Asesinato en Kenia: Sagaray Ascenso y caída
La muerte de la embajadora
venezolana en Kenia, Olga Fonseca, descrubre el manejo de la diplomacia
"Bolivariana". Dwight Sagaray, luego de ser promovido y de
experimentar el ascenso, ahora es el mayor sospechoso del asesinato
Por: MARIO SZICHMAN
Fuente: TalCual
Hasta julio de 2010 Dwight
Sagaray trabajaba como abogado en el Ministerio del Trabajo de Venezuela. Ese
mes fue contratado por la cancillería venezolana. Días después obtuvo un puesto
menor en la embajada de Venezuela en Nairobi, Kenia. Pero su promoción fue
rápida. En cuestión de semanas el funcionario ascendió al puesto de primer
secretario de la embajada de Venezuela en Kenia. Y eso, cuando apenas tenía 35
años de edad.
En mayo de este año Sagaray
recibió otra promoción indirecta, cuando el embajador de Venezuela en Kenia,
Gerardo Carrillo Silva, huyó de la nación africana tras ser acusado de
hostigamiento sexual por tres empleados de su residencia. Sagaray asumió el
cargo de embajador interino, mientras aguardaba a su reemplazante. Inclusive se
mudó a la residencia oficial de la sede diplomática.
A mediados de julio la
cancillería venezolana decidió enviar a Nairobi a una diplomática con amplia
experiencia, Olga Fonseca Giménez, para que se hiciera cargo de la embajada.
Las expectativas de vida de Fonseca se acortaron bruscamente en el tóxico
ambiente de la sede diplomática venezolana.
Doce días después de asumir su
cargo su cadáver fue encontrado en uno de los dormitorios de la residencia
oficial venezolana. Su asesino parecía conocer bien las técnicas de
estrangulación. La doctora Fonseca fue atada de pies y manos, y una soga fue
amarrada en torno a su cuello. Un informe periodístico dijo que las cuerdas
estaban ligadas de tal manera que cualquier movimiento de sus pies o de sus
manos apretaban aún más la soga en torno a su cuello.
Horas después de ser hallado el
cadáver de Fonseca, Sagaray fue arrestado por la policía keniana y acusado del
asesinato. También se ordenó la captura de un presunto cómplice, el médico
Muhammed Ahmed Mohammed Hassan. El periódico The Star , de Nairobi, dijo que
una de las conjeturas de la policía keniana es que Fonseca trató de limpiar la
embajada de funcionarios dedicados al narcotráfico. Tras el asesinato de
Fonseca ocurrió algo bastante extraño en un episodio cargado de datos grotescos
o escandalosos: el Gobierno venezolano despojó de inmunidad diplomática a
Sagaray.
PONIENDO PIES EN POLVOROSA
Al hacer una reseña del asesinato
de la embajadora venezolana en Nairobi, The New York Times destacó la celeridad
con que funcionarios venezolanos quitaron toda protección a Sagaray. Ese
insólito procedimiento carece de precedentes en la diplomacia internacional.
Por cierto, ¿quien ordenó
despojar a Sagaray de su inmunidad? Héctor Griffin, un exdiplomático venezolano
contratado por la familia de Sagaray, dijo al diario que sólo un alto
funcionario pudo haber dado esa orden. Tal vez el ministro de Relaciones
Exteriores, Nicolás Maduro, o "inclusive el presidente Hugo Chávez".
El Gobierno venezolano volvió a
ser juez y parte, decidiendo, antes que las autoridades de Kenia, que Sagaray
era sospechoso del asesinato de Fonseca. Yenibel Lugo, una abogada que
representa a Sagaray y a su familia, dijo que funcionarios venezolanos
adoptaron la decisión sin hacer previamente una investigación.
Pero así de veloz es el Gobierno
de Venezuela. En menos de dos años transformó a Sagaray de un ilustre
desconocido que trabajaba como abogado en el Ministerio de Trabajo en una
importante figura de la embajada en Kenia. Y luego, lo transmutó en una papa
caliente de la cual era necesario librarse más rápido que inmediatamente.
ESTA NOCHE SE IMPROVISA
Cuando criticaron al presidente
de Estados Unidos Franklin Roosevelt por proteger al dictador dominicano Rafael
Leónidas Trujillo, Roosevelt respondió: "He may be a son of a bitch, but
he ´s our son of a bitch". El puede ser un hijo de perra, pero es nuestro
hijo de perra".
Sagaray prosperó en los rangos de
la diplomacia venezolana no por sus cualidades, sino por su lealtad a la
Revolución Bonita. Y esa circunstancia fue facilitada porque, siguiendo el
modelo de Pdvsa, todas las instituciones de la Quinta República premian al
incondicional y se libran de toda persona que no está al servicio exclusivo del
mandamás en jefe.
Hasta 1999, cuando Hugo Chávez
Frías llegó a la Presidencia de Venezuela, el servicio diplomático venezolano,
como Pdvsa y el resto de las instituciones del Estado, sometían a los
aspirantes a un cargo a toda clase de exámenes antes de aprobar su
incorporación.
Gerson Revanales, un
exdiplomático, dijo a The New York Times que en la época de la Cuarta República
Sagaray hubiera demorado muchos años en acceder al cargo de primer secretario
de una embajada. Posiblemente hubiera debido llegar a la edad de Fonseca, que
tenía 57 años cuando la estrangularon.
Lo que hizo en cambio la
administración de Chávez fue prescindir de esos exámenes y obligar a muchos
veteranos de la diplomacia a jubilarse. Y si no podía librarse de algún
diplomático, traía a un funcionario leal y ponía al veterano a contar las
flores que había en el empapelado de su oficina. El problema con ese tipo de
promociones violentas y sin escrutinio previo es que no siempre la lealtad
política coincide con la honestidad revolucionaria.
Como en el caso del fiscal
ambientalista Danilo Anderson, asesinado en el 2004, muchos funcionarios cargan
con algunos esqueletos en su closet. ¿Tenía Sagaray un prontuario previo que
decidió el Gobierno venezolano arrojarlo a los lobos? No se sabe. Y nunca se
podrá saber mientras Venezuela sea gobernada por el presidente Chávez. En boca
cerrada no entran moscas. Cuando un periodista de The New York Times intentó
obtener información sobre el caso de la embajadora asesinada en Nairobi,
tropezó con el mutismo más absoluto.
"En Venezuela", señaló
el diario, "los funcionarios no quieren hablar del caso". Los
esfuerzos para arreglar una entrevista con un funcionario de la cancillería a
través del Ministerio de Información en Caracas "no fueron exitosos. Las
preguntas sometidas al ministerio no fueron respondidas". En la Venezuela
actual, el silencio, el sigilo y la impunidad son la norma. Ya se trate del
asesinato de una embajadora, de la matanza de indios yanomamis, o de la
explosión en la refinería petrolera de Amuay, los funcionarios parecen
procónsules de Poncio Pilatos.
Etiquetas: Narcovalijas
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