es parte de las debilidades que atormentan al presidente Chávez, quien sabe que puede ser derrotado políticamente por la mayoría del pueblo en el referendo que convocarán, después que la Asamblea Nacional –sin suficiente base política de origen- le apruebe su bodrio, a mano alzada.
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Así como Marcos Pérez Jiménez fue derrotado electoralmente en 1952 (Asamblea Constituyente, desnaturalizada con un pasmoso fraude) y en 1957 (plebiscito, también opacado con fraude), Chávez teme ser derrotado en diciembre, pues ni él ni sus acompañantes más abyectos pueden explicar lo inexplicable. Si la gente que mayoritariamente se opone a su mandato autocrático e ilimitado sale masivamente a votar “NO”, su derrota es segura. Él, más que nadie, lo sabe, y acusa el golpe con decenas de improvisadas y fastidiosas cadenas de radio y televisión, el abuso unidireccional de Venezolana de Televisión y la indignante complicidad institucional del Consejo Nacional Electoral, que ni ve ni oye.
Así como Marcos Pérez Jiménez fue derrotado electoralmente en 1952 (Asamblea Constituyente, desnaturalizada con un pasmoso fraude) y en 1957 (plebiscito, también opacado con fraude), Chávez teme ser derrotado en diciembre, pues ni él ni sus acompañantes más abyectos pueden explicar lo inexplicable. Si la gente que mayoritariamente se opone a su mandato autocrático e ilimitado sale masivamente a votar “NO”, su derrota es segura. Él, más que nadie, lo sabe, y acusa el golpe con decenas de improvisadas y fastidiosas cadenas de radio y televisión, el abuso unidireccional de Venezolana de Televisión y la indignante complicidad institucional del Consejo Nacional Electoral, que ni ve ni oye.
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