Los vecinos de Venezuela deben trabajar para contener el caos
Junta Editorial – Washington Post
Fuente: The Washingtonj Post Vía IASW
Cualquiera que haya estado observando el descenso de Venezuela en los últimos meses en dirección al caos económico y social podría predecir lo que vendría después: las manifestaciones callejeras realizadas por estudiantes y ciudadanos comunes que están hartos de la creciente inflación, la escasez de bienes básicos, una de las tasas de homicidio más altas del mundo y un gobierno cuya única respuesta ha sido la de gritar consignas populistas sin sentido. La semana pasada, miles de personas salieron a las calles de Caracas y otras grandes ciudades para protestar; en la capital, se unieron muchos de los líderes de la oposición.
La respuesta del gobierno de Nicolás Maduro no fue una sorpresa: más bravatas y más chivos expiatorios de la Embajada de EE.UU., de la que fueron expulsados tres funcionarios consulares el lunes. Pero el régimen también recurrió a medidas más extremas. Varios manifestantes fueron muertos a tiros la semana pasada por hombres armados probable afiliados a las fuerzas de seguridad o a las milicias progubernamentales. Mientras tanto los fiscales acusaron a un líder de la oposición, Leopoldo López, con cargos de asesinato y terrorismo. El martes, el Sr. López valientemente se entregó a las autoridades.
El Sr. Maduro y los medios del gobierno están tratando de retratar al Sr. López como un extremista, llamándolo “el rostro del fascismo” y alegando que estaba tramando un golpe de Estado. De hecho, el ex alcalde de 42 años es un izquierdista moderado educado en Harvard que ha demostrado su compromiso con el cambio pacífico y democrático a lo largo de una década.
Los funcionarios del gobierno admiten que el Sr. López no estaba presente cuando se hicieron disparos el pasado miércoles después de una marcha de protesta. Los vídeos y las fotografías recopiladas por Últimas Noticias, un periódico que por lo general apoya al gobierno, mostraron que los disparos provenían de “individuos identificados con uniformes, placas y vehículos del servicio de inteligencia civil quienes eran acompañados por otros vestidos de civiles”.
Como quedó claro hace mucho tiempo, los extremistas en Venezuela no son los líderes de la oposición o los estudiantes, sino que el Sr. Maduro y su régimen. En la medida en que empeora la crisis económica que crearon, están estrangulando a lo que queda de los medios de comunicación libres y a la empresa privada, al negarles las divisas necesarias para la importación, incluyendo la del papel de periódico. Ellos están tratando de aterrorizar y de detener a un creciente movimiento de protesta dirigido por los estudiantes. Decenas de activistas han sido detenidos en la última semana y algunos han sido torturados. La intromisión extranjera no proviene de la Embajada de EE.UU., sino de Cuba, que cuenta con cientos de agentes dentro del gobierno venezolano que ayudan a dirigir la represión.
El desmoronamiento de Venezuela debe ser un espectáculo aterrador para los vecinos como Brasil, que han apoyado tenazmente al Sr. Maduro, y a su predecesor, Hugo Chávez, incluso mientras destrozaban al que solía ser el país más rico de América Latina.
Lo que se necesita ahora es aplicar presión sobre el gobierno para que ponga fin a su uso de la fuerza y para que comience negociaciones abiertas con los líderes de la oposición. Faltan años para las próximas elecciones, por lo que Venezuela tiene que forjar un pacto político para detener el colapso de la economía y del orden público. El gobierno de Obama, que ha apoyado ese curso, tiene poca influencia. Es hora de que los vecinos de Venezuela utilicen su influencia, antes que el caos se vuelva incontenible.
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