Para entender tu futuro, estudia a Zimbabwe

Por Ciaran Ryan

Un nuevo libro de dos economistas de pensamiento austríaco hace un llamado de alerta para aquellos ingenuos que aún creen que el bien documentado hundimiento hacia el abismo de Zimbabwe nunca le pasará al resto del mundo. 

Titulado “Cuando el Dinero Destruye Naciones” (When Money Destroys Nations),  por Philip Haslam y Russell Lamberti, es quizás uno de los libros más alarmantes sobre el actual estado económico del mundo en ser publicado recientemente. 

Comienza estableciendo el escenario al describir con detalle espeluznante como Zimbabwe pasó de una de por sí escandalosa inflación de 20% en 1997 a 89.700.000.000.000.000.000.000% en 2008. Creo que aún me faltaron varios ceros, pero ya creo que el lector tiene una buena idea de lo que quiero decir. La causa fue enteramente política – y por lo tanto evitable. “El gobierno de Mugabe vivió más allá de sus posibilidades durante años, financiando muchos programas gubernamentales, incluyendo seguridad social y gastos de guerra, más allá de lo que realmente podía costear.” Dicho gobierno intentó resolver el problema con una impresión desenfrenada de papel moneda . “La impresión de dinero reunió el impulso necesario para alimentar un frenesí inflacionario que hizo llover la ruina sobre millones de personas ordinarias. Finalmente, llevaría al dólar zimbabweño a ser abandonado como moneda a finales de 2008”. 

Pero la experiencia de Zimbabwe no es única. De hecho, la impresión de dinero se ha convertido en un fenómeno global que siempre, SIEMPRE, lleva a la inflación y al empobrecimiento. Todo el que crea que “eso no puede pasar aquí” mas le vale leer este libro. En Zimbabwe, la impresión de dinero comenzó con lentitud y luego, en el transcurso de los siguientes 11 años, pasó a una espiral fuera de control. La escala de la carnicería maquinada por esta idiocia quedó bien documentada: un tercio de los Zimbabweños fueron forzados a vivir en el exilio, repatriando fondos mensualmente a la familia que quedó atrás; el gobierno respondió a la inflación en los precios de los alimentos colocando controles de precios que fueron ignorados por todos; un mercado negro en monedas alternas floreció cuando las personas trataban de alimentarse como podían (sugerencia: una botella de whisky preserva bien su valor en un entorno hiper-inflacionario) . 

El trueque apareció como medio de intercambio aceptable; muchas tiendas cerraron; el hambre masiva surgió llevando a malestar social que engendró disturbios callejeros que fueron rápidamente extinguidos por los militares. En visita a Zimbabwe durante lo peor de esta tormenta inflacionaria, me resultó obvio que ciertos segmentos de la población florecían. Las elites del partido de gobierno se las arreglaron para arrinconar a los mercados negros de la moneda, combustibles, harina, azúcar y otros artículos. Los taxis rara vez llevaban más de 1 galón de gasolina a la vez. Cuando se quedaban sin combustible, algunos jóvenes emprendedores emergían espontaneamente de la nada con un botellón de Coca-Cola lleno de gasolina para abastecer al taxi. Había colas diarias para poder comprar pan. Las tiendas estaban casi vacías, con solo unas pocas barras de jabón o bolsas de harina de maíz. Y para comprarlos, tenías que traer montones de bolsas llenas de dólares zimbabweños. 

“Las cifras exactas de inflación perdieron su significado. La Hiper-inflación se siente más que se calcula. En Zimbabwe, nadie pensó en porcentajes de inflación. Sólo se sentía” dice el economista zimbabweño Jonathan Waters. 

El tema real del libro es que el mismo destino le espera a otros países que alegremente se la pasan imprimiendo dinero para salir de sus problemas. No hay escape fácil para los gobiernos de EE.UU., Gran Bretaña, Europa y Japón – cuyas máquinas impresoras de billetes han sido puestas en sobremarcha desde el colapso financiero de 2008. La deuda del gobierno de los EE.UU. ha crecido en unos tiritantes 6,5 billones de dólares desde 2008. Es una expansión monetaria de 70% en 5 años, toda legitimada con los así llamados “Programas de Flexibilización Cuantitativa” iniciados por el gobierno norteamericano. Otras mayores economías están también corriendo a expander su suministro de dinero en un esfuerzo por mantener sus sistemas financieros a flote. “Estos países están adoptando de manera continuada las peligrosas políticas que al final se demostraron desastrosas en Zimbabwe”, dicen los autores. 

Como si esto no fuera ya bastante malo, los gobiernos de todas partes le hacen cada vez más difícil al ciudadano de a pie conducir un negocio y adquirir y usar propiedad privada sin una pesada supervisión, regulación y grandes cargas impositivas por parte del Estado. Y mientras los gobiernos luchan con sus propias y enormes deudas, la tentación de subir los impuestos está siempre presente. En marzo de 2013, les fue confiscado su dinero a los clientes bancarios en Chipre con depósitos mayores de 100 mil euros para salvatar a los bancos chipriotas. La Unión Europea presentó una directiva que le permitiría seguir el modelo chipriota para salvatar a los bancos Europeos en caso de ser amenazados de quiebra, mientras que Canadá, EE.UU., y Gran Bretaña han adoptado propuestas similares. Estos países también tienen la mira puesta en los fondos de pensión privados que se proponen saquear a medida que sus equivalentes del sector público se empiezan a agotar. Esto es exactamente lo que pasó en Zimbabwe. 

Aunque una confiscación masiva de tierras al estilo Zimbabwe es improbable que suceda en el mundo desarrollado, una confiscación de tierras encubierta está ya en camino. Es parte de los programas de Flexibilización Cuantitativa, donde los Bancos Centrales imprimen dinero para comprar los títulos y valores respaldados por las hipotecas basura. Mientras los dueños de las casas son arrojados de éstas al serle ejecutadas sus hipotecas, estas propiedades terminan en manos de los Bancos Centrales – lo cual es una forma de nacionalización de la tierra. 

En el aire se siente un colapso financiero mundial. ¿Cuándo se materializará? No hay respuesta fácil. A Zimbabwe le tomó 11 años llegar al colapso al que llegó luego de haber empezado su agresivo programa de impresión de dinero inorgánico. A la Alemania previa a la Segunda Guerra Mundial le tomó 9 años. 

Si esto luce sombrío – y lo es – hay muchas oportunidades que pueden surgir en un entorno hiper-inflacionario tipo Zimbabwe. Este libro termina con un plan de supervivencia para aquellos que quieran evadir el inminente crash global. Los zimbabweños que cruzaron el rio Limpopo hacia Suráfrica, su calidad de vida mejoró de inmediato. Las lecciones de Zimbabwe suenan verdad para el resto del mundo: saque el dinero de su fondo de pensión e inviértalo en algo que preserve su valor, no guarde demasiado efectivo en su banco e invierta en activos duros que se revalorizarán a medida que se acelere la inflación; tenga un segundo pasaporte a la mano; cultive su propia comida y prepárese para el trueque. 

“La impresión desenfrenada de dinero y el colapso de la confianza en la moneda de tu nación puede ser el mayor riesgo – y la más grande oportunidad – que puedas encarar en tu vida. Puedes aprender de aquellos que han pasado por eso antes. Asegúrate de estar preparado,” advierten los autores. 

Los autores de este libro viven en Johannesburgo, y uno de ellos, Russell Lamberti, es co-fundador del capítulo surafricano del Instituto Ludwig von Mises. Ambos se ascriben al pensamiento de “La Escuela Austríaca de Economía” de la cual von Mises fue su fundador. En breve, los economistas Austríacos arguyen en favor de mercados libres sin restricciones, lo que involucra la remoción de los Bancos Centrales de la vida económica de todos los países. Dados los eventos que se están desplegando ante nuestros ojos – en Zimbabwe y más y más cerca del mundo desarrollado – el argumento de acabar con los Bancos Centrales se ha hecho más urgente que nunca. 

“Lo único que aprendemos de la historia es que nada aprendemos de esta” Hegel