La isla de los Monos
Por: Lorenzo García Tamayo
Descansado contra la baranda de la barcaza contemplé a lo lejos las montañas que coronaban las dos penínsulas en la Isla de Los Monos. La estela espumosa, dejaba atrás todo el esplendor de sus bellezas naturales. Sus soleadas playas, humedales, lagunas y fértiles valles, precedidas por el verdor de un exuberante bosque tropical, remataban un paisaje repleto de colores metálicos trepando hasta las cimas de las dos cordilleras isleñas.
La brisa marina golpeaba suavemente a sotavento. A mi lado en la cubierta del barco reconocí a un insular. Aunque no se le notaba, sabía que tenía rabo, porque el día anterior lo había visto correteando con unos niños en las blancas arenas de la bahía principal. Estaba absorto igual que yo, contemplando el hermoso paisaje a contraluz del atardecer.
- Yo lo conozco - le dije – lo vi jugando ayer con unos niños en la playa. ¿Son sus hijos?
- Mis sobrinos. Solamente mis sobrinos – contestó lacónicamente.
- Entiendo.
Continuamos ambos por mucho rato viendo como las formas de la Isla se iban achicando en el horizonte hasta poco a poco irse transformando en titilantes y diminutos puntos luminosos con la entrada de la noche. Finalmente me aventuré a preguntarle.
- ¿Por qué razón existiendo una vacuna cien por ciento eficaz, aún siguen naciendo niños con rabo prensil?
Se quedó un largo rato mirando el lomo plateado de las ondas marinas iluminadas por los fulgores lunares como tratando de construir una respuesta adecuada a mi impertinencia, y tras un corto silencio, respondió cordialmente expresando sonriente.
- Compadre, eso es lo que tenemos. No se imagina lo que podemos de niños y adolescentes hacer con nuestras colitas. Son muy útiles. Creo es un error tratar de eliminarlas. En todo caso, no es uno el que decide esas cosas.
- ¿Y quién decide esas cosas? – le respondí inmediatamente
- Los de siempre. Los de siempre -mientras la barcaza hendía la proa en la inmensidad del mar.
La fecha cierta de la aparición del síndrome de los niños con rabo, nadie la sabe, pero todos concuerdan en que tiene más de doscientos años. Cuando la endemia se propagó al continente la oportuna respuesta sanitaria, encontró una vacuna que inmunizaba de por vida a quienes se les administraba la dosis. Años atrás antes del desarrollo de la vacuna, los isleños aplicaban una suerte de placebo medicinal a base de yerbas, que redujo la endemia en un cincuenta por ciento. Con el correr del tiempo lo siguieron usando y de hecho hasta el día de hoy todos toman el brebaje, que ha pasado a ser algo así como parte natural de su cultura. La vacuna existe. Aún así, los niños con rabo siguen naciendo, y el patronímico de la Isla derivó en un hecho real. La Isla de Los Monos.
Lorenzo García Tamayo, es Presidente de la Fundación Energía Limpia para Margarita. FUNDAELMAR
Descansado contra la baranda de la barcaza contemplé a lo lejos las montañas que coronaban las dos penínsulas en la Isla de Los Monos. La estela espumosa, dejaba atrás todo el esplendor de sus bellezas naturales. Sus soleadas playas, humedales, lagunas y fértiles valles, precedidas por el verdor de un exuberante bosque tropical, remataban un paisaje repleto de colores metálicos trepando hasta las cimas de las dos cordilleras isleñas.
La brisa marina golpeaba suavemente a sotavento. A mi lado en la cubierta del barco reconocí a un insular. Aunque no se le notaba, sabía que tenía rabo, porque el día anterior lo había visto correteando con unos niños en las blancas arenas de la bahía principal. Estaba absorto igual que yo, contemplando el hermoso paisaje a contraluz del atardecer.
- Yo lo conozco - le dije – lo vi jugando ayer con unos niños en la playa. ¿Son sus hijos?
- Mis sobrinos. Solamente mis sobrinos – contestó lacónicamente.
- Entiendo.
Continuamos ambos por mucho rato viendo como las formas de la Isla se iban achicando en el horizonte hasta poco a poco irse transformando en titilantes y diminutos puntos luminosos con la entrada de la noche. Finalmente me aventuré a preguntarle.
- ¿Por qué razón existiendo una vacuna cien por ciento eficaz, aún siguen naciendo niños con rabo prensil?
Se quedó un largo rato mirando el lomo plateado de las ondas marinas iluminadas por los fulgores lunares como tratando de construir una respuesta adecuada a mi impertinencia, y tras un corto silencio, respondió cordialmente expresando sonriente.
- Compadre, eso es lo que tenemos. No se imagina lo que podemos de niños y adolescentes hacer con nuestras colitas. Son muy útiles. Creo es un error tratar de eliminarlas. En todo caso, no es uno el que decide esas cosas.
- ¿Y quién decide esas cosas? – le respondí inmediatamente
- Los de siempre. Los de siempre -mientras la barcaza hendía la proa en la inmensidad del mar.
La fecha cierta de la aparición del síndrome de los niños con rabo, nadie la sabe, pero todos concuerdan en que tiene más de doscientos años. Cuando la endemia se propagó al continente la oportuna respuesta sanitaria, encontró una vacuna que inmunizaba de por vida a quienes se les administraba la dosis. Años atrás antes del desarrollo de la vacuna, los isleños aplicaban una suerte de placebo medicinal a base de yerbas, que redujo la endemia en un cincuenta por ciento. Con el correr del tiempo lo siguieron usando y de hecho hasta el día de hoy todos toman el brebaje, que ha pasado a ser algo así como parte natural de su cultura. La vacuna existe. Aún así, los niños con rabo siguen naciendo, y el patronímico de la Isla derivó en un hecho real. La Isla de Los Monos.
Lorenzo García Tamayo, es Presidente de la Fundación Energía Limpia para Margarita. FUNDAELMAR
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