Mascarada Capitalista
Por: Jose Rafael Lopez Padrino
Análisis ideológicos equivocados han contribuido a una profunda confusión a la hora de definir la gestión autoritaria, y militarista del régimen del teniente coronel y su proyecto cuartelario. El batiburrillo del socialfascismo bolivariano, representa una de las tantas mascaradas con que el plan de dominación burgués pretende perpetuarse en el poder a fin de garantizarle continuidad a la hegemonía capitalista. Este perverso proyecto se fundamenta en varios aspectos entre ellos: uno político y otro social.
Políticamente, el socialfascismo bolivariano promueve una idolatría estatista, un Estado burgués omnipotente, que devora a todos los cuerpos constitutivos de la sociedad. Además, viola sistemáticamente los derechos humanos, es contrario a la división de los poderes públicos, monopoliza los medios de comunicación, y subordina la Constitución a la voluntad y dislates del líder único del proceso. A estas características hay que agregar una militarización grotesca del poder político, con la intención de convertir a los ciudadanos en una tropa social sumisa, estructurada verticalmente, a la cual se le prohíbe pensar; dispuesta a obedecer las órdenes dictadas por el inquilino del Palacio de Misia Jacinta y su patota de uniformados serviles. La militarización del Estado es el paso previo a la militarización de la nación.
Socialmente, el plan bolivariano se basa en desmantelar el tejido social, con particular énfasis en aquellas estructuras de carácter clasista. Contrariamente a sus paradisíacas promesas sociales, este nefasto proyecto pretende estatizar a los movimientos sociales, especialmente a los sindicatos. Aspira a que se transformen en apéndices de la maquinaria partidista estatal (entiéndase PSUV), carentes de toda independencia y capacidad de lucha clasista. Para el proyecto bolivariano los integrantes de estos movimientos laborales deben ser fieles y obedientes seguidores de las políticas del actual Estado burgués, el cual degrada el derecho al trabajo y las condiciones de empleo (precarización laboral), secuestrando las legítimas aspiraciones de los movimientos sociales. Adicionalmente, el socialfascismo por su carácter militarista promueve un pensamiento único, una sociedad uniformada, en donde la diversidad no es permitida y el disentir se convierte en causa de alta traición a la Patria. Cada vez queda más al desnudo la falsedad del discurso "socialista" del teniente coronel y su pandilla de uniformados. Más allá de la falaz propaganda oficial esta revolución tapa amarilla no ha modificado ni la posición de los trabajadores en cuanto a la propiedad de los medios de producción y la generación de plusvalía (obtención de ganancia), ni las relaciones sociales de los sectores tradicionalmente excluidos. El socialfascismo bolivariano y su retórica coprófaga representan el triunfo de la muerte sobre la vida, de la ignorancia sobre el conocimiento, de la imposición de la apestosa bota militar sobre el pensamiento emancipador.
Análisis ideológicos equivocados han contribuido a una profunda confusión a la hora de definir la gestión autoritaria, y militarista del régimen del teniente coronel y su proyecto cuartelario. El batiburrillo del socialfascismo bolivariano, representa una de las tantas mascaradas con que el plan de dominación burgués pretende perpetuarse en el poder a fin de garantizarle continuidad a la hegemonía capitalista. Este perverso proyecto se fundamenta en varios aspectos entre ellos: uno político y otro social.
Políticamente, el socialfascismo bolivariano promueve una idolatría estatista, un Estado burgués omnipotente, que devora a todos los cuerpos constitutivos de la sociedad. Además, viola sistemáticamente los derechos humanos, es contrario a la división de los poderes públicos, monopoliza los medios de comunicación, y subordina la Constitución a la voluntad y dislates del líder único del proceso. A estas características hay que agregar una militarización grotesca del poder político, con la intención de convertir a los ciudadanos en una tropa social sumisa, estructurada verticalmente, a la cual se le prohíbe pensar; dispuesta a obedecer las órdenes dictadas por el inquilino del Palacio de Misia Jacinta y su patota de uniformados serviles. La militarización del Estado es el paso previo a la militarización de la nación.
Socialmente, el plan bolivariano se basa en desmantelar el tejido social, con particular énfasis en aquellas estructuras de carácter clasista. Contrariamente a sus paradisíacas promesas sociales, este nefasto proyecto pretende estatizar a los movimientos sociales, especialmente a los sindicatos. Aspira a que se transformen en apéndices de la maquinaria partidista estatal (entiéndase PSUV), carentes de toda independencia y capacidad de lucha clasista. Para el proyecto bolivariano los integrantes de estos movimientos laborales deben ser fieles y obedientes seguidores de las políticas del actual Estado burgués, el cual degrada el derecho al trabajo y las condiciones de empleo (precarización laboral), secuestrando las legítimas aspiraciones de los movimientos sociales. Adicionalmente, el socialfascismo por su carácter militarista promueve un pensamiento único, una sociedad uniformada, en donde la diversidad no es permitida y el disentir se convierte en causa de alta traición a la Patria. Cada vez queda más al desnudo la falsedad del discurso "socialista" del teniente coronel y su pandilla de uniformados. Más allá de la falaz propaganda oficial esta revolución tapa amarilla no ha modificado ni la posición de los trabajadores en cuanto a la propiedad de los medios de producción y la generación de plusvalía (obtención de ganancia), ni las relaciones sociales de los sectores tradicionalmente excluidos. El socialfascismo bolivariano y su retórica coprófaga representan el triunfo de la muerte sobre la vida, de la ignorancia sobre el conocimiento, de la imposición de la apestosa bota militar sobre el pensamiento emancipador.
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