Vandalaje Socialfascista
Por: José Rafael López Padrino
Mientras la multitudinaria marcha de estudiantes y profesores de diversos centros de enseñanza superior se dirigía al Ministerio de Educación Superior, las bandas armadas del socialfascismo quemaban cinco vehículos frente a la plaza del Rectorado de la UCV, dañaban seriamente la estructura y algunas obras de arte de esta institución (el mural de Oswaldo Vigas) y hacían uso de armas de fuego como parte de su campana criminal e intimidatoria contra la sociedad.
La desvergonzada respuesta del ministro del Interior y Justicia, Tareck el Aissami, fue responsabilizar a las autoridades de la Universidad Central de Venezuela por los hechos violentos que se registraron en esa casa de estudios. Haciendo gala de un cinismo nauseabundo señaló, que las autoridades universitarias de la UCV no habían actuado diligentemente para condenar y eliminar a los grupos violentos que operan en la universidad.
Todos sabemos que la violencia proviene de los socialfascistas con boina colorá, quienes han actuado con la mayor impunidad dentro y fuera de los predios universitarios en estos últimos años, pues han sido identificados, y denunciados ante el Ministerio Público (rojo-rojito) quien ha ignorado tales señalamientos hasta el día de hoy.
Lo ocurrido en la UCV no nos debe sorprender. Los paradigmas de este régimen socialfascista han sido el crimen impune, el fariseísmo, el cinismo y la hipocresía. Por una parte sus personeros aparecen hablando de paz, de concordia y entendimiento y por la otra fomentan, apoyan y favorecen la acción violenta de grupos armados que pretenden imponer su voluntad por medio de la agresión, los gritos, y los disparos arteros. Estos neofascistas tropicales simulan un riguroso acatamiento a la ley y a la constitución, lenguaje que usan como pretexto para justificar sus fechorías y crímenes. Con un caradurismo repugnante este gobierno exculpa a criminales confesos, a quienes eleva a la categoría de héroes de la robolución (recordar los pistoleros de Puente Llaguno) y justifica los asaltos y tropelías protagonizados por sus vándalos tarifados. Ello constituye el rostro de la represión informal, la llevada a cabo no por los cuerpos de seguridad del Estado o los militares, sino por esos matones a sueldo, los que llevan las camisas rojas, los que a nombre de su socialfascismo agraden y avasallan a todos aquellos que no comparten su proyecto cuartelario.
Vale acotar que el carácter represivo de este régimen se expresa no solo en su conducta diaria mediante el empleo de la violencia sino por su admiración hacia los regimenes autoritarios del20pasado. Ya el busto del Maestro Gallegos fue reemplazado por el de Cipriano Castro en el Palacio de Misia Jacinta. Con esta medida el gobierno del tte coronel continúa su política de aclamación de personajes autoritarios, a quienes rescata del fondo negro de la historia, para crearles una leyenda dorada que sirva de fundamento al socialfascismo que pregona. Ya ocurrió con el pillastre de Guzmán Blanco, quien seguramente es la referencia fundamental de todos los que están saqueando al país en nombre de la robolución. Se divisa que en lista de espera estén Gómez y Pérez Jiménez, dueto que tiene mucho que mostrar también en términos de opresión, de salvajismo y de trasvase de recursos fiscales hacia sus arcas personales.
Se avecinan tiempos difíciles. En las filas del socialfascismo hay un interés por desmoralizar a la disidencia política, por hacerla desistir en sus justas luchas. Con ello aspiran aligerar el camino a fin de imponer su proyecto fascista y militarista, poseído por el demonio de la violencia y del autoritarismo. Sin embargo, a pesar de las adversidades del presente, y del desconocimiento de la voluntad popular, nadie debe perder el norte de nuestra lucha: defender los espacios conquistados, e insertarnos activamente en las luchas sociales (estudiantiles, obrero-campesinas, gremiales, etc.), que nos permitan construir una nueva mayoría.
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