El libreto de Venezuela es el Manifiesto comunista
Por: Steve H. Hanke
Fuente: El CATO INSTITUTE
Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Senior Fellow del Cato Institute.
El declive económico de Venezuela empezó realmente cuando Hugo Chávez impuso su marca "particular" de socialismo en el país. Durante años, el país ha sostenido un programa masivo de gasto social, combinado con unos costosos controles de precios y del mercado laboral, así como también con una estrategia agresiva de ayuda externa. Este castillo de naipes fiscal apenas se ha mantenido a flote gracias a los ingresos petroleros.
Pero, conforme el costo del régimen ha crecido, el país ha recurrido cada vez más a las arcas de la empresa estatal de petróleo, PDVSA, y (cada vez más) dependido del banco central del país para cubrir la brecha fiscal. Esto ha resultado en un declive constante en el valor del bolívar —un declive que solamente se aceleró conforme empezaron a filtrarse las noticias acerca de la salud en deterioro de Chávez.
Hugo Chávez murió el 5 de marzo de 2013 —enviando olas de shock a través de la economía venezolana. No debería sorprender que desde que tomó las riendas como nuevo presidente el sucesor que Chávez eligió, Nicolás Maduro, el castillo de naipes que es Venezuela empezó a colapsar.
El tipo de cambio en el mercado negro entre el bolívar fuerte (VEF) y el dólar estadounidense (USD) cuenta la historia. De hecho, el bolívar fuerte ha perdido 64,5% de su valor en el mercado negro desde la muerte de Chávez (ver el gráfico a continuación).
Esto, a su vez, ha provocado una inflación muy alta en Venezuela. Actualmente, la tasa de inflación anual implícita realmente está en los tres dígitos, ubicándose en un impresionante 297% (ver el gráfico a continuación).
Esto es más de cinco veces que la última tasa de inflación anual oficial de 54% que reportó el gobierno y que luego fuera repetida en la prensa internacional de finanzas. De hecho, hace poco leí en el Financial Times (9 de diciembre de 2013) la cifra de "54%". ¿Por qué? La respuesta es sencilla: los censores venezolanos son efectivos. Tal vez no tan efectivos como los censores chinos. No obstante, son efectivos. Los reporteros basados en Caracas con los que he hablado regularmente me dicen que las agencias de noticias hacen por sí mismas gran parte del trabajo —auto-censura— para evitar que sus reporteros en Caracas sean expulsados.
El gobierno ha respondido a sus problemas económicos imponiendo controles de precios cada vez más severos para suprimir artificialmente la inflación. Pero estas políticas no son nada nuevo. Durante años, el gobierno ha fijado los precios de varios productos. Por ejemplo, la gasolina de calidad suprema tiene un precio fijado a tan solo 5,8 centavos por galón —eso es más barato que un galón de agua potable en Caracas.
Mientras que estos controles presumiblemente mantienen los precios bajos en los mercados oficiales, últimamente han conducido a tiendas vacías. De hecho, como muestra el gráfico a continuación, aproximadamente 22,4% de los productos simplemente no están disponibles en las tiendas venezolanas. Este índice debería recordarle a todos aquel clásico de Paul McCartney, "De vuelta en la Unión Soviética".
Además de la escasez, los controles de precios pueden derivar en consecuencias políticas no intencionadas más adelante. Por ejemplo, una vez que los controles de precios son implementados, es muy difícil removerlos sin generar una revuelta popular —solo considere las revueltas de 1989 cuando el presidente Carlos Andrés Pérez intentó eliminar los controles de precios.
Recientemente, en lo que fue una reacción de pánico y mal concebida ante los problemas económicos del país, Maduro buscó y obtuvo poderes de emergencia para intervenir en la economía. Su primera medida fue limitar las ganancias corporativas, aunque esto es en parte una medida para distraer la atención, dado que la inflación se come las ganancias corporativas y el retorno sobre las inversiones.
Maduro también ha fijado su objetivo en la industria de automóviles, firmando un decreto para regular la producción de autos "desde la puerta de la fábrica hasta el punto de venta". Como resultado, el gobierno ha empezado a fijar los precios de los autos y a perseguir a quienes los venden al precio del mercado. Será interesante ver a quién culpara Maduro cuando esto resulte en una escasez de autos nuevos.
Esta disyuntiva entre cobrar precios "justos" o ser arrestado es ahora la norma para los dueños de las empresas en Venezuela. El ejemplo más absurdo de esto se dio a principios de noviembre, cuando las fuerzas de seguridad del gobierno ocuparon las tiendas de electrodomésticos y empezaron a regalar televisores y otros productos a precios "justos" (léase: regalados). Herbert García, jefe del Órgano Superior para la Defensa Popular de la Economía, lo dijo de esta manera: "Tenemos que garantizar que todo el pueblo venezolano tenga un televisor plasma y un refrigerador de última generación".
No debería sorprender que masas de personas se congregaron en las cuadras aledañas a las tiendas para obtener su migaja de la medida del gobierno. Lamentablemente, el gobierno no ha logrado proveer suficiente electricidad para poder usar los productos saqueados. En la mayoría de los países, esto sería considerado un robo por parte del gobierno. Pero, en el régimen marxista de Maduro, esta redistribución se ha vuelto algo normal.
A pesar de frecuentes referencias a la "Revolución Bolivariana" del difunto Hugo Chávez, el libreto de Maduro no es nada más que un refrito del plan de diez puntos de Marx y de Engels. Esto fue expuesto en al Manifiesto Comunista —una hoja de ruta muy clara acerca de hacia dónde querían llevar a sus adherentes.
Una vez que usted considera los diez puntos del Manifiesto, se dará cuenta de que Maduro (y muchos otros políticos en otros lugares) no son muy originales.
1. Abolición de la propiedad privada de la tierra y dedicación de todas las rentas de la tierra a propósitos públicos.
2. Un impuesto alto progresivo o graduado.
3. Abolición a cualquier derecho de herencia.
4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrantes y rebeldes.
5. Centralización del crédito en las manos del Estado, mediante un banco nacional con capital estatal y un monopolio exclusivo.
6. Centralización de los medios de comunicación y traslado al control estatal.
7. Extensión de fábricas e instrumentos de producción en manos del Estado; cultivo de tierras no aprovechadas y la mejora de la tierra en general según un plan común.
8. Obligación igual para que todos trabajen. El establecimiento de armadas industriales, especialmente para la agricultura.
9. Combinación de la agricultura con las industrias de manufacturas; abolición gradual de la distinción entre la ciudad y el campo, mediante una distribución más igualitaria de la población a lo largo del país.
10. Educación gratuita para todos los niños en las escuelas públicas. Abolición del trabajo infantil en las fábricas en su forma actual. Combinación de la educación con la producción industrial, etc.
Los resultados de estas políticas prescritas por el Manifiesto son claros. El Banco Mundial ubicó a Venezuela en la posición 181 de entre 189 naciones en su índice Haciendo Negocios 2014. Esto posiciona a Venezuela muy detrás de países arruinados por guerras como Siria, Irak y Afganistán.
Mientras que Maduro podrá considerarse como el Robin Hood moderno, tiene mucho más en común con Edward John Smith, capitán del RMS Titanic. Dicho esto, la miseria económica creada por la adherencia al Manifiesto comunista puede tardar un largo tiempo en hundir a un barco (considere la Unión Soviética).
Si tiene dudas, solamente considere el continuo respaldo popular que tiene el régimen de Maduro. En la primera semana de diciembre, Venezuela tuvo elecciones para las 337 alcaldías del país, y el PSUV de Maduro le ganó a la oposición. Maduro salió de estas victorias diciendo que su "ofensiva económica" en contra de las empresas privadas continuaría y que "¡Vamos con todo, así que prepárense!"
Tristemente, incluso con una inflación de tres dígitos, Maduro podría tener razón. Después de todo, Slobodan Milosevic aplicó el Manifiesto en Yugoslavia, y este resultó en una hiperinflación —que llegó a su pico de 313.000.000% en enero de 1994. Aún así, Slobodan siguió en el poder hasta el 2000. Luego está el caso de Robert Mugabe en Zimbabue. Ha estado en el poder desde hace 33 años, aún cuando su adherencia a los mandatos del Manifiesto generó la segunda hiperinflación más aguda del mundo —llegando a su pico de 98% al día en noviembre de 2008.
Así que no espere que se de una revuelta en Venezuela debido a la inflación alta y a la miseria económica. Lejos de los $50 por barril de petróleo, el Titanic llamado Venezuela podría mantenerse a flote por más tiempo que el que consideremos posible, antes de que inevitablemente se hunda.
Este artículo fue publicado originalmente en Globe Asia (Indonesia) en enero de 2014.
Etiquetas: Análisis Económico
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