Barbarie Autoritaria
Por: José Rafael López Padrino
Después de la derrota de las potencias del Eje
Roma-Berlín-Tokio en la II Guerra Mundial, la barbarie del nazi-fascismo sufrió
un largo eclipse en la escena política global. Sin embargo, ese despreciable
proyecto ha reaparecido en nuestra América Latina bajo diversas modalidades.
Algunos en forma abierta, como lo fueron las dictaduras militares del cono sur,
y otras de manera encubierta como lo son los regímenes plebiscitarios
neo-populistas que han surgido en años recientes. En Bolivia, Evo Morales y su
reaccionario indigenismo, en Ecuador, Rafael Correa y su falaz humanismo de
izquierda, en Nicaragua, Daniel Ortega y su traicionada revolución sandinista y
en Venezuela, el tte coronel y su maltrecha y corrupta logia militar.
Estas modalidades del proyecto hegemónico han sido referidas
como cesarismo (por Julio César dictador perpetuo de la república romana) y se
caracterizan por un sistema de gobierno centrado en la autoridad suprema de un
jefe o caudillo, al que le atribuyen rasgos heroicos y fundacionales. El
surgimiento de estos proyectos plebiscitarios ha obedecido, entre otros
factores, a la incapacidad de las democracias burguesas de darle solución a los
problemas sociales que confrontan amplios sectores de la población sumidos en
la pobreza y la exclusión social en forma crónica. Estos caudillos emergentes,
se presentan falsamente como la única alternativa viable para salvar al país o
conjurar hipotéticos peligros internos y externos. Un elemento común en
todos ellos ha sido el empleo de un detestable terrorismo de Estado a fin
de establecer una sociedad atemorizada, homogénea-militarizada, tutelada por un
Estado omnipotente, y a cuyos ciudadanos se les obliga a profesar una lealtad
incondicional al líder del proceso.
Una peculiaridad determinante de estos gobiernos ha sido
precisamente su orfandad ideológica. Más allá de una estadolatría asfixiante y
de algunas reivindicaciones populares estos proyectos carecen de un programa
doctrinario estructurado. Están supeditados a la voluntad de los caudillos
quienes mediante un manejo maniqueo y emocional de la pobreza y la miseria
logran establecer vínculos afectivos con los sectores populares más
desasistidos y atrasados políticamente, convirtiéndose en sus únicos
interlocutores, sin mediaciones institucionales, ni partidistas. Permitiendo el
surgimiento de un pernicioso culto a la personalidad, que lamentablemente
justifica todos los atropellos e injusticias cometidas en nombre del pueblo.
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