Armas por diamantes
El tráfico de piedras preciosas sigue golpeando a África
Por: Daniel Salgar Antolínez
Por: Daniel Salgar Antolínez
Fuente: El Espectador
Ian Smillie, primer testigo en el juicio contra el recién condenado Charles Taylor, cuenta a El Espectador cómo demostró que el expresidente liberiano financiaba al grupo rebelde que desató la guerra civil de Sierra Leona y se tomó las zonas mineras del país.
Ian Smillie, primer testigo en el juicio contra el recién condenado Charles Taylor, cuenta a El Espectador cómo demostró que el expresidente liberiano financiaba al grupo rebelde que desató la guerra civil de Sierra Leona y se tomó las zonas mineras del país.
Un
minero busca diamantes en bruto en las minas a cielo abierto a las
afueras de Koidu, distrito de Kono, al este de Sierra Leona. / EFE /
Der: Charles Taylor. Izq: Ian Smillie
Que el Tribunal Especial para Sierra Leona condene a Charles Taylor,
expresidente de Liberia, sienta un precedente contra la impunidad en la
larga historia de corrupción y violencia relacionada con el comercio de
diamantes en África. Sin embargo, según le cuenta a El Espectador Ian
Smillie —el primero de los 115 testigos que declararon en el histórico
juicio contra el exmandatario en La Haya—, aún falta mucho por hacer
para regular el tráfico ilícito de piedras preciosas, que cobró miles de
vidas durante las llamadas guerras de los diamantes en la década de los
90, y sigue siendo un negocio que se traduce en la riqueza en Europa y
la miseria en el continente negro.
Smillie es uno de los más
reconocidos expertos en el mercado de diamantes en el mundo y ha
impulsado estrategias para regular el contrabando y promover el
desarrollo en los países que producen las apetecidas gemas. Llegó a
Sierra Leona, por segunda vez, en 1996, cuando el país estaba en plena
guerra civil. Estuvo en el distrito de Kono, corazón de la actividad
minera del país “controlada, la mayor parte del tiempo, por el Frente
Unido Revolucionario (RUF, sus siglas en inglés)”, recuerda el experto,
quien demostró que a la cabeza de esas fuerzas insurgentes estaba Taylor
y su oscuro negocio de los diamantes.
Antes de la guerra, según
el reporte de Smillie, los diamantes sierraleoneses eran exportados de
varias maneras. Un pequeño porcentaje era explotado legalmente, a través
de compañías gubernamentales. De los contrabandeados, muchos llegaban a
Bélgica y Líbano, otros eran llevados por los marakas (los itinerantes
comerciantes del occidente de África) hacia Liberia, Costa de Marfil,
Guinea y Gambia.
Pero una vez llegaron los rebeldes armados del
RUF y estalló la guerra civil, las cosas cambiaron. La mayoría de los
diamantes fueron enviados ilegalmente hacia Liberia, a cambio de armas.
Uno de los testimonios que recogió Smillie durante la guerra y que
presentó ante el Tribunal es el de un miembro del RUF que fue minero en
el distrito de Kono. “El general Issay Sesai es la persona responsable
de comprar las armas y la munición para el RUF. Normalmente lo hace a
través de Charles Taylor en un sistema de trueque. Cuando Issay lleva
nuestros diamantes al presidente Taylor, recibe armas y munición para el
RUF”, aseguró.
En principio, los diamantes de Sierra Leona fueron
utilizados para financiar no sólo al RUF, sino a las fuerzas rebeldes
de Taylor (Frente Patriótico Nacional de Liberia), que lo llevaron a la
presidencia en 1997. Una vez en el poder, Taylor, quien heredó un estado
en bancarrota, incrementó casi cinco veces las exportaciones de
diamantes “liberianos” —que en realidad eran sierraleoneses— y cuyo
destino final fue, en su mayoría, Bélgica, algo que Smillie llama un
“fraude de proporciones mayores”.
Las arcas de Taylor crecían
durante la guerra tanto como la violencia en Sierra Leona. Los
insurgentes del RUF, en su intento de desestabilizar al gobierno
sierraleonés y apoderarse de las principales minas del país, hicieron
que más de la mitad de la población fuera desplazada y alrededor de 75
mil personas perdieran la vida desde 1991 hasta 2002, según Amnistía
Internacional. Mujeres y niñas sufrieron un número elevado de
violaciones y otros actos de violencia sexual. Más de 5.000 menores
fueron reclutados a la fuerza para combatir tanto con tropas
gubernamentales como con opositoras. Son conocidas las imágenes de niños
mutilados y de otros tantos esclavizados y obligados a arañar la
tierra, en condiciones de absoluta miseria, en búsqueda de los tesoros
destinados a enriquecer el país vecino.
El experto canadiense dice
que, a pesar de que en su reporte hay suficiente evidencia científica
de que en el suelo liberiano no se producen diamantes de alta calidad
como los de Sierra Leona, el expresidente Taylor y su ministro de
Tierras, Minas y Energía, Jenkins Dunbar, intentaron en vano demostrar
al Consejo de Seguridad de la ONU que su país tenía significativos
recursos de diamantes. “Dunbar nos llevó hasta un sitio donde vimos un
área de cerca de 100 acres recientemente explotada. Alguien apareció
para mostrarnos una pequeña muestra de diamantes que supuestamente
habían sido encontrados allí. No había más de 10 ó 15 mineros en todo el
área. No parecía un sitio donde hubiera ocurrido un hallazgo
importante”.
El reporte de 35 páginas que Smillie presentó a los
jueces de Taylor derrumbó los argumentos del expresidente, que aún
después de ser declarado culpable por haber instigado y colaborado en la
comisión de crímenes de guerra y lesa humanidad, sigue reclamando su
inocencia y sostiene que trabajó por la paz tanto de su país como de
Sierra Leona. “Es un mentiroso”, se limitó a decir Taylor después de que
el testigo presentara el documento en La Haya.
Un año después de
finalizada la guerra civil, Smillie impulsó en 2003 la creación del
Kimberley Process (KP), un proyecto que en principio reunió más de 50
gobiernos y se diseñó para seguir el rastro de los diamantes desde su
origen hasta el momento en que se pulen. “Ningún país exportaría
diamantes a otro que no fuera miembro del KP. Cada país tendría un
certificado sobre la legalidad del transporte y origen de los
diamantes”, explica. Añade que “los controles internos en cada país eran
muy importantes, pero fueron débiles en Sierra Leona, muy débiles en la
República del Congo, malos en Angola y nulos en Venezuela”.
En
2009 Smillie se retiró del KP motivado por dos incidentes. “El primero
es Venezuela, donde el 100% de los diamantes son contrabandeados a las
afueras del país, especialmente a Ghana y Brasil. El gobierno perdió el
control o el interés en resolver este problema y el KP lo permitió”. El
segundo es “Zimbabwe, cuyo gobierno está casi completamente
criminalizado, así como la industria de diamantes. En octubre de 2008
muchos excavadores llegaron a las minas de Marangue, al este del país,
en busca de piedras preciosas, pero el gobierno envió a la fuerza aérea y
los militares y mató a 200 de ellos. No obstante, el KP le dio luz
verde a Zimbabwe”.
Actualmente Smillie dirige la ONG Diamond
Development Initiative, que hace proyectos de desarrollo en Sierra
Leona, Congo, Guinea, Liberia y Brasil, donde intentan incluir a los
mineros a la economía formal, para que tengan mejores condiciones
laborales, mejores precios por sus diamantes y para que los gobiernos
sepan sobre el origen de las piedras preciosas. “Sin embargo —dice
Smillie—, queda mucho por hacer: hay 1,5 millones de buscadores de
diamantes en África y Suramérica que trabajan en la absoluta pobreza.
Aunque las guerras impulsadas por las gemas ya terminaron, prevalece un
gran tráfico ilegal en Zimbabwe, Guinea, Costa de Marfil, Angola, el
Congo y Venezuela”.
Sierra Leona ha tenido dos transiciones
pacíficas de gobierno, “es una democracia que está madurando, aunque
sigue siendo un país muy pobre. Antes del KP, exportaba cerca de US$1
millón en diamantes legalmente, ahora exporta US$140 millones, lo que
implica que el tráfico ilegal ha disminuido. Pero Liberia, que podría
exportar apenas US$10 millones, sigue entre los exportadores de
diamantes de mayor calidad en el mundo”.
¿De dónde salen los
diamantes liberianos? “Es exactamente la misma incógnita que había
durante el mandato de Taylor. Pueden venir aún de Sierra Leona, aunque
también de Angola”, asegura Smillie. Lo cierto es que el comercio de
diamantes prevalece y para los tribunales se hace más difícil hallar un
responsable. Respecto al juicio a Taylor, condenado el 26 de abril, pero
cuya pena se conocerá el próximo 30 de mayo, Smillie opina que
“frecuentemente después de las guerras, los encarcelados son soldados
que sólo obedecían. Ahora encontramos a alguien que daba las órdenes
desde los altos mandos, un precedente importante para África”.
Etiquetas: kimberley Process
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