Chávez: “Mackled viene por mi”
Por: Manuel Malaver
Fuente: Semanario La Razón
No creo exagerar si aseguro que Chávez, tan pronto conoció las denuncias que disparaba Walid Mackled en un canal de noticias de la televisión colombiana hace semanas, comenzó a perder el sueño, a aumentar de peso, a salirle más canas, a despertarse en las madrugadas dando gritos, a consultar brujas, babalaos y paleros, a pedirle opiniones a abogados expertos en casos como los de los expresidentes, Ernesto Samper de Colombia y Manuel Noriega de Panamá, y sobre todo, a llamar a Fidel y Raúl Castro para preguntarles si podía contar con ellos en caso de que, desde el imperio, una corte expidiera una orden de captura en su contra por encontrarlo culpable de “delitos de narcotráfico”.
Y es que, si como promete Mackled, sus denuncias están avaladas con pruebas, y demuestran que, no solo el exgobernador, Luís Felipe Acosta Cárlez, y autoridades civiles y militares del Estado Carabobo, sino altos funcionarios, ministros y generales del entorno más íntimo a Chávez, actuaron e interpusieron sus influencias para que el narcotraficante de origen libanés, le pusiera el guante en menos de 10 años a una fortuna que el mismo calcula en 5 mil millones de dólares, entonces, sería difícil despejar la sospecha de que el comandante en jefe en persona conocía, avalaba o se hacía la vista gorda frente a las andanzas de tan afortunado y peligroso “hombre de negocios” y sus cómplices.
Por Chávez mismo sabemos de que en su gobierno “no se mueve una hoja sin que yo lo sepa” ¿cómo pudo entonces ignorar el ascenso económico de Mackled y sus hermanos, el emporio de este superpoder que participaba en tareas específicas de la revolución como eran la distribución de gasolina, de alimentos y de úrea, aparte de ser el dueño de más de la mitad de los almacenes del área de carga y descarga de Puerto Cabello, con las instalaciones y la aduana más importantes del país?
¿Y el G-2 cubano, y los innúmeros cuerpos de seguridad del estado, los espías y agentes camuflados de todo orden y pelaje tan eficientes a la hora de pinchar teléfonos, de espiar opositores y llevarlos a los tribunales, de encerrarlos en ergástulas y no dejarlos en paz ni a sol ni a sombra?
¿Para ellos no existía Mackled, el crecimiento de sus cifras y negocios, y su conversión, de la noche a la mañana, en el capitalista más poderoso del estado Carabobo y de toda la región?
Walid Mackled, en efecto, no solo fue el principal constructor de viviendas del estado Carabobo en los tiempos en que el gobernador, general Luís Felipe Acosta Cárlez, llevó a cabo aquel ambicioso plan para que “ni un solo pobre de la entidad se quedará sin un techo donde cobijarse”, y que se tradujo en una gigantesca ola de corruptelas a raíz de la cuales, los pobres quedaron aun más en la intemperie (las viviendas que aparecieron fueran muy pocas, y casi siempre se caían en meses), pero que le aportó al constructor los inicios de una inmensa fortuna, con la cual pasó a adquirir la concesión para comprar más de la mitad de los almacenes de Puerto Cabello, permitiéndole controlar el ingreso y el egreso de los cientos de miles de containers de carga que traficaban por el principal puerto del país.
O sea, que lo convirtieron por lo menos en veedor del grueso del tráfico de estupefacientes que entraba y salía del país, y que ya antes de Chávez, y del propio Mackled, crecía de manera exponencial e incontrolable, pero que ahora, casualmente, cuando el empresario boliburgués se convirtió en el principal propietario de las instalaciones portuarias, se elevó hasta alturas siderales.
Estos son los tiempos, por cierto, en que a Walid Mackled, sin tener ninguna experiencia en el ramo de la producción, procesamiento y distribución de alimentos, se le da la concesión para vender la mayor parte de la úrea que se produce en Pequiven, una de las empresas filiales de PDVSA, y se coloque al frente de una inmensa red de gandolas y camiones de carga que recorren el país transportando úrea y “otras mercancías”.
Ahora bien, la úrea no es solo un fertilizante indispensable e insustituible en un país que piense en la agricultura como un fenómeno de escala, sino igualmente un químico algunos de cuyos componentes pueden jugar un papel como precursores en el proceso de refinación y conversión de la coca en cocaína.
Razón que podría explicar por qué desde esa fecha, en que con la ayuda del gobernador Acosta Cárlez y de autoridades civiles del estado, se corona como “Rey de la Urea”, Mackled multiplica sus contactos con el narcotráfico colombiano, y pasa a ser un eficiente receptor que puede, además, reenviar miles de kilos de “mercancía” al Caribe, Centroamérica, Estados Unidos, Europa y África.
Son los tiempos en que ya es vox populi que puede ser un hombre del tráfico de drogas en la región, de que en algunas de sus haciendas en los estados vecinos se siente un movimiento fuera de lo normal, y su nombre dicen que aparece en los computadores de narcotraficantes asesinados como el Jabón en el estado Mérida, o del Chupeta, capturado en Sao Paulo, Brasil.
Ah, pero igualmente, hay una explosión de noticias de que barcos y aviones con cargamentos de cocaína procedentes de Venezuela comienzan a llegar a puertos y aeropuertos de países africanos, pero no sin antes darse una pasadita por un país centroamericano cuyo presidente es un ferviente aliado y seguidor del presidente Chávez: la Honduras de Manuel Zelaya.
Pero sería estrecho, limitado, reductor, decir que las actividades de Mackled como autoridad capitalista mayor de Puerto Cabello y de “Rey de la Urea” en todo el país, culminaron en sus conexiones con el narcotráfico colombiano, y no escalaron alturas mayores, como pudo ser comprometerse, u observar sin comentarios, el tráfico de armas, de equipos de guerras, de materias y componentes peligrosos, de personal de todo tipo y procedencia, que según todos los indicios y denuncias empezó a tener lugar entre el gobierno de Hugo Chávez y sus aliados extranjeros después del fallido golpe de estado de abril del 2002, del paro petrolero de ese mismo año, y del referendo revocatorio de agosto del 2004.
Un intercambio amplio, extenso, profundo, que pudo alcanzar, desde armas y equipos de guerra para las guerrillas de las FARC y el ELN, hasta materias primas no permitidas como uranio desde o para Irán, pasando por personal especializado en la construcción de bombas sucias, soldados camuflados que defenderían al gobierno en caso de conflictos y militantes de grupos terroristas como ETA que vendrían al país a entrenarse.
En otras palabras: que Mackled podría ofrecer el testimonio, si no las pruebas, de la mayoría del conjunto de actividades ilícitas de que se acusa a Chávez y su gobierno desde hace tiempo, y cuyas denuncias últimas fueron las del expresidente, Álvaro Uribe en Colombia, y las de un exmilitante de ETA que dijo a un juez español que Venezuela daba protección a un jefe etarra, un señor Cubillas, responsable de las actividades del grupo en Norte, Centro y Sudamérica.
En breve, que mucho de lo que puede poner a temer y a temblar a cualquier presidente que juega a la legalidad para cometer ilegalidades, y orgulloso, con justa razón, de que desde hace una década viene jugando el juego de la candelita con un grupo de gobiernos democráticos, o seudemocráticos, que por fin empiezan a convencerse de que se trata de un fuera de la ley de alta peligrosidad, del cual se puede esperar cualquier cosa.
Pero que no obstante, y quizá por impericia o soberbia puede cometer errores, como fue romper y lanzarse en una cacería contra un operador de confianza que quizá cayó en el fuego cruzado de una guerra intestina entre caciquillos, entre algunos de sus socios y sostenedores como pueden ser los civiles y militares que lo apoyaron como financista de la revolución en el estado Carabobo, sirviéndoles, es cierto, para crear un imperio que ya iba por adueñarse de una línea aérea, pero también para enriquecerse a su sombra de una manera abusiva y desmesurada.
Portador de una bomba que para Chávez y su gobierno no puede explotar sino de manera controlada y neutralizada en territorio venezolano, en medio de policías, jueces y fiscales que obliguen a Mackled a desdecirse previa desaparición de las pruebas y lo hagan pagar después con una cadena perpetua la audacia de rebelarse.
Pero nunca en el territorio de un país como Estados Unidos, donde ser encontrado culpable de un delito como el narcotráfico se paga con la cadena perpetua de que son objeto tantos narcotraficantes colombianos, o si no con la requisitoria, detención, enjuiciamiento y sentencia de que hasta hace poco fue víctima el expresidente de Panamá, Manuel Antonio Noriega.
Etiquetas: Banda Terrorista ETA, narcotrafico
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