¿Dictadura Total, o Liberación Nacional?
Por: Lorenzo García Tamayo
La libertad no es solamente que se respete la propiedad privada. O que los medios periodísticos digan lo que les venga en gana sin temor a represalias. No se tiene libertad sin salud ni educación de calidad. La calidad de vida óptima es indispensable para que un hombre sea libre. Sin pleno empleo bien remunerado, con índices bajos de participación y precario acceso a bienes y servicios en un medio ambiente desprotegido, no hay libertad que valga. Sin seguridad ciudadana ni social, en medio de un caos que ha servido a las dos (2) hampas (la común y la política) que lideran al País, para llevar día a día sufrimiento, penalidad, dolor y muerte, a decenas de miles de familias venezolanas, seguir hablando de libertad es un eufemismo.
Estoy convencido de que es imposible lograr que el País pueda reconstruirse en el corto, o en el mediano plazo. Incluso, si planificamos con actores similares a los que hemos estado acostumbrados en las últimas décadas, es posible que en el largo plazo tampoco se logre.
Todo está por hacerse, el reto es bien serio. En un país tan joven como el nuestro, construir futuro es más cuestión de persistencia y emprendimiento, que de esperanzas. No olvidemos que cuando llega la fe, se quema la ciencia.
¿Acaso esto es una Democracia?
Para que pueda creerse o medianamente pensar en la existencia de una real voluntad política, como ineludible iniciativa, es indispensable plantear la reducción del gasto fiscal. No es suficiente salir de este nefasto Gobierno. Es necesario rediseñar de inmediato, reconducciones presupuestarias que desmantelen el desproporcionado gasto derivado del aparato burocrático. No hacerlo, sería más de lo mismo; y a eso voy: Hago esta afirmación con toda responsabilidad, porque nadie puede negar u ocultar la enorme dependencia clientelar de millones de venezolanos, que parasitan bajo la sombra del Gobierno Central, desde centenares de Instituciones burocráticas, a las que hay que sumarle Gobernaciones de Estado, Alcaldías, Concejos Municipales, Consejos Legislativos y toda esa malsana y extensa lista de organismos clientelares improductivos que pesan sobre el Erario Público sin beneficios productivos. Incluida por supuesto, la Reserva militar.
Tal y como cómo ha sucedido en los últimos doscientos años, mientras persista ese gigantesco elefante blanco en la mentalidad venezolana clientelar; Con chavismo o sin él, la gran piedra de tranca para el avance del País será esa. La solución no estriba solamente en cambiar de gobierno porque es malo. Los que erraron garrafalmente en el manejo de las finanzas públicas venezolanas durante décadas, antes de que emergiera el nefasto descalabro del socialismo del siglo XXI, son en gran medida los mismos actores que amparados en andamiajes burocráticos clientelares, hoy vegetan en el gobierno y en la oposición.
Algunos países vecinos en nuestro hemisferio, transitan económica, social, cultural, ambiental y políticamente, con expectativas de sustentabilidad muy superiores a las nuestras. Acá seguimos empeñados en transitar los caminos tortuosos de la demagogia, el populismo y la politiquería clientelar, burocratizada y parcelada en jurisdicciones, según se trate de Ayuntamientos, Gobernaciones, Cabildos, Concejos o Alcaldías.
El País anda mal.
El estancamiento, la involución, el oportunismo, la inmediatez, la improvisación, el “resuelve” del día a día, la acción política que impulsa la cotidianidad, la dádiva hecha costumbre; son solo algunas de las causas y efectos de la nefasta politiquería, tan entronizada en sociedades atrasadas como la nuestra, y que solo persiguen satisfacer la insaciable sed de privilegios de unos pocos, por vía de mecanismos clientelares.
Líderes astutos, sin formación intelectual, “patean” calles buscando votos que les garanticen su permanencia en cargos burocráticos con acceso a presupuestos y erarios públicos desde donde vegetan a través de la dádiva y la prebenda electoral. A eso se reduce la acción clientelar política que mueve al País. La popularidad del líder se fundamenta en el manejo de los recursos, que privilegian a unos pocos enchufados, que a su vez fagocitan en pirámides sectoriales manejadas a punta de real. Desde los Gobiernos Central y Regionales, independientemente de su tinte político, la característica que los distingue es esa. La acción política clientelar. Y es así, porque siempre ha sido así. Así era en el siglo diecinueve (IXX); así fue a lo largo del siglo veinte (XX); y así es hoy, en el siglo veintiuno (XXI).
No es tarea fácil. Si lo fuera, ya este descalabro se hubiera enmendado hace tiempo. ¿Pero porque somos así? Porque la esencia y la sustancia que compone las cosas y endereza los entuertos, es el hombre. Y el hombre nuestro. Los venezolanos de pura cepa, de los que nos vanagloriamos a cada rato, por cualquier causa, que no viene al caso analizar o saber si es buena, mala o nimia, son la justa medida de lo que siempre hemos sido. Ciudadanos de tercera. Mediocridad en pasta. Nos hemos reído siempre de todo y de todos, sin reparar siquiera en lo que somos y hemos sido en el tiempo. Una eterna morisqueta. Gobernados por Caudillos y Líderes mesiánicos, a la sombra de camarillas y cogollos, que siempre manejaron las riquezas de un inmenso país rico, con una inmensa población pobre. Dolorosa realidad, que se agudiza, cuando vemos que son los hombres; nuestros hombres; los venezolanos de pura cepa; quienes no supimos, ni sabemos aún sembrar el petróleo.
Si ganamos las parlamentarias, cambiamos el País, porque desde allí lo vamos a defender. MENTIRA!
O sea, desde el Parlamento. ¿El mismo Parlamento que hemos visto a lo largo de estos dieciséis (16) años degradarse hasta llegar a convertirse en la vergonzosa guarida que refugia y protege impunemente a quienes permiten la sistemática violación de los derechos constitucionales de millones de venezolanos ante la mirada cómplice de quienes han aceptado el macabro juego del colaboracionismo?
Hablen en criollo y dejen de babearse ante el pueblo. Las cosas hay que llamarlas por su nombre. Los que roban son ladrones, y quienes prevarican son delincuentes.
La verdad duele, pero es la verdad…
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