Libia: las facetas de Kadafi y los insurgentes
Las derivaciones del conflicto libio, tras la intervención de la OTAN, alimentan interpretaciones conspirativas en las que coinciden ex aliados del dictador y supuestos progresistas.
Por: Marcelo Cantelmi
Fuente: Los Andes - Argentina
El comandante norteamericano de la OTAN, James Staviridis, acaba de confesar ante un comité del Senado en Washington sus dudas respecto a lo que sucedería con Libia si cae la dictadura.
Este condecorado almirante sostuvo que carece de una idea exacta de quiénes militan en la oposición y deslizó que hay sospechas -destellos, los llamó- de que entre esta gente que lucha contra Muamar Kadafi, hay milicianos de la red Al Qaeda y de Hezbollah. Sólo le faltó citar a Hamas para que ninguno de los demonios más frecuentados del olimpo terrorista estuviera ausente.
Staviridis no se detuvo en los imposibles de una sociedad semejante, pero sabe que alcanza su sola mención para desprestigiar el sentido popular de esta rebelión republicana en Libia y su carácter imprevisible. Kadafi nunca fue un problema en ese sentido; por eso el dictador, en el inicio de la crisis, tuvo dos reacciones instintivas: como Staviridis acusó a Al Qaeda por sus contratiempos y llamó a sus socios petroleros a que no lo abandonen y continúen con sus negocios.
Conviene detenerse un instante en la denuncia del marino. Hezbollah es un partido político libanés con rama militar, de la línea ultraislámica chiíta y con nítidos vínculos con la teocracia iraní.
El régimen de los ayatollahs persas ha considerado históricamente como apóstatas a los militantes de esa fantasmagórica red de Osama Bin Laden creada en plena Guerra Fría al amparo de EEUU para combatir a los soviéticos en Afganistán. Son sunitas ultraislámicos wahabitas que, en la noción de los clérigos iraníes, configuran un insulto al Islam. Jamás irían juntos a ninguna parte, además, porque Teherán contribuyó no tan secretamente en el colapso del régimen talibán que amparaba a Bin Laden en Afganistán.
Esta no es la única arquitectura crítica de los rebeldes que se ha construido alrededor del caso libio. Otra de esas formulaciones la acaba de reiterar en Buenos Aires el presidente venezolano Hugo Chávez al reivindicar sin objeciones la figura “revolucionaria y libertaria” de Kadafi.
La estrategia del bolivariano y sus seguidores lastra la identidad de los insurgentes como también lo hace Staviridis, pero en el caso de Caracas vinculados no ya a Al Qaeda o Hezbollah sino con la CIA, al traducir linealmente la intervención de la OTAN como evidencia de que este movimiento no es de las masas sino una estrategia superestructural para controlar el poder petrolero del país árabe. Con Kadafi ese negocio estaba ya bajo control.
Pero ocurre que la de Libia es la única rebelión con características armadas en la región. Y se ha convertido, por lo tanto, en el antecedente más explosivo capaz de generar un efecto imitación en la oleada de alzamientos contra la legión de dictadores que medran por esta zona, en su mayoría amparados por el Norte mundial. Ahí reside una de las claves del multiplicado interés occidental por este país y la intervención de la OTAN, pese a que nunca Libia estuvo en alguna agenda de prioridades de la Casa Blanca.
En verdad, EEUU y Europa, como ya se ha sostenido desde esta columna, no han roto su alianza con Kadafi a partir de escrúpulos humanitarios nacidos del carácter sanguinario del régimen. Esa cuestión jamás importó durante la larga sociedad que esas capitales sostuvieron con la dictadura. Lo que se ha hecho, en verdad, ha sido intentar armar un control sobre el país y también de una región de extrema importancia estratégica cuya mutación republicana no estaba prevista en ningún arenero.
Cuando Chávez defiende al déspota libio cae en ese mismo laberinto, pero no se trata de un error ni de un mal paso ingenuo. El mundo de Kadafi, como muchos de esta periferia, es un espacio oscurantista. No hay ningún tipo de libertad para elegir autoridades, discutir las decisiones del gobierno, publicar y difundir ideas, o marchar para peticionar o construir organizaciones de defensa de las libertades individuales. Es una sociedad secuestrada y castrada de todo poder civil.
La crisis ha contribuido por lo menos para desarmar nociones autoritarias, como la que sostiene que la prensa y la propaganda crean un sentido común que disciplina a las sociedades. En Libia y las otras dictaduras de esta barriada, todo lo que se publica son alabanzas al poder.
De modo que entre esos mismos escombros yace también la idea pueril, que también se ha extendido en nuestro país, de que una corporación mediática oficialista garantiza ese poder. La gente siempre va por la suya, de eso se ha tratado siempre la historia.
El problema es que planteada en Argentina, que ha sufrido dictaduras y oscuridades, la reivindicación chavista a Kadafi, aceptada sin prejuicios ni memoria por sus seguidores locales, implica la celebración de la censura y del control político de la voluntad de la gente. Visto desde Europa, la defensa de esta matriz autoritaria evoca con otras máscaras las posiciones de los nuevos nacionalismos semifacistas que han surgido en países como Holanda, Italia o Suecia como consecuencia de la crisis económica.
El progresismo populista latinoamericano reconoce también su origen en los abismos de pobreza legados del ultraliberalismo de los años ’90. Pero su deriva actual tiene similares puntos en común con el neofascismo europeo. No sólo por el ataque concentrado sobre la prensa y las instituciones formales republicanas sino por el lugar donde se coloca a la gente y al poder.
Así, cualquier denuncia sobre los crímenes de la dictadura libia es repudiada en muchos sitios de internet vinculados con el chavismo y sus seguidores, como parte de un despectivo “derecho humanismo”, que sería usado por los poderes imperiales para perseguir a esos gobiernos populares.
El problema no es sólo que Chávez y la OTAN acaben hablando de lo mismo, sino que se maquilla como progresistas banderas que eran propias de las dictaduras militares que despreciaban los derechos humanos, la libertad de prensa y cualquier tipo de oposición de ideas. Es un tremendo retroceso que amenaza con otra noche cualquier forma de idealismo.
Etiquetas: terrorismo
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home