Negligencia diplomática en Ecuador
Por: Roger F. Noriega y Felipe Trigos
Fuente: IASW
En un artículo recientemente publicado por el presidente del Diálogo Interamericano, Michael Shifter, titulado, “EE.UU. está aprendiendo a vivir relaciones tensas con el Ecuador”, relata la turbulenta relación entre Estados Unidos y Ecuador desde la elección del presidente izquierdista Rafael Correa en el 2006. Shifter atribuye a la administración del presidente Obama la búsqueda de las relaciones diplomáticas y comerciales productivas con el impredecible presidente Rafael Correa. Shifter llega a la conclusión de que los diplomáticos estadounidenses han aceptado por fin que Correa no está interesado en una relación normal. Lo que plantea la pregunta: “¿ Por que les tomó tanto tiempo en darse cuenta?”
El autor reconoce que Correa ha sido el responsable de socavar la relación después de que expulsó a la embajadora de EE.UU. en Ecuador Header Hodges en 2011, al apoyar una demanda notoriamente falsa en contra de Chevron, al concederle asilo al creador de Wikileaks Julian Assange y al simpatizar con el fugitivo americano Edward Snowden.
Correa es un caudillo latinoamericano que ha seguido una agenda anti-estadounidense para obtener el apoyo de la izquierda radical en su país y de regímenes afines a esta ideología en la región. Después de su elección, Correa encontró un nicho a lado de los autócratas de izquierda Hugo Chávez de Venezuela y Evo Morales de Bolivia. Este trío se dispuso a socavar el consenso regional en apoyo de la democracia representativa y los derechos humanos. Temas que catalogan y consideran como un marco para la “injerencia en sus asuntos internos”-léase el imperialismo yanqui. De hecho, es bastante claro que su objetivo siempre ha sido el encubrir el abuso de estos principios del escrutinio internacional.
Al ocultar sus tácticas autoritarias con retórica anti-imperialista , estos neo-caudillos lograron poner a la administración Obama en jaque .
En un intento desesperado por evitar una confrontación con líderes como Correa, el Departamento de Estado se ha replegado y ha hecho caso omiso de los abusos y la delincuencia que promueven estos regímenes.
Shifter explica que, “los EE.UU. ha aprendido que cualquier respuesta de línea dura sería contraproducente y sólo reforzaría las posturas de Correa.” Quizás. Pero, ¿qué precio tenemos que pagar por ignorar las acciones anti-estadounidenses de Correa y su conducta anti-democrática, incluso después de que quedara claro que Correa no tenía interés en una relación positiva con los Estados Unidos?
La diplomacia de un país debe tener el objetivo de proteger sus intereses y defender su seguridad. Si podemos hacer eso de una manera que promueva nuestros valores, nuestra influencia cultural y una imagen positiva en el mundo, sería maravilloso. Aunque los Estados Unidos no debe ser intervencionista o paternalista, su seguridad nacional y su diplomacia deben reconocer las amenazas donde quiera que estén presentes y tomar cartas en el asunto.
Correa se convirtió en un problema para los Estados Unidos desde el inicio de su mandato cuando decidió erradicar una instalación militar de EE.UU. dedicada a la vigilancia del tráfico ilícito de drogas en la región Andina y del Pacífico. Por otra parte, el día que Correa hizo causa común con otros autócratas para socavar la democracia regional y el respeto de los derechos humanos, se convirtió en una amenaza para la estabilidad política y económica en toda la región.
Shifter esencialmente reconoce que los diplomáticos de la administración han perdido seis años tratando de aplacar a Correa. Imagínese si hubiésemos usado ese tiempo para apoyar activamente a los demócratas en el Ecuador y haber criticado y expuesto los abusos de Correa y su colusión con el narcotráfico. Eso no habría sido fácil pero la diplomacia eficaz nunca lo es.
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