POR: ROGER F. NORIEGA Y JOSE R. CARDENAS
Fuente: IASW
Mientras el congreso estadounidense lucha para superar la
crisis económica y hacer frente a amenazas contra la seguridad de los Estados
Unidos, Latinoamérica se está transformando de manera significativa y resulta
imperante fortalecer la cooperación económica y en materia de seguridad con
nuestros aliados en la región. Países como México y Brasil se están
convirtiendo en actores globales que merecen nuestra atención y cooperación
bipartidista para promover una agenda regional que fomente el crecimiento del libre
mercado, iniciativas practicas – no retoricas – que animen a países y vecinos a
unirse a un esfuerzo colectivo de mutuo beneficio.
Los puntos clave de esta Perspectiva:
•Tanto la crisis
económica estadounidense como las amenazas a su seguridad han socavado su papel
tradicional como líder mundial, debilitando sus vínculos con las naciones de
América Latina que siguen modernizando sus economías.
•Estados Unidos debe
recuperar su credibilidad regional adoptando iniciativas audaces para restaurar
su solvencia fiscal, promocionando el comercio de forma agresiva, la
interdependencia energética, la transferencia de tecnología y el crecimiento
económico.
•Estados Unidos debe
entonces reorganizar la estrategia a emplear con sus socios de las Américas,
trabajando con ellos para combatir amenazas como la delincuencia en las áreas
de frontera y el populismo radical, fomentando el diálogo con los líderes
regionales y garantizando el cumplimiento de la ley para desarrollar una
relación mutuamente benéfica.
Para que la economía y seguridad de los Estados Unidos sea
exitosa una región estable y prospera es indispensable. De la región emanan
tres de las cuatro principales fuentes de energía extranjera que abastecen a
los Estados Unidos, lo que representa uno de los destinos de mayor crecimiento
para las exportaciones e inversiones estadounidenses. Claramente, la geografía
y valores compartidos predeterminan un destino común para los Estados Unidos y
sus vecinos de las Américas.
Este destino será positivo y fructífero siempre y cuando los
políticos estadounidenses, las empresas privadas y la sociedad civil aprovechen
las nuevas oportunidades y enfrenten los desafíos críticos.
Los tiempos han cambiado. La crisis fiscal de los Estados
Unidos y su preocupación por dos guerras han distraído a los legisladores de
Washington, socavando el liderazgo estadounidense en las Américas. Aunque el
acceso al mercado, la inversión, la tecnología y otros beneficios económicos
estadounidenses sean muy valorados por la mayoría de los países de Occidente,
en la actualidad Estados Unidos ya no es el único socio importante a elegir.
Asia (principalmente China) y Europa están haciendo avances importantes.
Mientras los legisladores estadounidenses rediseñan su estrategia para las
Américas, deben dejar de lado el paternalismo del pasado y ser mucho más
enérgicos en la generación de alianzas significativas con vecinos dispuestos a
colaborar.
Está claro que Estados Unidos debe recuperar su credibilidad
tomando decisiones audaces para restaurar su solvencia fiscal, promocionando
agresivamente el comercio, la interdependencia energética, la transferencia de
tecnología y el crecimiento económico. Washington estará entonces mejor
posicionado para cultivar una mayor cooperación económica y política con sus
vecinos, empezando por un diálogo abierto y franco con los líderes de la región
acerca de sus visiones, sus retos y prioridades. Solo así se podrán construir
relaciones sobre un terreno común.
Los desafíos para la seguridad en las Américas son muy
reales y cada vez más complejos. El narcotráfico, el crimen organizado
transnacional y el populismo radical alimentado con petrodólares, aliados a peligrosas fuerzas
extra regionales, representan enormes desafíos. Aunque es conveniente dar
prioridad a una agenda socioeconómica y política propositiva, constituyen
prerrequisitos indispensables evaluar y afrontar las amenazas para conseguir la
seguridad de los Estados Unidos y el liderazgo regional.
Para sacar el mayor provecho del destino que comparten, los
Estados Unidos y sus socios en las Américas deberán:
•Promover y defender
la democracia, el estado de derecho,
gobiernos transparentes y
economías prósperas, derechos
humanos y la propiedad privada como pilares de una sociedad justa;
•Defender y apoyar el
empoderamiento de los individuos a través del desarrollo de economías de libre
mercado, sectores privados saludables y de libre comercio entre las naciones;
•Ayudar a países
vecinos a hacer frente a las necesidades esenciales en seguridad para que
puedan crecer pacíficamente y ser más eficaces como aliados en la prevención y
lucha contra amenazas comunes;
•Incentivar mercados
capitales y fomentar una nueva e innovadora cooperación tecnológica para
desarrollar una comunidad regional interdependiente en la producción y en la
distribución de una amplia gama de productos y servicios – en particular la
energética;
•Confrontar el crimen
organizado internacional en México y en Centroamérica, apoyando a instituciones
policiales eficientes y sistemas judiciales competentes;
•Trabajar con aliados
dispuestos a restaurar la misión esencial de la Organización de los Estados
Americanos en la promoción y defensa de valores y en el enfrentamiento de
amenazas comunes;
•Abordar el papel de
China y Rusia en las Américas fomentando la inversión y el comercio regional de
forma abierta y transparente, rechazando aquellas políticas explotadoras que
perjudiquen las sociedades locales, la seguridad regional y el crecimiento
económico;
•Combatir las
amenazas que representan los regímenes autoritarios y sus vínculos con Irán,
Hezbollah y las organizaciones delictivas transnacionales;
•Ayudar al pueblo
cubano en su transición hacia una Cuba post-Castro, poniendo en marcha el
sector privado, rehabilitando su economía y restaurando sus derechos políticos
cuando se derrumbe la dictadura.
Maximizando la mutua competitividad global
La expansión de la cooperación económica regional es crucial
para el crecimiento económico de los Estados Unidos. La economía de hoy, híper-competitiva y globalizada, requiere de
manera imperativa estrategias agresivas de promoción e inversión comercial. Claramente,
la prosperidad interna de un país depende de su éxito en el extranjero. Las
oportunidades económicas en occidente son enormes y los legisladores
estadounidenses y el sector privado deben reconocerlas como fundamentales para
el crecimiento económico de su propio país.
En 2011, las exportaciones de Estados Unidos alcanzaron un
récord de $ 2,1 billones de dólares, a pesar de que sólo el 1 por ciento de las
empresas estadounidenses exportan sus productos a mercados extranjeros. Estados
Unidos debe aprovechar mejor estas oportunidades. Las exportaciones benefician
a la economía de Estados Unidos, ofreciéndole oportunidades para que las
empresas gocen de nuevos mercados que hagan crecer su producción y ganen más
liquidez para el consumo. Hoy en día, el 95 por ciento de los consumidores del
mundo viven fuera de los Estados Unidos y, según el Fondo Monetario
Internacional, en 2015 el 80 por ciento del crecimiento económico se llevará a
cabo fuera del territorio estadounidense.
Indiscutiblemente, Estados Unidos necesita desarrollar una
política comercial agresiva – es decir vender bienes y servicios
estadounidenses en todos los mercados posibles – para afinar el lado
competitivo de su economía en el siglo XXI. En este sentido, el futuro de
Estados Unidos está íntimamente ligado al futuro de los vecinos de su propio
hemisferio. Un hemisferio próspero se traduce en un Estados Unidos más
próspero.
El Momento del Hemisferio Occidental
Estados Unidos está estratégicamente bien situado para
iniciar un nuevo capítulo de relaciones comerciales con América Latina. Los
países de las Américas están vinculados por lazos históricos, culturales,
familiares y geográficos y unidos por valores comunes e intereses mutuos. Lo
que también facilita la expansión económica de la región es la proximidad de
los socios comerciales regionales a los Estados Unidos y el gran número de
hispanos que vive en este país -unos 50 millones- lo cual significa una
excepcional ventaja estratégica para hacer negocios en sus países de origen.
Igualmente importantes son los avances que han hecho muchos
países de la región en los últimos años en cuanto a estabilidad y crecimiento
económico ya que las raíces de la democracia y el estado de derecho siguen
ganando fuerza. Países como México, Chile, Perú, Brasil y Colombia han estado a
la vanguardia en la modernización de sus economías y en la apertura a la
inversión y la liberalización del comercio, siendo por lo tanto más
competitivos en general.
Las cifras hablan por sí mismas. Desde 2003, se estima que
73 millones de latinoamericanos han salido de la pobreza. Además, entre esa
fecha y el año 2010, el ingreso promedio de América Latina se incrementó en más
del 30 por ciento, lo que significa que en la actualidad, casi un tercio de la
región – unas 570 millones de personas-
son consideradas como pertenecientes a la clase media. Sólo en los
próximos cinco años, se prevé que las economías regionales creceran en un
tercio. Esa estabilidad macroeconómica genera aún mayores oportunidades para
las empresas estadounidenses.
El Hemisferio Occidental suministra un cuarto del petróleo
crudo del mundo, un tercio del gas natural del planeta, casi una cuarta parte
de su carbón y más de un tercio de la electricidad mundial, ofreciendo a su vez
un enorme potencial para el desarrollo de tecnologías de energía renovable.
Ciertamente, muchos en el sector privado estadounidense ya
han descubierto los beneficios de las relaciones económicas intra-hemisféricas.
De hecho, América Latina ha desempeñado un papel clave en la expansión de las
exportaciones estadounidenses en los últimos años.
Los informes del Servicio de Investigación del Congreso
reportan que entre 1998 y 2009, el comercio de los Estados Unidos y América
Latina aumentó en promedio 82 por ciento, en más del 72 por ciento con Asia, en
52 por ciento con la Unión Europea, y alrededor del 64 por ciento con el resto
del mundo. Solamente en 2011, el comercio con América Latina creció en un 20
por ciento.
En el año 2011 el crecimiento económico impulsó el comercio
entre Estados Unidos y la región a un máximo histórico de $ 772 millones de
dólares.
Las exportaciones a la región aumentaron en un 22 por
ciento, hasta $ 350 millones, mientras que las importaciones aumentaron en un
20 por ciento para un total de $420 millones.
De acuerdo con el Departamento de Comercio de Estados
Unidos, las empresas estadounidenses ahora exportan más hacia al Hemisferio
Occidental – un 42 por ciento del total de exportaciones de los Estados Unidos
– que a cualquier otra parte del mundo, incluida China. El año pasado, las
exportaciones de mercancías estadounidenses a América Latina ascendieron a $
367 mil millones de dólares, y las inversiones del sector privado de los
Estados Unidos conforman un tercio de toda la inversión extranjera directa de
la región.
Los Estados Unidos tiene acuerdos comerciales con 11 países
del Hemisferio Occidental, que según reportes del Departamento de Comercio son
la fuente de casi cuatro millones de empleos en este país. Es evidente, sin
embargo, que se puede hacer mucho más para aprovechar el potencial de las
relaciones económicas intra-hemisféricas en la híper-competitiva economía
global.
Para revitalizar las alianzas existentes y desarrollar
nuevas asociaciones que impulsen la competitividad de los países debe existir
imprescindiblemente un alto nivel de compromiso oficial de Estados Unidos. Una
política comercial revigorizada deberá trascender los enfoques del pasado que
han sido demasiado identificados con los intereses de los Estados Unidos y
demasiado centrados en relaciones bilaterales. Un enfoque del siglo 21 requiere de un compromiso más
multilateral y de cooperación, de intercambio de información mutuamente
beneficiosa, de apoyo, y de una visión incluyente.
Una estrategia complementaria para aumentar la demanda de
bienes y servicios de Estados Unidos exige la movilización de capital privado,
propiciando la transferencia de tecnología y el aprovechamiento de programas
existentes en los Estados Unidos para fortalecer el sector privado en las
Américas. Tradicionalmente, el crecimiento del sector privado se ha visto
frenado por la falta de inversión y de acceso al crédito. Con una estrategia
real de beneficio mutuo, los
Estados Unidos puede impulsar las exportaciones y la inversión fortaleciendo a
los productores y consumidores regionales.
En resumen, la recuperación y competitividad económica de
Estados Unidos dependerá crucialmente del aumento de iniciativas
gubernamentales estadounidenses para ampliar asociaciones económicas con los
países vecinos del hemisferio occidental. Un hemisferio próspero es también
beneficioso para los problemas de seguridad de los Estados Unidos. En el continente
americano se localizan algunos de los mercados más dinámicos del mundo. El
gobierno de Estados Unidos debe reconocer esta realidad y aprovechar plenamente
estas oportunidades. Impulsando el comercio bilateral. La prosperidad de
Estados Unidos dependerá de una mayor interacción económica global con el
Hemisferio Occidental, proporcionando oportunidades únicas. He aquí tres
recomendaciones para impulsar el comercio bilateral:
•Promover la
iniciativa del gobierno estadounidense Pathways to Prosperity (Caminos hacia la
Prosperidad) como vehículo principal – incluyendo la participación presidencial
y ministerial para facilitar una mayor integración comercial hemisférica [1];
•Ampliar la
participación latinoamericana en el Trans-Pacific Partnership (Alianza
Transpacífica), una iniciativa para promover el fortalecimiento de los lazos
económicos entre el hemisferio occidental y la región Asia-Pacífico, más allá
de Perú, Chile y México;
•A través del Banco
Interamericano de Desarrollo, aumentar el apoyo material y técnico al comercio
y a grupos de fomento empresarial en toda la región a fin de promover las
“mejores prácticas” entre empresas, cooperativas o personas que deseen exportar
sus productos o servicios.
Iniciativa para la liberación económica de las Américas
Para acelerar el crecimiento de la clase media del
continente – y por lo tanto estimular la demanda de bienes y servicios
estadounidenses – debería implementarse una iniciativa a nivel presidencial
para impulsar a un fuerte sector privado en toda la región. Algunas
recomendaciones para lograr esto:
•Utilizar la
experiencia estadounidense y regional para desarrollar mercados capitales de la
región que aumenten la disponibilidad de financiamiento privado para la
expansión de negocios, de empresarios en ciernes y de innovadores. En primer
lugar, esto implicaría la convocatoria de una cumbre de mercados capitales
regionales – con la participación del Departamento del Tesoro de los Estados
Unidos y de mercados regionales homólogos – para el lanzamiento de un grupo de
trabajo público-privado que desarrolle un plan de trabajo para la formación de
capital, identificando los prerrequisitos y determinando los obstáculos para el
desarrollo de mercados de capital sólidos en América Latina y el Caribe. El equipo
estaría integrado por expertos del sector financiero gubernamental,
especialistas del Banco Interamericano de Desarrollo, hombres de negocios e
inversionistas profesionales. En segundo lugar, habría que agrupar a otras
naciones para el desarrollo y financiación de un fondo de inversión privado
para la región, a través del Banco Interamericano de Desarrollo, que
proporcione equidad y capital de deuda directamente a manos de inversionistas
privados de forma rápida y en términos comerciales (especialmente en lugares
tradicionalmente desatendidos por el capital privado por ser de alto riesgo).
Este fondo estaría liderado por una junta privada y gestionado de forma
independi-ente por profesionales de inversión sujetos a supervisión pública;
•Solicitar a la banca
multilateral de desarrollo su apoyo técnico y financiero para la creación de
fondos empresariales a nivel regional o subregional para reforzar el desarrollo
del sector privado local a nivel empresarial inicial, lo que proporcionaría un
capital semilla y la asistencia técnica para pequeñas y medianas empresas.
Estos fondos se capitalizarían con financiamiento público y privado y serían
administrados por inversionistas profesionales;
•Asegurar una
protección adecuada a los mercados regionales de capital para prevenir la
financiación del terrorismo internacional y el lavado de dinero del
narcotráfico;
•Convocar una cumbre
de decanos de escuelas de negocios para ampliar los programas de intercambio
entre las 20 escuelas de negocios más importantes de las Américas. Este
programa deberá reforzar conocimientos en comercio, administración de empresas
y gestión de capital, entre otros campos, para fortalecer la capacidad
profesional en las economías nacionales;
•Ampliar los
intercambios entre científicos e ingenieros con emprendedores innovadores y
aquellos dedicados a la investigación privada y al desarrollo, para potenciar e
identificar la innovación y tecnologías comercialmente viables;
•Revisar las
directrices de la corporación estadounidense Millenium Challenge (Desafío del Milenio) para dar prioridad a
programas en subregiones (por ejemplo, en el sur de México y el noreste de
Brasil) y poner énfasis en acuerdos de financiación cooperativa, incluyendo
contribuciones del sector privado.
La seguridad energética en el Hemisferio Occidental
También hay que maximizar la competitividad mundial de mutuo
beneficio en el sector energético. Estados Unidos podría lograr esto aprobando
inmediatamente la ampliación del oleoducto Keystone XL que conecta los depósitos
de petróleo de Canadá con las refinerías de Estados Unidos en el Medio Oriente.
A su vez debe esforzarse por crear un grupo consultivo de energía regional “Big
4” entre Estados Unidos, Canadá, México y Brasil, incluyendo representantes del
sector privado – para promover la cooperación y compartir las mejores prácticas
de producción y distribución de energía. También se debería organizar una
cumbre de Camp David con los líderes de las cuatro naciones.
Programa de promoción de la democracia
El ascenso al poder de Hugo Chávez y de sus compañeros
populistas autoritarios ha puesto en evidencia la fragilidad de las
instituciones democráticas de América Latina. Su modus operandi ha sido la
utilización de estas instituciones para acumular poder y luego vaciarlas
sistemáticamente, concentrando todo el poder en el ejecutivo, marginando a la
oposición y socavando el estado de derecho.
Una estrategia estadounidense para revigorizar las
relaciones con las Américas debe incluir la promoción decidida de la democracia
para ayudar a sus socios a fortalecer y consolidar sus instituciones
democráticas contra la depredación de potenciales amenazas autoritarias.
Sin duda, la responsabilidad
de construcción de la democracia recae en los líderes y ciudadanos de
cada país. Le corresponde a cada nación tomar decisiones difíciles para reducir
el poder del Estado, proteger las libertades individuales, y promover la
rendición de cuentas y la integridad dentro del gobierno. No obstante, Estados
Unidos no es un espectador desinteresado. Prefiere trabajar para hacer avanzar
la causa por la democracia en todo el mundo, para alcanzar auténticos
beneficios de seguridad y prosperidad a largo plazo en las América.
Esto no es sólo una cuestión de interés propio de los Estados
Unidos. La democracia también confiere beneficios significativos a sus
ciudadanos dondequiera que haya logrado echar raíces, dando lugar a un gobierno
más eficaz, con mayor seguridad y mejores perspectivas para el desarrollo
económico. Estados Unidos puede respaldar este proceso, apoyando a reformistas
que estén trabajando en sus países para consolidar instituciones estables,
honestas, basadas en normas y creando incentivos para una mayor responsabilidad
en el gobierno a través de asistencia técnica.
Igualmente importante es la necesidad de aumentar el apoyo
para el fortalecimiento de los cimientos de un gobierno representativo:
organizaciones civiles no gubernamentales. Estos incluyen, pero no están
limitados a, asociaciones empresariales, organizaciones de medios de
comunicación, gobiernos, sindicatos, grupos de consumidores, ambientalistas y
grupos de protección de la mujer y de los derechos humanos.
En Cuba, los ciudadanos deben hacer frente a este desafío
superando sus miedos y reclamando el futuro que les pertenece. Antes de que
puedan construir ese futuro, deben desmantelar los vestigios de la policía del
estado y de la economía centralizada. La responsabilidad es de ellos, pero sus
amigos pueden brindar su ayuda con una serie de medidas audaces y
constructivas. Aunque ahora sea más importante que nunca preservar las
sanciones económicas y utilizarlas como palanca para promover reformas amplias,
profundas e irreversibles, los Estados Unidos debería utilizar la promesa de la
ayuda, del comercio y de las relaciones políticas normales como incentivo para
reforzar el cambio.
Estados Unidos debe ser consciente y audaz en su apoyo a los
demócratas de las Américas. No debe permitir que la hostilidad de los regímenes
antidemocráticos lo disuada de ayudar a los demócratas que luchan en países
como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Si los defensores de la
democracia están dispuestos a asumir los riesgos necesarios para abogar por
futuros diferentes para sus países, los Estados Unidos debe demostrar su
solidaridad y apoyo.
Una vez más, no existe una fórmula mágica a nivel de las
políticas para el desarrollo de instituciones democráticas, la construcción de
sistemas judiciales transparentes y apolíticos, la eliminación de la
corrupción, ni para la promoción de elecciones competitivas. Es un proceso
difícil que nunca se llega a completar totalmente, como muestra la historia de
Estados Unidos. Pero solamente a través del apoyo decidido y de la
democratización de países podemos lograr y mantener un hemisferio estable,
seguro y próspero.
Algunas recomendaciones para la promoción de la democracia:
•La Organización de
los Estados Americanos: el gobierno de Obama debería dar instrucciones al
representante permanente de los Estados Unidos para trabajar con gobiernos
dispuestos a promover los valores e intereses fundamentales, fortalecer la
aplicación de la Carta Democrática Interamericana, y restaurar la independencia
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
•Es necesario que
América Latina vuelva a ser considerada como una prioridad para la recepción de
fondos por parte de la National Endowment for Democracy, el International
Republican Institute, el National Democratic Institute y otras organizaciones
relacionadas. Si bien la democracia ha establecido raíces firmes, sus
instituciones necesitan fortalecerse, o de lo contrario los beneficios
obtenidos en las últimas décadas podrían verse comprometidos. Los promotores de
la democracia deben priorizar su apoyo a los partidos políticos, periodistas independientes y otros
protagonistas indispensables y constructivos en el proceso político.
•En Cuba, los Estados
Unidos debería restablecer los programas en favor de la democracia, con miras a
lograr un verdadero cambio en la isla.
•El presidente
estadounidense deberá reactivar la Comisión de los Estados Unidos para la
asistencia a una Cuba Libre para actualizar los planes de transición y formular
un compromiso específico de ayuda robusta para una transición genuina.
•Una vez que la
transición esté en marcha en Cuba, los Estados Unidos deberá crear un fondo de
empresa privada y un Consejo de Negocios con la isla para promover el
surgimiento de emprendedores cubanos, así como el desarrollo de un sector
privado sano e independiente, el respeto a la propiedad privada, y el estado de
derecho.
Agenda para la seguridad y estabilidad
Las fronteras terrestres y marítimas, en términos de
seguridad, para los países del Hemisferio Occidental constituyen una prioridad
permanente para el gobierno de los Estados Unidos. Los desafíos de seguridad
que enfrentan México, Centroamérica y Venezuela son más dramáticos en la
actualidad que en tiempos pasados.
En el último año de gobierno de George W. Bush, México y
Estados Unidos acordaron un paquete de ayuda de $ 1 mil millones contra el
narcotráfico. Sin embargo, a pesar de la enorme oportunidad que esto
representaba para que México y Estados
Unidos llegasen a una cooperación de seguridad más estrecha y de beneficio
mutuo, el proceso de ayuda fue entregado tan lentamente que los mexicanos
todavía se preguntan si la guerra contra las drogas es una prioridad para los
Estados Unidos. Los legisladores conservadores que hace una década eran la
fuerza impulsora detrás del Plan Colombia han sido bastante menos activos en
México, enfocándose solo en la seguridad fronteriza como un medio para luchar
contra la inmigración ilegal y dejando a los mexicanos solos en su lucha contra
los carteles.
Es hora de que Estados Unidos reconozca de manera más
categórica que “la guerra de México contra el narcotráfico”, que dicho país
está librando, es más bien “la guerra de Estados Unidos contra el
narcotráfico”.
El Departamento de Justicia estadounidense dice que las
organizaciones del narcotráfico en México son la mayor amenaza de crimen
organizado para su país. Estados Unidos debe suprimir la demanda de drogas
ilícitas a través de la educación, el tratamiento y la aplicación de la ley,
pero sin olvidar la responsabilidad imprescindible de ayudar a México a
mantenerse en la lucha.
Por otra parte, el aumentar el apoyo político bipartidista
de Estados Unidos puede animar al pueblo mexicano y a su nuevo presidente,
Enrique Peña Nieto, a mantener sus esfuerzos antidrogas para avanzar con la
seguridad, la estabilidad y la prosperidad de ambos países. Los Estados Unidos
también debería proporcionar apoyo material recio e innovador para estos
esfuerzos e institucionalizar la cooperación policial y el intercambio de
información esenciales para esta lucha común contra los grupos delictivos
transnacionales.
En América Central, las instituciones de gobierno y el
imperio de la ley se han visto desbordados por la avalancha de bandas
criminales que han sido desplazadas por la reforzada aplicación de la ley en
México. El aparato estatal Guatemalteco ha carecido de fondos suficientes
durante décadas, y las instituciones de Honduras se han visto debilitadas por
una sucesión de presidentes populistas caudillistas y por la corrupción
sistemática y la presencia cada vez mayor de la delincuencia organizada. El
Salvador enfrenta un desafío único de pandilleros deportados de los Estados
Unidos, que mantienen sus vínculos con redes criminales en centros urbanos
estadounidenses. Una crisis de seguridad pública en estos países ha minado la
confianza popular en los funcionarios electos y ha desbordado las mal
entrenadas y equipadas fuerzas de seguridad.
A menos que Estados Unidos y los países vecinos coordinen
una respuesta conjunta internacional, varios de estos países pueden convertirse
pronto en territorios ingobernables, generando serios problemas económico,
conflictos civiles y crisis de refugiados. Este desafío requiere de un plan de
rescate regional (liderado por Estados Unidos, México, Colombia, Europa, y los
bancos multilaterales de desarrollo). Estados Unidos debe fomentar la
organización de una cumbre de gobiernos e instituciones de aquellos países
interesados en desarrollar dicho plan y ponerse de acuerdo sobre cómo implementarlo
y financiarlo.
Pero la mayor amenaza a la seguridad y la estabilidad en las
Américas es el narco-estado que ha echado raíces en Venezuela bajo el
irresponsable régimen de Hugo Chávez. Este régimen hostil es administrado por
aparatos de seguridad de Cuba, financiado por China, armado por Rusia, y
asociado con Irán, Hezbolá y narcotraficantes colombianos y mexicanos.
Autoridades policiales y fiscales federales han reunido
nueva y fascinante evidencia implicando a altos funcionarios venezolanos y al
propio Chávez en el narcotráfico en colusión con grupos terroristas
colombianos. Chávez también ha establecido una importante alianza estratégica
con Irán para que este pueda evadir sanciones internacionales y llevar su
amenaza asimétrica a las propias puertas de los Estados Unidos. Aún cuando la
comunidad internacional implementa nuevas sanciones económicas para prohibir a
Teherán los medios para mantener un programa de enriquecimiento de uranio, el
régimen ha establecido docenas de oscuras empresas comerciales y bancos en
Venezuela para blanquear hasta $ 30 mil millones a través de su petro-economía.
Ciertamente, los principales narcotraficantes que
administran la Venezuela de hoy, tendrán todas las de perder cuando Chávez
sucumba al cáncer. Varios de los feroces gobiernos anti-estadounidenses tienen
gran interés en participar en el diseño de una sucesión chavista, aún cuando
dicho régimen esté luchando contra una situación fiscal insostenible, una
economía colapsada, la polarización social y una crisis de seguridad pública.
En resumen, dentro de los próximos años, Venezuela se convertirá en un desastre
que impactará en la seguridad regional y el suministro de energía. La política
actual de Estados Unidos de evadir su respon-sabilidad ante la implosión de
Venezuela es insostenible y peligrosa.
Todo gobierno serio en las Américas debe asumir su
responsabilidad al lidiar con estos temas antes de que se vuelvan inmanejables.
Las crisis en Centroamérica y Venezuela requerirán del liderazgo de los Estados
Unidos, de diplomacia inteligente, y de recursos para organizar un sistema
eficaz de respuesta multilateral. Las
siguientes son recomendaciones para abordar estos temas, enumerados según el
país o región.
Las Américas:
•Reiterar el énfasis
en las capacidades de inteligencia y en la misión para enfrentar amenazas
extrarregionales y la delincuencia en las áreas de fronteras y limítrofes;
•Incrementar el
diálogo a nivel de las fuerzas armadas regionales y europeas, así como con las
agencias de inteligencia y seguridad sobre las amenazas comunes;
•Plantear que los
Comandos Norte y Sur, la Guardia Costera estadounidense, y de la agencia
antidrogas estadounidense (DEA) proporcionen nuevos planes de acceso para la
consecución adicional de fondos y otros apoyos;
•Garantizar una mayor
cooperación desde el Departamento de Estado estadounidense con la policía y los
grupos de inteligencia.
México:
•Desarrollar un
fuerte apoyo bipartidista en el Congreso de los Estados Unidos para los
esfuerzos antinarcóticos mexicanos y para que se considere a México no sólo
como un “ejecutor”, sino como un aliado contra los carteles del narcotráfico,
así como brindarle importancia a las estrategias comunes “de América del
Norte”;
•Establecer una
unidad interinstitucional entre Estados Unidos y México con base en el
Departamento del Tesoro estadounidense para mejorar la focalización contra el
crimen organizado y las operaciones de lavado de dinero, a fin de paralizar la
solvencia financiera de los cárteles.
Centroamérica:
•Construir una
coalición internacional para apoyar los esfuerzos antidroga y anticrimen
centroamericanos – lo que incluiría a
México, Colombia y la Unión Europea -
redirigiendo los bienes incautados a los programas antidrogas en el
exterior;
•Desarrollar una
estrategia integral para fortalecer a los gobiernos regionales y los procesos
institucionales con el objetivo de marginar a grupos del crimen organizado
mediante el aumento de la seguridad, la persecución legal, y las operaciones
contra el crimen.
Venezuela:
•Formar un grupo de
trabajo interinstitucional bajo el liderazgo del Consejo Nacional de Seguridad
de Estados Unidos para evaluar y responder a las amenazas que representa el
gobierno de Chávez y su alianza con Irán, su relación con el narcotráfico y las
implicaciones de la compra de armas rusas;
•Mejorar el uso de
las medidas de aplicación de la ley por la DEA y el Departamento del Tesoro de
Estados Unidos para desenmascarar a funcionarios venezolanos y empresas que
estén involucradas con el narcotráfico, el terrorismo internacional, o
entidades iraníes sancionadas;
•Instruir a embajadas
estadounidenses en el extranjero para que ayuden a grupos de la oposición
venezolana en la construcción de una red de solidaridad internacional
democrática para mantener el control de graves violaciones en el régimen de
Chávez de procesos democráticos y de la defensa de derechos fundamentales de la
oposición venezolana democrática;
•Transmitir mensajes
diplomáticos apropiados a China, Cuba, Rusia e Irán para que no interfieran en
la transición democrática post-Chávez en Venezuela;
•Preparar un plan de
acción post-Chávez para ayudar con la eliminación de elementos criminales en el
gobierno venezolano actual, ayudando a los venezolanos a recuperar los activos
robados y contribuir a la rehabilitación del sector energético y de la
infraestructura nacional a través de la participación del sector privado y de
los bancos multilaterales de desarrollo.
Relaciones entre los Estados Unidos y Brasil
La puesta en marcha de una renovada política estadounidense
en el Hemisferio Occidental requiere de una reevaluación profunda de las
relaciones bilaterales con Brasil. Con una población de unos 200 millones de
habitantes, una economía de $ 2,5 trillones de dólares (la sexta en el mundo),
y una historia reciente de gestión política y
económica estable y vigorosa, Brasil está empezando a darse cuenta de su enorme
potencial. Así como China utilizó los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 para dar
a conocer su progreso económico y su ingreso a la modernidad, Brasil será el
foco de la atención mundial en 2014 y 2016 como sede de la Copa Mundial y de
los Juegos Olímpicos, respectivamente.
Fortalecer y ampliar las relaciones con Brasil debe ser una
prioridad presidencial para los Estados Unidos. La profundización de la
cooperación para el desarrollo, en particular en las áreas de comercio,
seguridad y energía es a todas luces de interés para ambos países. Sin embargo,
aunque la modernización de relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Brasil
brinda oportunidades, también representa desafíos. Para la diplomacia
estadounidense será una prueba convencer a algunos sectores del Brasil que las
relaciones con los Estados Unidos no son un juego de suma cero, y que se pueden
acumular importantes beneficios para ambas poblaciones, como resultado de una
mayor cooperación.
Algunas recomendaciones para la cooperación entre los
Estados Unidos y Brasil:
•Dinamizar un
compromiso a nivel presidencial;
•Instaurar una
fundación cofinanciada por los Estados Unidos y Brasil (el modelo German
Marshall Fund) para institucionalizar una cooperación amplia, centrada en la
información y las tecnología de las comunicaciones (la llamada “economía
electrónica”), en los estudiantes, los intercambios políticos de base,
culturales y de otro tipo, y la enseñanza de idiomas;
•Establecer un equipo
interinstitucional de estrategias de desarrollo para la superación de la visión
de suma cero en las relaciones bilaterales, adoptada por algunos en el
establecimiento de la política exterior de Brasil;
•Crear un organismo
de defensa bilateral para tratar temas que conciernen a los retos de la
seguridad global, la cooperación en materia de defensa, la modernización
militar, y los desafíos de seguridad regional;
•Incentivar
inversiones norteamericanas en la industria de la aviación y aeroespacial del
Brasil; superando los problemas de transferencia de tecnología para la creación
de oportunidades en favor de los fabricantes estadounidenses.
•Ofrecer cooperación
con equipos encargados de la planificación de la Copa Mundial y de las
Olimpiadas.
Conclusión
Las oportunidades potenciales y los beneficios mutuos nunca
han sido mayores para la cooperación intrahemisférica. Pero las autoridades de
los Estados Unidos deben tomar la iniciativa de manera agresiva para
transformar ese potencial en realidad. Ciertamente existen desafíos y
obstáculos por delante, pero el aumento de las relaciones económicas tomarán un
impulso dinámico propio, y de una vez por todas dejarán obsoletos a algunos de
los programas populistas retrógrados de las Américas. La proximidad geográfica,
los lazos culturales y familiares, los valores compartidos y la creciente
prosperidad son poderosos incentivos para impulsar una reevaluación fundamental
de las relaciones entre Estados Unidos y el Hemisferio Occidental. Es esencial
que las autoridades de los Estados Unidos demuestren su voluntad política para
sacar provecho de esta oportunidad sin precedentes. Este trabajo ha recibido los beneficiosos
aportes y puntos de vista de expertos en la materia sobre las relaciones
hemisféricas durante dos reuniones celebradas en Washington, DC. Entre ellos
cabe mencionar a David Rogus, Martin Rodil, Alex Sutton, Eric Farnsworth, Ángel
Rabasa, Gabriel Sánchez Zinny, Dan Runde, Francis Skrobiszewski, Danilo Cruz
DePaula, Felipe Trigos, José Javier Lanza y otros que prefirieron el anonimato.
Los autores son los únicos responsables del producto final.
Nota
1. “Caminos a la Prosperidad en las Américas” (EE.UU.
Departamento de Estado, Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental), 22 de
octubre de 2012, www.state.gov/p/wha /rls/fs/2012/199459.htm.
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