Por PEDRO PAÚL BELLO
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello
Fuente: Republicano Liberal
Ciertamente, una de las figuras mundiales de mayor prestigio y autoridad en relación al estudio y conocimiento del fenómeno del totalitarismo es Hannah Arendt. Una de sus obras más conocida al respecto es “El origen del totalitarismo.”
El ejercicio y dominio total del poder, sin embargo, es muy remoto y está presente en la humanidad casi desde sus inicios existenciales. No obstante, después de la Edad Media y del desarrollo de las ciencias y el posterior de las técnicas; de las revoluciones que, como la inglesa en el siglo XVII y la francesa del siglo XVIII, cambiaron radicalmente la anterior concepción de la política y luego, con el desarrollo de la tecnología en sus diversos aspectos, se pasó a una consideración del ser humano muy distinta y se fueron desarrollando, progresivamente, diversas y diferentes maneras de entender a las personas como individuos y a los grupos como tales. Dijo a este respecto Gino Germani, en su prólogo del libro en castellano de Erich Fromm, “El miedo a la libertad”, que “la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y una expansión de la voluntad de los individuos, que los haga dueños de una voluntad y un pensamiento auténticamente propios.” Esta sentencia de Germani es verdadera y tiene gran importancia.
Obviamente, la realidad de nuestra sub-región latinoamericana hubo de ser muy distinta a la evolución que tuvo por asiento a Europa, particularmente en Inglaterra, Francia y Alemania integradas de manera distinta a ese presente y, por supuesto, los Estados Unidos que, en esta consideración del tiempo pasado, habría de recibir toda la influencia inglesa. Expresa el profesor ítalo-venezolano Alberto Filippi que “la comprensión de la ‘vexata questio’ de las relaciones entre feudalismo y capitalismo en la historia de España, es esencial para poder, sucesivamente, enfrentar el tema de sus dimensiones hispanoamericanas.” Continua Filippi: “ha habido múltiples tipologías de feudalismos y de procesos de feudalización … sólo el formidable desconocimiento empírico sobre las historias extra-europeas ha impedido, de manera casi sistemática, que se plantearan y se trazaran comparaciones, paralelos y analogías capaces … de iluminar las distintas, determinadas o específicas historias de los mundos no europeos.” Contrariamente, como lo expresara Kula: “es justamente la repetición de las irregularidades, de lo atípico, de lo excéntrico, la base que permite acceder a las construcción teórica de los modelos.”
En el caso de España, que compete a latino-américa, es evidente que sus irregularidades determinaron la peculiaridad de nuestro feudalismo, en particular el venezolano, aunque hubo diversas y distintas expresiones en toda la sub-región. El feudalismo español fue el más breve de Europa: se cumplió en el plazo histórico de algo más de los dos siglos que transcurrieron entre la ocupación visigoda del territorio peninsular y la conquista musulmana. “La específica lucha histórica de la reconquista fue el determinante fundamental de las formas del feudalismo español, más que la originaria colisión y fusión de las sociedades bárbara e imperial.”
España, sin haber podido asentar sus estructuras económicas y sociales sobre la producción Agro-pecuaria y la propiedad inmobiliaria, tuvo que entrar en el juego político europeo, obligada a formar un Imperio cuyas guerras financiaba con las riquezas provenientes de sus colonias en América. No tuvo España una etapa pre-industrial, y la inflación --entonces desconocida pare ellos—pero provocada por esas riquezas adventicias, pasaron principalmente a Inglaterra y a otras regiones. El poder, fundado en la tierra firme latinoamericana por la nobleza, desapareció. En la América española, cuando se produjo la coyuntura de Bayona y la caída o derrumbe del imperio español, las instituciones de naturaleza social fundadas por España no fueron eliminadas sino transformadas, lo que generó para estos países una “relativa autonomía” respecto al capitalismo industrial europeo, hecho que fue fundado en complejos sistemas neo-feudales. Esto desarrolló un dinamismo político en cada una de las nuevas naciones independientes, lo que reforzaría dichos sistemas y, luego, generaría la forma política-feudal del caciquismo-coronelismo-caudillismo.
Después, en un tiempo históricamente breve, el modelo de Estado establecido en casi todos los países de la sub-región se agotó, porque la dirigencia surgida a fines del siglo XIX no era capaz, en casi todos ellos, de entender los cambios que venían produciéndose en el mundo más desarrollado. Tales gobiernos fueron paulatinamente separados del poder, y complejas alianzas de clases sociales trabajadoras con intereses económicos de sectores de mayor poder económico, realizaron planes para conducir los países, lo que constituyó las bases de apoyo del modelo populista de Estado, que se estableció en casi todos los países del nuevo continente, siendo Venezuela el último en hacerlo.
TOTALITARISMO.
En el prólogo de la primera edición norteamericana de su libro, Hannah Arendt escribió que: “si es verdad que en las fases finales de totalitarismo aparece éste como un mal absoluto (absoluto porque ya no puede ser deducido de motivos humanamente comprensibles), también es cierto que sin el totalitarismo podíamos no haber conocido nunca la naturaleza verdaderamente radical del mal.”
Como se señaló anteriormente, las primeras manifestaciones del dominio total sobre los pueblos tuvieron lugar en los países que comenzaron a organizarse, en tiempos que no fueron los primeros de la humanidad, pero si lo fueron así considerados desde la historia. Sin duda que en pueblos de entonces, aún atrasados, el dominio nudo de las personas era ejercido por caciques o formas similares de dominación. En cambio, otro fue el caso de la etapa imperialista derivada del fracaso del sistema Nación-Estado incompatible con los comienzos de un período histórico y con el desarrollo económico e industrial iniciado a finales último tercio del siglo XIX, cuando comenzó la política de expansión cuyo fin se hizo patente con la liquidación del Imperio, que Churchill rechazó presidir, y la aceptación de la independencia de India.
RAZGOS CARACTERÍSTICOS DEL SISTEMA TOTALITARIO.
El totalitarismo es un sistema de dominación muy drástico, condición que le hace ser muy diferente en comparación con otros sistemas de dominación, diríamos “clásicos”, como el despotismo, la dictadura y la tiranía.
Cuando un régimen totalitario logra tomar el poder de una Nación, lo primero que hace es establecer nuevas instituciones políticas y destruir o modificar las anteriores instituciones políticas legales y sociales del país que ha alcanzado dominar. Cuando hacer esto le resulta imposible porque sus fuerzas o apoyos iniciales no eran lo suficientemente fuertes para gobernar según sus intenciones, comienza por cambiar símbolos visibles y tradicionales del país, tales como banderas, himnos y, en la medida en que le es posible, leyes. Paulatinamente, se va apoderando de todas las instituciones políticas del Estado que ha dominado, de manera de sustituir o violar, mediante movimientos engañosos, la clásica separación de los Poderes Públicos, con el propósito de concentrar todos los poderes en manos del líder que haya asumido el poder. Tal fue el caso de Hitler en Alemania y de Stalin en la Unión Soviética, nombre que sustituyó, en su Nación, el antiguo nombre de Rusia, hecho que realizó, en su tiempo, Lenin. Progresivamente, como ocurrió en la Alemania de los tiempos iniciales de Hitler en el poder, o inmediatamente como fue en la China de Mao, transforma a las clases populares existentes en masas, es decir, en la expresión de Ortega y Gasset referida a España y a Europa en general: “donde quiera que ha surgido el hombre-masa…un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas pobres abstracciones.” También interviene las Policías y los Ejércitos y, si al principio no puede sustituirles, crea cuerpos semejantes propios y al servicio de sus finalidades. Además, los regímenes totalitarios tratan siempre de sustituir las organizaciones y partidos políticos por un partido único sometido a sus planes y designios.
Por otra parte, la política exterior de un régimen totalitario se encamina, necesariamente, por la aspiración de generar un gran conflicto internacional, al mismo tiempo que crea alianzas con tendencias de gobiernos extranjeros que, de una manera o de otra, compartan esas aspiraciones en el contexto global del Hemisferio. En el caso del actual gobierno que ejerce las prácticas totalitarias en Venezuela, esa realidad es evidente, no solamente en el ámbito latinoamericano en el que ha construido relaciones “amistosas” con tendencias de signos parecidos a los suyos, sino que se ha abierto al Mundo, estableciendo relaciones solidarias con regímenes de cercanas semejanzas al aquí establecido.
Es evidente que el líder del proceso totalitario venezolano, Hugo Chávez, captó rápidamente la amistad y el apoyo del régimen totalitario que sojuzga a Cuba desde 1959, especialmente a la persona de Fidel Castro. Hasta que Chávez asumió el poder en Venezuela, en febrero de 1999, el de Cuba era el único país del Continente sometido a un régimen totalitario, el cual alcanzaba ya una muy larga dominación sobre el pueblo de la Isla. Para Castro, esa visita de Chávez significó una gran adquisición política, pues luego de la caída de la Unión Soviética, del Muro de Berlín, y la liberación de todos los países sometidos al gobierno de Moscú, el Jefe del gobierno cubano se encontraba aislado del Mundo. Inmediatamente, Castro indicó a Chávez las ventajas que ambos adquirirían de llegar el venezolano al poder, como ocurrió. Por eso Chávez lograba entablar relaciones amistosas con las tiranías semejantes del Mundo. De allí que el venezolano visitara y entablara amistad personal con personajes como Hussein, Geddafi y varios otros. La idea de Castro era volver a lo que pretendía con el llamado proyecto de “La Media Luna”, para el cual envió a Bolivia al Ché Guevara, quien fue muerto en ese país, sobre lo cual han circulado interpretaciones diversas.
En la mente de Fidel Castro continuaba revoloteando la idea que tenía a raíz del fracaso norteamericano en la guerra de Viet-Nam. La aspiración de Castro cuando envió a Guevara a Bolivia era, precisamente, la de hacer de Latinoamérica un bloque para oponerlo al “imperio” norteamericano. Apoyado en el Foro de Sao Paolo, creado en 1990 en Brasil y formado por las izquierdas marxistas latinoamericanas y otros grupos políticos más moderados, más la posibilidad de obtener el apoyo de la Venezuela petrolera, abría de nuevos puertas a las posibilidades de su plan. En el fondo, el plan iba mucho más lejos; era la acariciada idea de generar un conflicto mundial bi-hemisférico, entre un Sur del mundo pobre y un Norte muy rico, y entre el Oriente, que se sentía maltratado y no reconocido por Occidente, contra éste orgulloso y poderoso.
Hasta hace relativamente poco, el maquiavélico “proyecto” podía ponerse en práctica, pero ello se derrumbó a raíz de la muerte del Presidente venezolano. Hoy en día, la grave crisis económica, social y política que padece Venezuela toda, cuyas raíces están en el plan inicial de Fidel Castro, Raúl Castro, hombre más práctico que su hermano Fidel, está tratando de abrir puertas al mal llamado “imperio” Norteamericano, para que, de manera gradual en el tiempo, se levante la tiranía totalitaria que reina en Cuba y se abran salidas “honrosas” para quienes han gobernado a su antojo y conveniencias a la Patria de Martí.
Como colofón de este escrito, me permito citar la parte final de la referida obra de Hahhah Arendt:
Es en la línea de tales reflexiones donde cabe suscitar la cuestión de si el Gobierno totalitario, nacido de esta crisis y al mismo tiempo más claro y único síntoma inequívoco, es simplemente un arreglo temporal que toma sus métodos de intimidación, sus medios de organización y sus instrumentos de violencia del bien conocido arsenal político de la tiranía, el despotismo y las dictaduras, y debe su existencia sólo al fallo deplorable, pero quizás accidental, de las fuerzas políticas tradicionales —liberal o conservadora, nacional o socialista, republicana o monárquica, autoritaria o democrática. O si, por el contrario, existe algo tal como la naturaleza del Gobierno totalitario, si posee su propia esencia y puede ser comparado con otras formas de Gobierno y definido como ellas, que el pensamiento occidental ha conocido y reconocido desde los tiempos de la filosofía antigua. Si esto es cierto, entonces las formas enteramente nuevas y sin precedentes de la organización totalitaria y su curso de acción deben descansar en una de las pocas experiencias básicas que los hombres pueden tener allí donde viven juntos y se hallan ocupados por los asuntos públicos.
Si existe una experiencia básica que halla su expresión política en la dominación totalitaria, entonces, a la vista de la novedad de la forma totalitaria de Gobierno, debe ser ésta una experiencia que, por la razón que fuere, nunca ha servido anteriormente para la fundación de un cuerpo político y cuyo talante general —aunque pueda resultar familiar en cualquier otro aspecto— nunca ha penetrado y dirigido el tratamiento de los asuntos públicos.
Etiquetas: Hannah Arendt, totalitarismo