Los tentáculos de Irán y Qassem Soleimani en América Latina
A raíz del derrocamiento del Shah en 1979, nació oficialmente la República Islámica de Irán, bajo el liderazgo del Ayatolá Ruhollah Khomeini, quien se conviertiría luego en la máxima autoridad política y espiritual del nuevo Estado. Ese mismo año, en fecha 4 de noviembre, grupos extremistas iraníes tomaron de rehenes a 66 personas que desempeñaban tareas en la sede diplomática de los Estados Unidos de América en Teherán. Algunas de ellas serían liberadas luego; sin embargo 52 ciudadanos estadounidenses fueron mantenidos en cautiverio durante 444 días.
En 1980, durante el extendido conflicto bélico entre Irak e Irán, se diseñó una unidad de operaciones especiales e inteligencia, denominada ‘Fuerza Quds’. Este núcleo se constituyó operativamente en el más importante reparto de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica. Su desempeño en los conflictos de la guerra de Irak, el Líbano, Bosnia, Siria, y contra el Estado Islámico, le permitió granjearse una reputación de terror en las zonas ocupadas donde sus activos eran desplegados.
La Fuerza Quds funciona como un grupo secreto de operaciones extraterritoriales; rastrea objetivos y ejecuta misiones que afecten los intereses estadounidenses e israelíes considerados como enemigos del islam. Su estrategia siempre se evidenció ligada a los blancos de oportunidad y a las operaciones clandestinas, al tiempo que el espectro recurrió a estructuras terroristas subsidiarias como Hezbolá, Hamás, o la Yihad Islámica Palestina, a criterio de implementar su agenda violenta sin comprometer su origen -con el objetivo de negar relaciones de atribución.
Hacia el mes de enero de 1984, Estados Unidos designó a la República Islámica de Irán como Estado patrocinador de terrorismo en el extranjero. En particular, el Departamento de Estado americano designó a la Fuerza Quds como un grupo terrorista estatal dedicado a proporcionar armamento, capacitación, equipamiento, financiamiento y organización a diferentes grupos terroristas.
El General Qassem Soleimani fue nombrado jefe de la Fuerza Quds en 1988 por el Ayatolá, en reconocimiento a su trayectoria profesional. El nuevo comandante se dispuso entonces a ampliar el accionar y la esfera de influencia iraní no solo en Oriente Medio, Africa y Europa, sino que también desarrolló intereses en América Latina, ejercitando sinergia con la presencia en la región de una corriente ideológica denominada 'Socialismo del Siglo XXI'. Con esta presentación retórico-ideológica, la revolución iraní mantenía claros intereses comunes, entre ellos, propiciar la destrucción de los Estados Unidos y el debilitamiento de su influencia en el teatro de operaciones latinoamericano.
Hezbolá, uno de los grupos terroristas financiados por Soleimani, estableció una presencia significativa en la Triple Frontera (TBA), geografía en la que este peculiar grupo invirtió esfuerzos en controlar una serie de negocios locales, entre los que se cuentan el contrabando de estupefacientes a gran escala, el tráfico de armamento y de oro, estableciendo en la referida zona una estructura de contrabando y corruptela que le permitía consolidar mecanismos vinculados a la recaudación de fondos ilícitos y luego proceder a su lavado, dedicándolos a posteriori a acciones de terrorismo internacional.
En rigor, este particular cuadrante geográfico no era extraño para la prolífica Fuerza Quds. El 18 de julio de 1994, ejecutó un atentado terrorista contra el Estado de Israel en Buenos Aires, detonando el edificio de la mutual israelita AMIA, y recurriendo a los servicios de Ibrahin Hussein, por aquel entonces, un miembro activo de Hezbolá.
La yihad latinoamericana supo ganar fuerza y empuje ante el desconocimiento, la ingenuidad y la marcada complicidad de los gobiernos populistas de la región. De esta manera, y explotando ese contexto para propio provecho, la República Islámica de Irán procedió a infiltrar las estructuras y superestructuras de los gobiernos adscriptos al socialismo del siglo XXI, consolidando una suerte conquista pacífica y subterránea de las sociedades latinoamericanas -fundamentalmente, poniendo el foco de su propaganda en las organizaciones indigenistas, más permeables al adoctrinamiento revolucionario diseñado por Teherán.
En la actualidad, células dormidas de Hezbolá y Hamás proliferan en el subcontinente, particularmente en la República Argentina, Brasil, Venezuela, México, Nicaragua y Cuba. En otras naciones del orbe, estos subsidiarios de la República Islámica han inaugurado sedes diplomáticas, como ha sido el caso de Ecuador y Bolivia -naciones en las que previamente no contaban con representación oficial alguna. En su oportunidad, el ex presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad protagonizó numerosos periplos a América del Sur, con la intención declarada de 'estrechar relaciones' con sociedades gobernadas por referentes del socialismo del siglo XXI y, así, dar inicio a convenios de cooperación comercial, cultural, tecnológica y militar. En la mayoría de los casos, esos acuerdos solo han servido para profundizar la penetración en la nación de acogida. En el caso ecuatoriano, el ex presidente Rafael Correa firmó un total de 32 convenios con Teherán; el grueso de ellos continúan portando la calificación de secreto o reservado.
Los últimos incidentes registrados en el concierto internacional y la desaparición física del Comandante General de la Fuerza Quds han disparado una serie de alertas, dada la posibilidad de un recrudecimiento de las tensiones entre los Estados Unidos de América e Irán -y los aliados estratégicos de ambos países. No obstante, por estas horas, la República Islámica contabiliza flancos débiles, a partir del conflicto que mantiene en Siria y contra ISIS (Estado Islámico). Adicionalmente, en el orden interno, Teherán acusa el impacto de un proceso de desestabilización, motorizado por facciones contrarias al régimen iraní. El principal motor de ese proceso tiene su origen en la acentuada crisis económica nacional, aspecto que multiplica los obstáculos para la agenda De construcción de poder de Teherán y, a la postre, complicando sus intenciones de oponerse a lo que califica como 'amenaza' estadounidense.
Complementariamente, Irán cuenta como aliadas a organizaciones dedicadas a la perpetración de atentados terroristas en suelo extranjero; éstas, financiadas por el régimen iraní, han evaluado que existe margen y oportunidad para reiniciar una guerra santa contra Occidente, consolidando metodologías emparentadas con la guerra asimétrica. Desde este enfoque, el propósito de la República Islámica coincide con enfrentar a Washington para, eventualmente, provocarle graves daños -siempre echando mano de cualquier táctica que le permita amplificar un efecto de desconcierto, temor e impotencia.
Desde la perspectiva estadounidense, el escenario es complejo. Necesariamente, Washington habrá de proceder a un refuerzo operativo de los sistemas de defensa o seguridad desplegados en sus bases militares, embajadas y firmas privadas en el globo. En el presente contexto, las posibilidades de un atentado terrorista se acrecientan, aún cuando el prever su ocurrencia es una cuestión en extremo compleja -aún para una potencia de primer orden, como lo es Estados Unidos. Así, pues, los pedidos del gobierno iraquí con miras que Washington ponga fin a su presencia militar en ese país -propiciando la clausura de los convenios de cooperación existentes- contribuyen abriendo otro frente en Oriente Medio.
Conforme lo han comunicado sus respectivas cancillerías, la Federación Rusa y la República Popular China mantendrán un status quo, intentando evitar una eventual escalada del conflicto. De todos modos -y, nuevamente, así lo han informado-, esos gobiernos no intervendrán en la cuestión; conforme no lo han hecho en ocasión del lanzamiento de múltiples misiles desde Israel contra objetivos iraníes en Siria durante 2018.
A partir de las recientes decisiones tomadas por la Casa Blanca, el presidente estadounidense Donald Trump ha buscado apropiarse de la iniciativa estratégica, afectando la moral del adversario. El objetivo estratégico de esas medidas exige impedir que la República Islámica de Irán y su Fuerza Quds cuenten con la motivación como para perpetrar un nuevo episodio terrorista contra intereses estadounidenses, tal como el régimen en Teherán lo ha confesado.
Etiquetas: AMIA, Fuerzas Quds, Republica Islamica de Iran, terrorismo, US Department of State, Yihad Islamica Palestina
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