El lanzallamas constitucional
Por: Argelia Ríos
Si antes no lo habían comprendido, ahora están en mejores condiciones de hacerlo. El episodio protagonizado por Ameliach resultó todo un tratado acerca de la agrupación a la que Chávez aspira. Verlo deshonrado, ofreciendo sus disculpas, fue suficiente para identificar el futuro de ese aparato corporativo al que Chávez -siempre proclive a las imitaciones- bautizó como "PSUV"... Es evidente que no se trata de una organizaciónpolítico-partidista. Lo que el mandamás tiene en mente es un armatoste marcial, donde todos harán de "tropa rasa", sin otro derecho que no sea el cumplimiento ciego de las órdenes superiores... Es claro que el diseño no contempla una plataforma de acción colectiva, sino más bien la parodia tosca de lo que se conoce como partido político. No por nada el nacimiento del "PSUV" viene marcado de una primera prohibición degradante: nadie habrá de creerse "dirigente", pues la sola pretensión de serlo ya plantea una competencia de onerosas consecuencias.
Sometido al escarnio de declararse culpable de un delito inexistente -tal cual los monstruosos procesos de Moscú-, el "valiente" centauro febrerista escribió sumisamente su plana ejemplarizante: "el-lí-der-ú-ni-co-es-Chá-vez; so-la-men-te-él"... El punto-repetido con énfasis por Ameliach-alude a la verdadera naturaleza del naciente esperpento, con el que se anuncia el fin de la actual transición protoburguesa... Así se explican los pataleos de los "abajo firmantes", quienes -a sabiendas del colofón de la fiesta, tras nueve años de disfrute febril -caminan ahora hacia el patíbulo, a donde también irán a parar -pueden apostarlo- los respingados que hoy fungieron de verdugos disciplinarios... Es la gráfica del cachicamo y la lapa, siempre tan propicia a la hora de narrar las fanáticas purgas revolucionarias... Hoy nuestros encumbrados "ex dirigentes" están degradados al rol de simples "aspirantes", impedidos de apoltronarse en la comodidad del organigrama rojo. El asunto es lógico, pues la abolición de la alternancia no les involucra: tanto más si se asume que -comparados con los estudiantes del "proceso" y con las expresiones genuinas del "empoderamiento popular"- todo el elenco de la primera etapa exuda el inconfundible olor aburguesado de la naftalina.
Pero si Ameliach lució patético en el trance, no hay calificativos para describir los balbuceos de Roberto Hernández. Formado en la escuela de los hombres recios del PCV, el "ex" parecía desmigajado negando lo innegable. "Si el Presidente dice ahora que no hubo una carta, pues entonces, no hubo carta". Una manera de culpabilizarse (también al "estilo Moscú") para aportar su propio trazo en esa caricatura que el jefe llama PSUV. De inspiración cuartelaria, el adefesio relata lo que Chávez desea para Venezuela. Un país de soldados obedientes, apuntados con su poderoso lanzallamas constitucional.
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