Relaciones Internacionales: ¿Negocios Sin Principios Eticos?
Por: Pedro Lastra
Fuente: Noticiero Digital
Hace tres meses, el embajador del gobierno colombiano ante la OEA reveló con bombos y platillos, ante el estupor de la comunidad internacional y retransmitido en vivo y en directo ante millones y millones de telespectadores, con pruebas tan fehacientes como el pelo del Mono Jojoy entre sus dedos, que los narcoterroristas de las FARC se paseaban por territorio de Venezuela como Pedro por su casa, con la absoluta anuencia y complicidad del gobierno del teniente coronel Hugo Chávez, hermano del alma de gobernantes tan forajidos como Ajmadinejad y Lukaschenko. Mostró mapas, videos, testimonios y en lenguaje de una dureza desconocida en ese foro presidido por una de las peores alcahuetas de los desafueros del castro-chavismo como el inefable y tristemente célebre José Miguel Insulza, exigió que Hugo Chávez respondiera de las acusaciones – y que la OEA en pleno avalara esta exigencia – en un lapso no mayor de mes y medio. Pues pasado ese lapso, los forajidos venezolanos correrían a borrar las huellas. Como es de imaginar, ya estarán borradas.
Ese embajador, cuya palabra es la de su gobierno, continúa en el cargo, se sienta a diario junto al impresentable embajador salido del closet de la cancillería venezolana y aparentemente han hecho las paces por encargo de sus respectivos gobiernos. Pues si en Venezuela continúa al frente del gobierno el mismo forajido que protege a las narcoguerrillas, en Colombia ha habido un cambio de mando: ahora el embajador no lo es de Álvaro Uribe, sino del señor Santos. Y el señor Santos, tocándole la billetera a los empresarios colombianos, ha decidido que deben primar los intereses crematísticos por sobre los político ideológicos y que bombardeado el Mono Jojoy y liquidada la cabeza de la culebra, bien pueden pasearse las narcoguerrillas por Venezuela. Es más: le hacen un favor. Por él, que las FARC se muden de plano a nuestro país y le permitan hacer su gobierno sin estropicios ni gotas de sangre. Muerto el perro, se acabó la rabia. Que el cadáver insepulto se lo coman los venezolanos.
¿Es tan sencillo? ¿Puede un gobierno armar un gigantesco escándalo y luego barrerlo debajo de la alfombra por intereses estrictamente comerciales? ¿Cómo es que Santos, entonces ministro de defensa y principal proveedor de las pruebas con que su presidente denunció a Chávez en Washington, viene a Caracas con su cara tan lavada y protagoniza este arreglo de injurias y ofensas a granel con el forajido que hasta hace nada barría el suelo con su honra? ¿Todo al módico costo de lo endeudado? Como bien dice un senador chileno “la política es sin llorar”. Pero una política – y un político - sin principios es tan despreciable como una meretriz disfrazada de monja. Es la prostitución de la política la que le ha permitido al forajido venezolano mantenerse 12 años en el cargo. A todos los políticos de la región y del mundo entero les ha enrollado los principios y se los ha metido por el trasero en un paquete suficiente engrasado con un montón de billetes. La corrupción como madre de todos los intereses. El dólar petrolero como principio.
El caso se repite con el Sr. Rodríguez Zapatero y su canciller, Trinidad Jiménez. Quien tiene los santos epiplones de asegurar con la mano en el corazón y voz trémula ante senadores amigos de la democracia venezolana y profundos conocedores de nuestra realidad como Iñaqui Anasagasti y García Carnero, que “en Venezuela no existen presos políticos”. Aunque ella sabe perfectamente que en Venezuela los hay como arroz, y que sus nombres y antecedentes están consignados en todos los organismos independientes de derechos humanos, que sus casos son casi tan famosos como los de los presos políticos cubanos y que incluso Venezuela ya cuenta con el triste record de un muerto debido a una huelga de hambre llevada al cadalso por Hugo Chávez, miente sin el menor descaro para no enturbiar las relaciones entre su amigo personalísimo y compañero de ruta, jefe y patrón del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Qué le impide al gobierno de su Majestad tener un ápice de decencia y un adarme de moral y dejar de una vez por todas de alcahuetear al otro tirano del Caribe? ¿Qué negociones turbios de algunas transnacionales españolas llevan a este insólito capítulo de inmoralidad pública, abandonando a su suerte a los miles de españoles perseguidos, expropiados y aterrados por el socio del Caribe? ¿Valen más MoviStar y la Telefónica que Alejandro Peña Esclusa o nuestros cuatro diputados a quienes se les desconocen sus derechos constitucionales?
El Sr. Zapatero y su ministra se venden al capo de los hidrocarburos y su gorda chequera por un puñado de dólares. Santos, hábil como un zorrino, atisba palpándose la billetera desde detrás de la puerta. ¿Son estas las formas de practicar las relaciones internacionales y manejar los principios en el mundo de los negocios?
Etiquetas: Alejandro Peña Esclusa, Rodriguez Zapatero
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