La Comuna de Paris

Por: José Rafael López Padrino

En estos días se conmemoran los 140 años de la Comuna de París (1871). Proceso histórico que representa uno de los episodios más importantes e inspiradores en la historia de la clase obrera. Fue un gran movimiento revolucionario en el que los trabajadores de París reemplazaron el Estado capitalista por sus propios órganos de gobierno y mantuvieron el poder político durante más de dos meses antes de ser derrotados. Los trabajadores parisinos lucharon, en condiciones extremadamente difíciles, para poner fin a la explotación y la opresión, para reorganizar la sociedad sobre bases completamente nuevas.

La Comuna (el término commune designaba y aún designa al ayuntamiento) gobernó durante 60 días, lapso en el cual reemplazó al aparato estatal existente por una democracia más completa. Ese movimiento implicó la toma del poder político por los trabajadores, el control directo y efectivo de las medios de producción y la abolición del ejército regular francés. La Comuna estableció el sufragio universal y la educación pasó a ser laica, gratuita y obligatoria. Además, impulsó la práctica de la libertad de prensa, de reunión y asociación, las cuales habían sido confiscadas por el gobierno tiránico de Thiers. Desde ese momento, París conoció una experiencia histórica inédita: la conformación de un gobierno de nuevo tipo, un gobierno de la clase obrera con el apoyo de los campesinos y de los pequeños comerciantes. La democracia burguesa había sido sustituida por una democracia proletaria, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora dueña de los medios de producción.

Los orígenes de la Comuna se podrían buscar casi un siglo antes, en la Revolución Francesa de 1789. En estos años se produjo el principio del fin del estado absolutista con privilegios feudales, el llamado Antiguo Régimen. Sin embargo, los beneficiados por esta revolución no fueron los más desfavorecidos, los trabajadores, sino los burgueses que buscaban sobre todo la libertad económica y política, es decir el desmantelamiento de los privilegios hereditarios de la nobleza francesa que impedían el crecimiento de sus intereses económicos y las opciones de poder. Al principio los burgueses y la clase trabajadora fueron de la mano, siendo ambos grupos decisivos en el apoyo a los Jacobinos frente a la presión de las potencias monárquicas europeas y de los contra-revolucionarios. Sin embargo en cuanto el Liberalismo aseguró el poder no tardó en reprimir duramente a esta nueva mano de obra, nacida de la incipiente revolución industrial.

La clase obrera parisina comprendió su misión histórica que el propio devenir de las relaciones sociales capitalistas le tenía reservada. El intento heroico de tomar “el cielo por asalto” y crear su propio gobierno como lo reseñó Marx en carta dirigida a su amigo Kugelmann, permitió consolidar a los trabajadores como fuerza social, capaz de dirigir a los demás sectores oprimidos en el marco de una amplia democracia proletaria. Marx, en su exhaustivo análisis dirá con extrema lucidez: “Ésta era la primera revolución en que la clase obrera fue abiertamente reconocida como la única clase capaz de iniciativa social incluso por la gran masa de la clase media parisina –tenderos, artesanos, comerciantes”.

El 21 de Mayo de 1871 un ejército de 180.000 hombres que respondía a las ordenes de Thiers se lanzan a la conquista de París calle por calle. La lucha fue desigual ante el poderío militar del ejército regular, sin embargo los comuneros lucharon hasta muerte. La batalla duró una semana, hasta el 28 de Mayo, cuando cae la última barricada defendida por los trabajadores parisinos. Como era de esperar la represión fue brutal. Se estima que unos 30.000 obreros y simpatizantes de la Comuna fueron fusilados, a los que habría que sumar unas 40.000 personas enviadas a las colonias, con trabajos forzosos, en donde gran parte murió de enfermedades. Esta represión casi consiguió eliminar el movimiento obrero en Francia, hasta el mismo Thiers, disfrutando de su victoria llegó a afirmar que: “ El socialismo ha sido eliminado por un largo tiempo”. En un párrafo no exento de ironía, Marx comenta sobre la represión desatada por las fuerzas militares de Thiers: “Hasta las atrocidades cometidas por la burguesía en junio de 1848 palidecen ante la infamia indescriptible de 1871. El heroísmo abnegado con que la población de París –hombres, mujeres y niños– luchó por espacio de ocho días después de la entrada de los versalleses en la ciudad, refleja la grandeza de su causa, como las hazañas infernales de la soldadesca reflejan el espíritu innato de esa civilización de la que es el brazo vengador y mercenario”.

Creemos prudente recordar la experiencia de la Comuna de Paris, porque su ejemplo contiene enseñanzas que pueden ser consideradas como universales y que no tiene nada que ver con el falaz Poder Popular – comunal, que el tte coronel desea imponer a la sociedad venezolana como parte de su proyecto totalitario. Un Poder Popular ficticio, tutelado política y económicamente por el gobierno central, y que funciona bajo el control absoluto del iletrado de Miraflores. Que esta regido por la Ley de Comunas, la cual regula la constitución, conformación, organización y funcionamiento de las mismas y que constituye un instrumento jurídico destinado a profundizar el control social de los venezolanos.

Esta falsa expresión del “Poder Popular” constituye un mecanismo de desmovilización social, y de generalización del miedo, ambos elementos, engranajes de un control social militarizado. Además, contribuye a la imposición de un pensamiento único, y a la homogeneización de la cultura, factores vitales en el silenciamiento de cualquier sociedad. El “Poder Popular” patrocinado por el oficialismo coarta la construcción de una verdadera democracia participativa y no tiene nada en común con el espíritu que privó en el poder comunal parisino.