La Ignorancia y el Crimen Perfecto
Por David Gámez
Desde el balcón las vi pasar. Ella, abrazaba a su hija mientras corrían a gran velocidad para no perderse el sermón que salvaría sus almas del purgatorio.
Semanas antes el doctor del barrio les había hecho entender a grandes rasgos que la menor tendría un cáncer. “Maldita sea el día que se te ocurrió votar por ese tipo”, comentó la madre al padre de la niña, haciéndole entender que la enfermedad no era patológica, sino un castigo divino (que por muy divino que era, en realidad dejaba un muy amargo sabor de boca).
Meses atrás el padre de la menor se había inscrito en un partido único, pensando que se trataba de una caimanera de Béisbol. El señor tenía en su closet un gran secreto: Había amasado una colección innecesaria de camisetas que le fueron entregadas en concentraciones, aunque él decía que nunca se pudo concentrar con el ruido de motor de los autobuses. Las botellas de aguardiente las guardaba para la celebración de los 15 años de la niña. 800,000 mil dólares era una cifra que no cabía en su boca pues solo sabía contar hasta cien. Esperaba con ansias el día que eliminaran esos ceros de los billetes, pues al fin y al cabo esta gente no merecía tener tanto dinero. Luego de haber comenzado a fumar y a beber dejó de ser de constitución flaca, e hizo lo imposible por mantenerse en reforma. El día que se entero del cáncer de su hija, desayunó a displicencia una arepa dominó sin caraotas y sin queso. Su sentimiento de culpabilidad, y el comentario ignorante de su mujer, le hizo reflexionar y con su tan aguda inteligencia, pensó en “Patria, Socialismo y/o Muerte” erróneamente, convenciéndose que estas tres palabras eran una lista de asuntos pendientes. Al desenfundar un revólver que le habían regalado hecho por la “Cia. Anónima Venezolana de Industrias Militares”, con aires de grandeza pensó en la extraña coincidencia que el día de su muerte estuviera involucrado algo llamada CIA. Sin meditarlo mucho, trató de contar hasta mil pero solo pudo llegar a cien, calculó la sien, y al disparar, sintió eliminar de raíz las ganas de llorar que sentía por el padecimiento de su hija.
En el mes de Julio, precisamente un día 24 y gracias a Dios no un 28, la menor dio a luz un bello niño. El doctor aficionado a la astrología, hizo notar su error astral, al rectificar que la niña había tenido un Leo, y no un Cáncer. Sin haberse dado cuenta el doctor había curado parte de otro cáncer.
Por David Gámez
Desde el balcón las vi pasar. Ella, abrazaba a su hija mientras corrían a gran velocidad para no perderse el sermón que salvaría sus almas del purgatorio.
Semanas antes el doctor del barrio les había hecho entender a grandes rasgos que la menor tendría un cáncer. “Maldita sea el día que se te ocurrió votar por ese tipo”, comentó la madre al padre de la niña, haciéndole entender que la enfermedad no era patológica, sino un castigo divino (que por muy divino que era, en realidad dejaba un muy amargo sabor de boca).
Meses atrás el padre de la menor se había inscrito en un partido único, pensando que se trataba de una caimanera de Béisbol. El señor tenía en su closet un gran secreto: Había amasado una colección innecesaria de camisetas que le fueron entregadas en concentraciones, aunque él decía que nunca se pudo concentrar con el ruido de motor de los autobuses. Las botellas de aguardiente las guardaba para la celebración de los 15 años de la niña. 800,000 mil dólares era una cifra que no cabía en su boca pues solo sabía contar hasta cien. Esperaba con ansias el día que eliminaran esos ceros de los billetes, pues al fin y al cabo esta gente no merecía tener tanto dinero. Luego de haber comenzado a fumar y a beber dejó de ser de constitución flaca, e hizo lo imposible por mantenerse en reforma. El día que se entero del cáncer de su hija, desayunó a displicencia una arepa dominó sin caraotas y sin queso. Su sentimiento de culpabilidad, y el comentario ignorante de su mujer, le hizo reflexionar y con su tan aguda inteligencia, pensó en “Patria, Socialismo y/o Muerte” erróneamente, convenciéndose que estas tres palabras eran una lista de asuntos pendientes. Al desenfundar un revólver que le habían regalado hecho por la “Cia. Anónima Venezolana de Industrias Militares”, con aires de grandeza pensó en la extraña coincidencia que el día de su muerte estuviera involucrado algo llamada CIA. Sin meditarlo mucho, trató de contar hasta mil pero solo pudo llegar a cien, calculó la sien, y al disparar, sintió eliminar de raíz las ganas de llorar que sentía por el padecimiento de su hija.
En el mes de Julio, precisamente un día 24 y gracias a Dios no un 28, la menor dio a luz un bello niño. El doctor aficionado a la astrología, hizo notar su error astral, al rectificar que la niña había tenido un Leo, y no un Cáncer. Sin haberse dado cuenta el doctor había curado parte de otro cáncer.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home