La Babel del PSUV
Por: Augusto Hernández
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Cuando Jehová vio que los hombres se estaban poniendo pretenciosos y con grandes ínfulas decidió darles una lección. Para ello se valió de la construcción de una inmensa torre que aspiraba ser mucho más alta que cualquier edificio puesto que llegaría hasta el propio cielo. Fue así como se dedicaron a edificar la Torre de Babel.

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A medida que la construcción avanzaba y que los ingenieros, arquitectos y diseñadores, amen de los obreros, veían avanzar la obra, se sentían cada vez más prepotentes y sobrados de lote, al extremo de creer que, en efecto, llegarían al cielo. Jehová, que es un Dios que no aprecia a quienes intentan hacer milagros sin su ayuda, decidió darles un escarmiento. Para ello confundió las mentes de todos los involucrados y los puso a hablar diferentes idiomas, de modo que nadie entendía a nadie.

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Tiempo después a los hombres de cierta comarca se les ocurrió crear el partido político más numeroso del orbe. Un partido tan grande y tan heterodoxo que, más que un movimiento político, sería una nueva religión, con mayor número de prosélitos que cualquier organización parecida. A tal efecto los fundadores del PSUV, nombre provisional del movimiento, decidieron mezclar a Carlos Marx con Jesús Cristo, Simón Bolívar y el Ché Guevara.

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El PSUV tenía la pretensión de convertirse en el partido único del gobierno y, tal vez, hasta de la oposición, pues los adversarios del régimen estaban tan embobecidos que creían en cantos de ballenas y vainas por el estilo. Entonces Jehová, que tampoco admite liderazgos paralelos, sembró la confusión entre los propulsores de la nueva organización. Los marxistas-leninistas no aceptaron andar revueltos con los cristianos y éstos no comulgaban con los de ideas heréticas. Los del PCV, que era un partido de cuadros, no entraron por el círculo, ni los de Podemos y el PPT.

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Bajo el influjo de Jehová cada uno habló en un idioma distinto y los coreanos no entendían a quienes se expresaban en mandarín o en ruso, por más que fueran idiomas comunistoides. Finalmente cada uno agarró por su lado y los aspirantes a militantes se quedaron esperando el milagro de la unificación.