El ocaso de las FARC
Fuente: La Nación.com (Costa Rica)
Editorial
La exitosa campaña militar de Uribe, respaldada ampliamente por Estados Unidos, ha diezmado en forma drástica las filas rebeldes.
Es posible, sin embargo, que esa misma cúpula ambicione proseguir la guerra para mantener la jauja de sus negocios criminales y desestabilizar la región.
Apresar a Cano es un objetivo que ahora parece posible y se ha tornado prioritario para el presidente Álvaro Uribe, quien terminará su mandato constitucional el próximo 7 de agosto, cuando asumirá el cargo el hoy presidente electo, Juan Manuel Santos, hasta hace poco ministro de Defensa en el gabinete de Uribe. La exitosa campaña militar contra las guerrillas, emprendida por Uribe poco después de llegar a la Jefatura de Estado en el 2002 y respaldada ampliamente por Estados Unidos, ha diezmado en forma drástica las filas rebeldes y las ha obligado a replegarse a zonas selváticas en el sur del país, sobre todo aquellas cercanas a las fronteras con Venezuela y Ecuador. No obstante, y aunque reducidas a la mitad o menos –según las estimaciones– de los 6.000 que presuntamente eran en el 2008, las FARC aún poseen capacidad para infligir cruentos golpes en los centros urbanos.
Las FARC emergieron en la década de 1960 como una organización revolucionaria marxista y, según sus pronunciamientos de entonces, plegada a derroteros de reivindicación social. Pero desde temprano las FARC mostraron su rostro criminal. Hoy se las conoce internacionalmente como una organización terrorista, narcotraficante y en la misma liga con sus aliados y socios de ETA y Hezbolah.
En este sentido, en agosto del 2009, el Departamento del Tesoro norteamericano designó por undécima vez a las FARC y a una larga lista de entidades y personas afiliadas como narcoterroristas y ordenó congelar sus activos, además de prohibir a ciudadanos y compañías estadounidenses efectuar operaciones financieras y comerciales con cualquiera de ellas. En esa ocasión, los voceros del Tesoro señalaron que, a pesar de los reveses militares sufridos, las FARC continuaban siendo el principal exportador de drogas de Colombia.
También hay abundante prueba de la filantropía que el presidente venezolano Hugo Chávez prodiga a las FARC. Comunicaciones registradas en los computadores de Raúl Reyes, el “canciller” de las FARC, capturados por el Ejército colombiano en marzo del 2008, indican que Chávez incluso se disponía a entregar a las FARC petróleo subsidiado para su venta, lo cual les habría generado decenas de millones de dólares. En esa época, antes de salir a la luz los secretos contenidos en los citados computadores, Chávez también abogó mundialmente –sin éxito– porque las FARC fuesen reconocidas como fuerza beligerante para de esa manera purificar sus credenciales y permitirle pavonearse en los foros internacionales.
Todo este trasfondo de mercantilismo criminal sugiere la posibilidad, muy real, de que las FARC, aunque menguadas por la presión de las Fuerzas Armadas de Colombia, la creciente ola de deserciones de sus cuadros y la desmoralización que denota, persistirán obcecadas en la violencia. Tal curso obedecería, por una parte, a la creencia de que aún hay espacio para un arreglo político que les depare un papel de influencia. El mensaje claro y rotundo de la ciudadanía colombiana en las recientes elecciones negaría tal posibilidad. Pero la cordura y la razón nunca han sido cualidades de la obstinada cúpula de las FARC.
Por otra parte, es muy posible que esa misma cúpula ambicione proseguir la guerra para mantener y escudar la jauja de sus negocios criminales. Algo similar sucedió con grupos “revolucionarios” en África y Asia. Tal curso conllevaría el riesgo de fomentar la inestabilidad regional que Chávez en algún momento podría tramar para sus cambiantes fines. De cualquier forma, más allá de las interrogantes que plantea, el ocaso de las FARC es un resultado positivo y beneficioso para el pueblo colombiano, que ha patentizado ampliamente sus genuinos deseos de paz con democracia.
Etiquetas: narcotrafico, terrorismo
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