Yanomamis: Condenados a Desaparecer
Por: Edgar Cherubini Lecuna
Fuente: Soberania.org
La etnia Yanomami se encuentra en vía de extinción a causa de la
invasión de buscadores de oro y la deforestación de sus territorios
ancestrales.
La miopía y el desprecio han relegado a los indígenas a la trastienda
de los Estados
En el mundo existen dos tipos
de gente, los yanomamö y los que no lo son.
Estos últimos somos nosotros, los nabë: intrusos o simplemente ajenos a
la selva. Yanomamö o Yanomamis, significa “gente nuestra”, aunque el monema
yano “casa” acompañado del sufijo ma significa el que “hace su propia casa”,
para así diferenciarse de los animales.
Siglos atrás los Yanomamis, procedentes de la sierra Parima, en la frontera de
Venezuela con Brasil, se dispersaron por
todo el alto Orinoco y sus afluentes, dividiéndose en varios linajes.
Unos fueron hacia el norte y
se llamaron a sí mismos sanema, otros se expandieron hacia el nordeste y se les
conoce como ninam. Los shamatari, ocuparon las riberas del río Siapa, estos
últimos jamás han visto a un nabë. Habitantes originales de la selva, viven en
los límites virtuales entre Brasil y Venezuela, en un territorio de 250.000
Km². Su población actual no llega a los
15.000 individuos en Brasil y cerca de unos 11.000 en Venezuela. Los Yanomamis
se encuentran en vía de extinción a causa de la invasión de buscadores de oro y
la deforestación de sus territorios ancestrales.
Los hijos de la Luna
En su mitología, los
shirishanas dicen provenir de las estrellas. Los sanema se llaman a sí mismos
“hijos de la Luna”. En sus shabonos o casas comunales circulares, conviven
varias familias, respondiendo a un sistema comunitario establecido hace miles
de años, con códigos y valores propios. Sólo para citar un fragmento de su
entramado de creencias, cada uno de los habitantes del shabono tiene su
non-eshi, alter ego o doble espiritual, que habita en las entraña de la selva;
por eso, cuando un Yanomami se enferma es porque en algún lugar de ésta, se ha
caído una cría de su nido, o un animal se encuentra herido o sufriendo. De allí que la comunidad en pleno se dedique
a buscar en la intrincada foresta la causa de la padecimiento. Los niños
Yanomamis tienen su escuela en la naturaleza ayudados por la cosmovisión de sus
padres, donde los mitos juegan un papel vital para entender el mundo. Para un
Yanomami, cada individuo y todos los seres, sean animales o vegetales, son en
sí portadores de una energía que forma parte de una fuerza vital
universal.
Un Yanomami sabe que el
universo es eterno y que la luna, el sol, las aguas de los ríos, las montañas y
todos las cosas que existen tienen una “historia” que ellos pueden leer y
escuchar. Un Yanomami es capaz de
distinguir en su territorio hasta 1.500 distintas especies de plantas de flores
y alrededor de 750 especies de árboles (30.000 en toda la Amazonia), con
propiedades nutritivas o medicinales. De
las 1.800 diferentes especies de aves, llama por su nombre a 400 de ellas y ha
clasificado sus diferentes plumajes y cantos.
Igualmente puede identificar a 150 de las 300 especies de mamíferos y a
100 tipos de reptiles. De las 2.500
especies de peces, 50 le son familiares, así como innumerables tipos de
mariposas de las 10.000.000 especies de artrópodos de la Amazonia. Esta
diversidad la encuentra a su paso mientras recorre en irreductible gesto de
libertad su vasto país vegetal.
Una etnia en vías de extinción
El gobierno brasileño proyecta
reducir la selva amazónica al 50% de su tamaño. Cientos de kilómetros cuadrados
de selva tropical son arrasados anualmente para beneficio de las corporaciones
madereras, petroleras, mineras y de biocombustibles, sin importarle la
destrucción de la biosfera, el calentamiento global del planeta, la
desaparición de miles de especies animales y de plantas, así como la extinción
de etnias que son los reservorios de la sabiduría ancestral de la humanidad.
El Amazonas venezolano y
su territorio de 184.000 Km², forma
parte del “pulmón verde del planeta” y constituye una de las más prodigiosas
reservas de recursos naturales del mundo.
Sus bosques pluviales tienen una antigüedad de 75 millones de años y,
junto a otros idénticos ecosistemas a lo largo del verde cinturón ecuatorial
del globo terráqueo, interactúa con las zonas polares manteniendo el equilibrio
climático al producir nubes, lluvias, agua y oxígeno para todo el planeta.
Los Yanomamis son los
habitantes más antiguos de ese ecosistema y allí han sobrevivido durante miles
de años. Sin embargo, es patético el estado de ingobernabilidad de esos
territorios. Los garimpeiros o mineros ilegales, arrasan indiscriminadamente la
selva y utilizan mercurio en el proceso de extracción del oro, perjudicando los
suelos y envenenando los ríos. Están respaldados por inversionistas que los
dotan de armas, logística y helicópteros. Utilizan a los indígenas como guías,
los esclavizan en las minas, hostigan y violan a sus mujeres.
El hombre blanco modifica su
estructura mental y social, igualmente los aleja de su sistema natural de
supervivencia. El solo contacto con los nabë desata entre ellos epidemias
causadas por virus ante los cuales su sistema inmunológico no tiene defensas.
La mayoría de los 11.000 Yanomamis que habitan en el Alto Orinoco padecen
malaria, oncocercosis o ceguera de los ríos, tuberculosis, helmintiasis, asma,
hepatitis viral y anemia, entre otras enfermedades. Hasta la fecha no se
observan acciones coherentes ni programas permanentes de parte de Brasil o
Venezuela para prevenir y controlar tales situaciones, la miopía y el desprecio
hacia los indígenas a terminado por relegarlos a la trastienda de los Estados.
En Venezuela, durante varios
siglos, el Estado delegó en la Iglesia católica y misiones evangélicas “el
cuidado” de los indígenas como si se tratase de minusválidos, para luego
permitir que ideologías radicales, mesiánicas y fundamentalistas los penetraran
o fueran portavoces de sus reivindicaciones. En la actualidad, el Amazonas
venezolano es el escenario de una lucha de poderes por el control de esos
territorios por parte de militares, misiones católicas, ONGs, diversos entes
gubernamentales, garimpeiros, multinacionales mineras, grupos radicales de
izquierda, utopistas de nuevo cuño y un nuevo actor en este drama, la guerrilla
colombiana aliada con el narcotráfico y el negocio del oro. Todo esto amenaza
la supervivencia de este ancestral grupo humano, víctima desde hace quinientos
años de un etnocidio sistemático.
Existen dos tipos de gente,
los que saben leer el cuerpo del mundo y entienden las voces de la selva, y los
que ciegos de poder, codicia e ignorancia, la explotan y destruyen. Los
primeros están condenados a desaparecer.
Etiquetas: Hezbollah, Masacre Yanomami, narcoterrorismo
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