Totalitarismo: El Terror Puede Ser Dulce
Por: Luis Montes
El
brillante historiador francés Stéphane Courtois, uno de los grandes estudiosos
del comunismo en la actualidad, sostiene que lo que caracteriza al
totalitarismo comunista no es la intensidad del terror físico cuya expresión
máxima sería el asesinato masivo, sino, en definitiva, el control de la
sociedad. Y este control puede obtenerse mediante lo que el califica como
terror “dulce”: “que no provoca
directamente la muerte física, ni adopta las formas clásicas del Estado
policial, sino que lleva a prácticas, poco conocidas y más perniciosas, que
tocan a las personas en su vida cotidiana, e incluso en su intimidad”.
Anoche
en una participación en televisión la precandidata María Corina Machado,
señalaba, entre otras cosas, que al gobierno le interesaba tener ciudadanos
pobres y dependientes de las dádivas del Estado.
Ciertamente,
esa es una de las forma predilectas del terror “dulce” emprendido por los
Estados totalitarios. Por esta razón sería inconcebible, para los arquitectos
del socialismo del siglo XXI, que Polar
pueda permanecer. Está en el renglón de las prioridades…
Más
abajo un fragmento del libro de Courtois. Communisme
et totalitarisme, Perrin, 2009.
“Todos los regímenes comunistas han instaurado una
economía administrada y planificada centralmente por el partido-Estado que de
esta manera hace suyo el monopolio de la propiedad, la producción y la
distribución de los bienes materiales. Evidentemente este sistema ha
empobrecido los países que han sido sometidos- e incluso arruinados como
Camboya-, pero como contrapartida asegura al poder una formidable posición
dominante sobre la sociedad. Gracias al control sobre los bienes básicos… y del
alojamiento. La gestión discrecional de la penuria ha contribuido a llevar el
terror al corazón de la vida cotidiana.
Desde 1917 Lenin decreta: “Quien
no trabaja no come”. Obviamente, cuando el partido-Estado prohíbe el salario
privado y se apodera del monopolio del empleo, la subsistencia del ciudadano
depende de la buena voluntad del poder. La sobrevivencia alimentaria, de este
modo, deviene un formidable instrumento del poder sobre el ciudadano. Y ha sido desde un
principio aplicado con éxito a las ciudades.
Por el contrario, ha sido más
difícil de implantar en los campesinos que se aseguran su autosuficiencia alimentaria.
Esta es una de las razones que llevó a
Stalin, seguido por la mayor parte de los regímenes comunistas, a colectivizar la agricultura, a fin de tomar
el control de las cosechas, pero también de las granjas avícolas, y huertos. Esta
colectivización ha llevado a grandes tragedias, como la hambruna organizada en Ucrania
en 1932-1933. O el Gran Salto adelante maoísta
en 1959-1961. El hambre, en
consecuencia, ha sido un arma terrible en mano de los poderes comunistas, y aunque
siempre no llegue a los dramas antes indicados, siempre permanece como una
amenaza constante.
La penurias crónicas de los bienes
de consumo básico, comunes a todos los regímenes comunistas, ha engendrado el
fenómeno característico de las ‘colas’. Para procurarse media docena de huevos,
el ciudadano común debe hacer colas durante horas, sin tener, por otra parte,
garantizado que al llegarle el turno de la compra todavía esté disponible el
producto deseado. El tiempo perdido, después de largas horas de trabajo o el
tiempo libre desperdiciado, ha sido un modo de presión sobre las poblaciones,
creando un clima de incertidumbre, de deseos por disponer de más de un artículo
para mantenerlo en reserva, y de violenta hostilidad entre los mismos ciudadanos..” pp.200-203
Etiquetas: totalitarismo
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