Roger Noriega: Las elecciones en Venezuela pueden agitar las cosas
Por: Roger Noriega
La predicción del jefe de inteligencia de EE.UU., James Clapper, de que el candidato chavista, Nicolás Maduro, probablemente ganará las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela es tan simplista que es engañosa . “Con una cómoda ventaja en las encuestas, se espera que Maduro gane, y probablemente continuará con la tradición de Hugo Chávez”, dijo Clapper en el párrafo final de su testimonio por escrito ante los comités de inteligencia del Congreso de EE.UU. el jueves. Con ese tipo de análisis superficial, no es de extrañar que Washington no tiene ninguna influencia sobre el hostil narcoestado y mejor amigo de Irán y Hezbollah que se aferra al poder en Venezuela.
Esto es lo que los políticos estadounidenses y el Congreso deben saber sobre las elecciones presidenciales en Venezuela:
· El sucesor ungido de Chávez no asegurará un mandato indiscutible sobre su opositor democrático, Henrique Capriles Radonski, y esta elección impugnada disparará un período de inestabilidad e incertidumbre para el partido en el poder.
· El aparato político chavista tendrá que trabajar duramente para fabricar una victoria numérica para el régimen, y si los resultados están apretados, es posible que la oposición rechace las injusticias del proceso, así exponiendo la debilidad de Maduro ante sus enemigos dentro del chavismo.
· La única cosa que la campaña de cinco semanas ha demostrado es que Maduro no tiene la inteligencia o el peso político de su predecesor para manejar una oposición envalentonada, una economía que se derrumba y un partido gobernante que está amargamente dividido.
Como dije después de la muerte de Chávez el mes pasado, Venezuela es un país al borde de un colapso socioeconómico. La delincuencia callejera, los apagones y la escasez de alimentos y bienes de consumo afectan las vidas de millones de ciudadanos. El gobierno tiene un déficit fiscal peligroso y un manejo ineficiente de programas sociales insostenibles. Los ingresos del Estado se han reducido drásticamente debido a que la compañía petrolera estatal – manejada por los compinches políticos del régimen y saqueada por Chávez para financiar sus proyectos favoritos – está produciendo menos petróleo de lo que producía hace 15 años. El régimen ha perdido su legitimidad ya que altos funcionarios son cómplices con el narcotráfico y el terrorismo. Y la intervención descarada de La Habana para administrar la sucesión chavista ha provocado ira entre los elementos nacionalistas de la otrora orgullosa fuerza militar de Venezuela. Frente a estos desafíos, y con la ausencia de Chávez, el régimen ha aprovechado de todas sus ventajas injustas para diseñar una victoria convincente.
Aunque el liderazgo chavista ha cerrado filas en torno a Maduro, su confianza ha sido sacudida por su actuación bufonesca – Maduro alega charlar con Chávez a través de un pequeño pájaro que vuela en círculos sobre su cabeza e imita torpemente las travesuras de su carismático predecesor. Aun si los chavistas deciden robar una victoria electoral para Maduro, después de la elección los narcogenerals encabezados por el presidente de la Asamblea Nacional y jefe del partido gobernante, Diosdado Cabello, cuestionarán las acciones de Maduro en su intento de gobernar el país. Cabello se considera a sí mismo un administrador mucho más capaz, y tiene una amarga desconfianza de los cubanos que parecen estar microgestionando a Maduro y su campaña.
La participación de Cabello y de decenas de otros funcionarios de seguridad de alto nivel en el narcotráfico es un hecho bien conocido por la justicia estadounidense, lo que socava la legitimidad de cualquier futuro gobierno chavista. Cabello es muy consciente del hecho de que, cuando la participación de Cuba en el contrabando de cocaína fue descubierta a finales de 1980, los hermanos Castro orquestaron juicios de pacotilla para responsabilizar a media docena de funcionarios de seguridad que fueron fusilados. Es poco probable que Cabello y su grupo pondrán sus vidas en las manos de Maduro o sus directivos cubanos.
La oposición democrática es entusiasta acerca de sus posibilidades el domingo. Capriles Radonski ha motivado a su base, y se espera una oleada de votantes que consideran que esta es la última oportunidad para salvar a su país de políticas económicas ruinosas y del autoritarismo político. Si la oposición vota en números sin precedentes, podrían sobrepasar la capacidad de la máquina chavista para producir un margen inatacable y obligarían al régimen a recurrir a un fraude directo y detectable.
Si se producen disturbios, hay que recordar que el régimen y sus partidarios tienen un virtual monopolio sobre las armas y la violencia, la que han desplegado en repetidas ocasiones. Así que si hay violencia electoral, el régimen chavista se debe convertir en el blanco de críticas sin precedentes por parte de las capitales extranjeras.
Durante 15 años, Hugo Chávez utilizó las elecciones como un medio para reclamar legitimidad y un mandato popular para su agenda radical y revolucionaria. Al igual que Chávez, esos días se han ido. Las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela dejan muchas preguntas sin respuesta sobre el destino de un país polarizado y en bancarrota que desesperadamente necesita de un liderazgo digno y competente.
La predicción del jefe de inteligencia de EE.UU., James Clapper, de que el candidato chavista, Nicolás Maduro, probablemente ganará las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela es tan simplista que es engañosa . “Con una cómoda ventaja en las encuestas, se espera que Maduro gane, y probablemente continuará con la tradición de Hugo Chávez”, dijo Clapper en el párrafo final de su testimonio por escrito ante los comités de inteligencia del Congreso de EE.UU. el jueves. Con ese tipo de análisis superficial, no es de extrañar que Washington no tiene ninguna influencia sobre el hostil narcoestado y mejor amigo de Irán y Hezbollah que se aferra al poder en Venezuela.
Esto es lo que los políticos estadounidenses y el Congreso deben saber sobre las elecciones presidenciales en Venezuela:
· El sucesor ungido de Chávez no asegurará un mandato indiscutible sobre su opositor democrático, Henrique Capriles Radonski, y esta elección impugnada disparará un período de inestabilidad e incertidumbre para el partido en el poder.
· El aparato político chavista tendrá que trabajar duramente para fabricar una victoria numérica para el régimen, y si los resultados están apretados, es posible que la oposición rechace las injusticias del proceso, así exponiendo la debilidad de Maduro ante sus enemigos dentro del chavismo.
· La única cosa que la campaña de cinco semanas ha demostrado es que Maduro no tiene la inteligencia o el peso político de su predecesor para manejar una oposición envalentonada, una economía que se derrumba y un partido gobernante que está amargamente dividido.
Como dije después de la muerte de Chávez el mes pasado, Venezuela es un país al borde de un colapso socioeconómico. La delincuencia callejera, los apagones y la escasez de alimentos y bienes de consumo afectan las vidas de millones de ciudadanos. El gobierno tiene un déficit fiscal peligroso y un manejo ineficiente de programas sociales insostenibles. Los ingresos del Estado se han reducido drásticamente debido a que la compañía petrolera estatal – manejada por los compinches políticos del régimen y saqueada por Chávez para financiar sus proyectos favoritos – está produciendo menos petróleo de lo que producía hace 15 años. El régimen ha perdido su legitimidad ya que altos funcionarios son cómplices con el narcotráfico y el terrorismo. Y la intervención descarada de La Habana para administrar la sucesión chavista ha provocado ira entre los elementos nacionalistas de la otrora orgullosa fuerza militar de Venezuela. Frente a estos desafíos, y con la ausencia de Chávez, el régimen ha aprovechado de todas sus ventajas injustas para diseñar una victoria convincente.
Aunque el liderazgo chavista ha cerrado filas en torno a Maduro, su confianza ha sido sacudida por su actuación bufonesca – Maduro alega charlar con Chávez a través de un pequeño pájaro que vuela en círculos sobre su cabeza e imita torpemente las travesuras de su carismático predecesor. Aun si los chavistas deciden robar una victoria electoral para Maduro, después de la elección los narcogenerals encabezados por el presidente de la Asamblea Nacional y jefe del partido gobernante, Diosdado Cabello, cuestionarán las acciones de Maduro en su intento de gobernar el país. Cabello se considera a sí mismo un administrador mucho más capaz, y tiene una amarga desconfianza de los cubanos que parecen estar microgestionando a Maduro y su campaña.
La participación de Cabello y de decenas de otros funcionarios de seguridad de alto nivel en el narcotráfico es un hecho bien conocido por la justicia estadounidense, lo que socava la legitimidad de cualquier futuro gobierno chavista. Cabello es muy consciente del hecho de que, cuando la participación de Cuba en el contrabando de cocaína fue descubierta a finales de 1980, los hermanos Castro orquestaron juicios de pacotilla para responsabilizar a media docena de funcionarios de seguridad que fueron fusilados. Es poco probable que Cabello y su grupo pondrán sus vidas en las manos de Maduro o sus directivos cubanos.
La oposición democrática es entusiasta acerca de sus posibilidades el domingo. Capriles Radonski ha motivado a su base, y se espera una oleada de votantes que consideran que esta es la última oportunidad para salvar a su país de políticas económicas ruinosas y del autoritarismo político. Si la oposición vota en números sin precedentes, podrían sobrepasar la capacidad de la máquina chavista para producir un margen inatacable y obligarían al régimen a recurrir a un fraude directo y detectable.
Si se producen disturbios, hay que recordar que el régimen y sus partidarios tienen un virtual monopolio sobre las armas y la violencia, la que han desplegado en repetidas ocasiones. Así que si hay violencia electoral, el régimen chavista se debe convertir en el blanco de críticas sin precedentes por parte de las capitales extranjeras.
Durante 15 años, Hugo Chávez utilizó las elecciones como un medio para reclamar legitimidad y un mandato popular para su agenda radical y revolucionaria. Al igual que Chávez, esos días se han ido. Las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela dejan muchas preguntas sin respuesta sobre el destino de un país polarizado y en bancarrota que desesperadamente necesita de un liderazgo digno y competente.
Etiquetas: Hezbollah, narcoestado, terrorismo
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