Venezuela: de petroestado democrático a narcoestado despótico
Por: Gustavo Coronel
Mis actividades en los Estados Unidos incluyen numerosas charlas sobre energía, política latinoamericana y la amenaza que el régimen de Hugo Chávez presenta a la estabilidad política y social del hemisferio. Estas charlas no remuneradas, excepto las de naturaleza técnica, las llevo a cabo en universidades, grupos profesionales y centros de reflexión (think tanks). Donde me inviten voy, porque pienso que ellas son parte de mi aporte para acelerar la salida del poder del hamponato chavista.
(arriba a la izquierda). Productor y Distribuidor de droga se dan la mano....
En estas charlas he ido refinando un mensaje central, el cual puede resumirse en el titulo que le he dado a esta nota. Hemos pasado, bajo la bota del paracaidista y en una década, de ser un petroestado democrático a ser un narcoestado despótico.
Por qué llegó Chávez al poder?
Lo que permitió la llegada de Chávez al poder fue la reacción ciudadana contra un petroestado democrático pero cada vez menos eficiente, un petroestado burocratizado y progresivamente mediocre. Los venezolanos teníamos el derecho de exigir algo mejor. Por ello abogamos masivamente por un cambio y ello se logró en 1998. Lo que pocos sabían en ese momento es que el cambio sería para empeorar.
La indiferencia ciudadana fue su mejor aliado
Era ciertamente difícil de imaginar una Venezuela peor a la que nos habían dado los Lusinchis y los Calderas II. Y sin embargo, eso fue lo que sucedió después de la llegada de Chávez al poder, mediante un proceso muy hábil de progresiva prostitución de las instituciones disfrazado de democracia popular y ayudado por la pasividad de quienes se decían demócratas. Caldera erró al perdonar a un delincuente y asesino como Chávez y volvió a errar, al bajar la cabeza en silencio cuando Chávez juró en su presencia sobre una “constitución moribunda”. Caldera aceptó esta agresión de una constitución de la cual él había sido, en muchos sentidos, padre intelectual. El silencio de Caldera y del presidente del Congreso, Dávila (hoy, inexplicablemente, al lado de Oswaldo), fue una capitulación de la ciudadanía frente a la barbarie. Perdieron la oportunidad de hacer un supremo gesto de dignidad cívica contra lo que fue una intolerable grosería. Fueron pocos los venezolanos quienes protestaron contra esa pachotada indigna.
Después asistiríamos asombrados a la complicidad vergonzosa de magistrados de la Corte Suprema, buscando proteger sus cambures, así como a las zalamerías de bastante gente importante del país ante la convocatoria a una Asamblea Constituyente que estuvo plena de irregularidades y violaciones a la constitución.
Cocinando la sociedad venezolana, como se cocina una rana.
Chávez cocinó a la democracia venezolana como se cocina una rana viva en una olla, aumentándole la temperatura progresivamente. A diferencia de la rana la sociedad venezolana sabía lo que le estaban haciendo y, por indiferencia y flojera de sus integrantes, se dejó cocinar. La explosión cívica admirable de 2002 probó que Chávez no había dejado de ser un cobarde pero también evidenció que el sentido común no era característica de quienes trataron de remplazarlo.
La aparición del narcoestado.
Hoy en día los venezolanos estamos viviendo en una Venezuela que es un narcoestado despótico, mucho peor de la que existía hace trece años.
Por qué hemos llegado a esta situación? Una de las razones fundamentales es la inmensa necesidad de dinero que ha tenido Chávez para mantenerse en el poder y para tratar de exportar su “revolución” al resto del hemisferio. Sus tres principales objetivos: poder absoluto en casa, exportación regional de sus locuras ideológicas y la estructuración de una alianza global contra los Estados Unidos requieren mucho dinero. Esto explica el por qué los mil millones de millones de dólares (diez a la doceava potencia) que ha tenido como ingreso durante sus trece años en el poder no le han bastado. Así mismo explica por qué no se ve en Venezuela nueva obra física y que, por el contrario, obras hechas por Pérez Jiménez hace más de 50 años o por la democracia del siglo XX se estén derrumbando por falta de mantenimiento.
El dinero se ha ido en limosnas y subsidios para los venezolanos dependientes de las dádivas, para los líderes políticos del hemisferio quienes se mantienen “fieles” a su régimen a punta de billetes y para cementar sus relaciones globales con los enemigos de los Estados Unidos, desde Castro hasta Gaddafi, desde Lukashenko hasta Mugabe, líderes de los estados forajidos del planeta.
A medida que el ingreso petrolero se ha hecho insuficiente, en esa medida ha aparecido en Venezuela una nueva fuente de ingresos que es realmente vergonzosa y abiertamente criminal. Me refiero al narcotráfico. Venezuela es ya el centro de distribución de drogas más importante del hemisferio y narcotraficantes nacidos en Guacara, como Makled, son principalísimos reyes de la droga. Sus declaraciones desde la cárcel de Colombia son espeluznantes ya que demuestran que una legión de altos funcionarios gubernamentales estaba en su nómina de pago y a su servicio. Makled llegó a controlar el Puerto de Puerto Cabello, el más importante del país y la línea aérea más importante, LAV. Makled tenía altos ofiiales de la fuerza armada venezolana en calidad de amanuenses, en su nómina de un millón de dólares mensuales. Makled recibió concesiones portuarias y de fertilizantes a dedo del sector petroquímico de PDVSA y del presidente del Puerto de Puerto Cabello, un corrupto oficial de la Armada. Makled denuncia haberle dado dinero a Chávez para sus actividades proselitistas y entregado seis cheques multimillonarios al General del eructo.
En paralelo, altos miembros del régimen chavista: Hugo Carvajal, Henry Rangel Silva y Ramón Rodríguez Chacín han sido indiciados por el gobierno de los Estados Unidos de apoyar a las FARC y su actividad de narcotráfico. El lavado de dinero, en inmensas sumas, es una actividad que parece haber encontrado un santuario en la Venezuela de Hugo Chávez. A ello ha contribuido la total carencia de transparencia financiera por parte del régimen, principalmente por parte del ministerio de finanzas y de PDVSA, donde se manejan miles de millones de dólares sin rendición de cuentas.
Fin de fiesta.
El petroestado democrático se ha envilecido, pasando a ser un narcoestado despótico y se encamina inevitablemente a su etapa final: un estado forajido en disolución, con el déspota tras las rejas.
En estas charlas he ido refinando un mensaje central, el cual puede resumirse en el titulo que le he dado a esta nota. Hemos pasado, bajo la bota del paracaidista y en una década, de ser un petroestado democrático a ser un narcoestado despótico.
Por qué llegó Chávez al poder?
Lo que permitió la llegada de Chávez al poder fue la reacción ciudadana contra un petroestado democrático pero cada vez menos eficiente, un petroestado burocratizado y progresivamente mediocre. Los venezolanos teníamos el derecho de exigir algo mejor. Por ello abogamos masivamente por un cambio y ello se logró en 1998. Lo que pocos sabían en ese momento es que el cambio sería para empeorar.
La indiferencia ciudadana fue su mejor aliado
Era ciertamente difícil de imaginar una Venezuela peor a la que nos habían dado los Lusinchis y los Calderas II. Y sin embargo, eso fue lo que sucedió después de la llegada de Chávez al poder, mediante un proceso muy hábil de progresiva prostitución de las instituciones disfrazado de democracia popular y ayudado por la pasividad de quienes se decían demócratas. Caldera erró al perdonar a un delincuente y asesino como Chávez y volvió a errar, al bajar la cabeza en silencio cuando Chávez juró en su presencia sobre una “constitución moribunda”. Caldera aceptó esta agresión de una constitución de la cual él había sido, en muchos sentidos, padre intelectual. El silencio de Caldera y del presidente del Congreso, Dávila (hoy, inexplicablemente, al lado de Oswaldo), fue una capitulación de la ciudadanía frente a la barbarie. Perdieron la oportunidad de hacer un supremo gesto de dignidad cívica contra lo que fue una intolerable grosería. Fueron pocos los venezolanos quienes protestaron contra esa pachotada indigna.
Después asistiríamos asombrados a la complicidad vergonzosa de magistrados de la Corte Suprema, buscando proteger sus cambures, así como a las zalamerías de bastante gente importante del país ante la convocatoria a una Asamblea Constituyente que estuvo plena de irregularidades y violaciones a la constitución.
Cocinando la sociedad venezolana, como se cocina una rana.
Chávez cocinó a la democracia venezolana como se cocina una rana viva en una olla, aumentándole la temperatura progresivamente. A diferencia de la rana la sociedad venezolana sabía lo que le estaban haciendo y, por indiferencia y flojera de sus integrantes, se dejó cocinar. La explosión cívica admirable de 2002 probó que Chávez no había dejado de ser un cobarde pero también evidenció que el sentido común no era característica de quienes trataron de remplazarlo.
La aparición del narcoestado.
Hoy en día los venezolanos estamos viviendo en una Venezuela que es un narcoestado despótico, mucho peor de la que existía hace trece años.
Por qué hemos llegado a esta situación? Una de las razones fundamentales es la inmensa necesidad de dinero que ha tenido Chávez para mantenerse en el poder y para tratar de exportar su “revolución” al resto del hemisferio. Sus tres principales objetivos: poder absoluto en casa, exportación regional de sus locuras ideológicas y la estructuración de una alianza global contra los Estados Unidos requieren mucho dinero. Esto explica el por qué los mil millones de millones de dólares (diez a la doceava potencia) que ha tenido como ingreso durante sus trece años en el poder no le han bastado. Así mismo explica por qué no se ve en Venezuela nueva obra física y que, por el contrario, obras hechas por Pérez Jiménez hace más de 50 años o por la democracia del siglo XX se estén derrumbando por falta de mantenimiento.
El dinero se ha ido en limosnas y subsidios para los venezolanos dependientes de las dádivas, para los líderes políticos del hemisferio quienes se mantienen “fieles” a su régimen a punta de billetes y para cementar sus relaciones globales con los enemigos de los Estados Unidos, desde Castro hasta Gaddafi, desde Lukashenko hasta Mugabe, líderes de los estados forajidos del planeta.
A medida que el ingreso petrolero se ha hecho insuficiente, en esa medida ha aparecido en Venezuela una nueva fuente de ingresos que es realmente vergonzosa y abiertamente criminal. Me refiero al narcotráfico. Venezuela es ya el centro de distribución de drogas más importante del hemisferio y narcotraficantes nacidos en Guacara, como Makled, son principalísimos reyes de la droga. Sus declaraciones desde la cárcel de Colombia son espeluznantes ya que demuestran que una legión de altos funcionarios gubernamentales estaba en su nómina de pago y a su servicio. Makled llegó a controlar el Puerto de Puerto Cabello, el más importante del país y la línea aérea más importante, LAV. Makled tenía altos ofiiales de la fuerza armada venezolana en calidad de amanuenses, en su nómina de un millón de dólares mensuales. Makled recibió concesiones portuarias y de fertilizantes a dedo del sector petroquímico de PDVSA y del presidente del Puerto de Puerto Cabello, un corrupto oficial de la Armada. Makled denuncia haberle dado dinero a Chávez para sus actividades proselitistas y entregado seis cheques multimillonarios al General del eructo.
En paralelo, altos miembros del régimen chavista: Hugo Carvajal, Henry Rangel Silva y Ramón Rodríguez Chacín han sido indiciados por el gobierno de los Estados Unidos de apoyar a las FARC y su actividad de narcotráfico. El lavado de dinero, en inmensas sumas, es una actividad que parece haber encontrado un santuario en la Venezuela de Hugo Chávez. A ello ha contribuido la total carencia de transparencia financiera por parte del régimen, principalmente por parte del ministerio de finanzas y de PDVSA, donde se manejan miles de millones de dólares sin rendición de cuentas.
Fin de fiesta.
El petroestado democrático se ha envilecido, pasando a ser un narcoestado despótico y se encamina inevitablemente a su etapa final: un estado forajido en disolución, con el déspota tras las rejas.
Etiquetas: narcoestado
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