USA, NARCO ESTADO Y ANTIIMPERIALISMO
Por: Antonio Sánchez García
Fuente: Frente Patriótico
“El extenso informe de ‘The Wall Street Journal’ confirmando que fiscales federales de Estados Unidos están investigando al número dos del Gobierno venezolano por presuntos lazos con el narcotráfico ha generado grandes expectativas entre los críticos del régimen populista autoritario de Venezuela, pero – lamentablemente – tendrá muy poco impacto político.”
La afirmación la sostiene el analista político Andrés Oppenheimer. Y si bien las fuentes con las que avala su delicada afirmación son más que dudosas – un encuestador que suele facturar a Tirios y Troyanos, sirviendo a unos y otros en función de los ingresos, siempre multimillonarios, con que ambas partes recompensan sus servicios – tiene una parte de incuestionable verdad: las más que fundadas acusaciones tendrán un muy débil impacto político real. Así la DEA y el Departamento de Estado tengan suficientes, concluyentes e irrebatibles pruebas de las graves actividades delictivas vinculadas al narcotráfico a escala hemisférica en que están incursos altos funcionarios del Estado venezolano, debe primar la extrema prudencia con que proceden temiendo las graves repercusiones que tan justa y legítima medida provocaría en su patio trasero. Y en el propio suelo venezolano, por insólito que pueda parecer.
El mismo analista se cuida en extremo de los términos con que se refiere al régimen imperante en Venezuela, objeto de esas investigaciones. Empleando una hipérbole extremadamente sofisticada se refiere a la dictadura venezolana como a un “régimen populista autoritario”. Conozco varios que siendo populistas y autoritarios respetaban y se ceñían al Estado de Derecho. Si uno de los más calificados opinadores políticos venezolanos, el político y editor venezolano Teodoro Petkoff, recientemente galardonado con el Premio Ortega y Gasset de periodismo, rechaza con acrimonia a quienes califican de dictatorial al protectorado de Maduro, apenas “una democracia restringida” según el ex líder del Partido Comunista y del MAS venezolanos, ¿por qué habría de ir tan lejos un periodista argentino que no tiene arte ni parte en este entierro?
Aún así: el cuidado de Andrés Oppenheimer refleja el que tendrán los funcionarios norteamericanos frente a las susceptibilidades, manías, complejos y automática solidaridad antinorteamericana de todos los gobiernos de la región. Y los prejuicios a flor de piel de sus pueblos acaudillados. Si un primer globo de ensayo – las sanciones a siete funcionarios venezolanos involucrados en violaciones a los derechos humanos – reventó antes de coger altura, no sólo el régimen desató la algarabía sino que la oposición oficial montó en cólera, exigiéndole por escrito rectificaciones aclaratorias al Departamento de Estado, y todos los gobiernos de la región corrieron en auxilio del régimen al que pertenecían los siete forajidos, ¿qué sucedería si los Estados Unidos, en legítima y justificada aplicación de sus normas, le otorgara al régimen castromadurista la etiqueta fatídica de Estado narcotraficante y forajido, llegando a la ruptura de relaciones y el aislamiento internacional?
Es más: las mismas precauciones de Oppenheimer – su programa podría ser censurado y el medio del que se sirve borrado de la parrilla de los medios pagados de la televisión venezolana – las tiene cualquier analista venezolano. Tres medios venezolanos fueron de inmediato pasados a cuenta de la justicia por el principal indiciado, segundo hombre del aparato de gobierno, por el simple hecho de haber reproducido las informaciones del medio español que las publicara originalmente. Y antes de decir agua va, sus directivas en pleno habían sido penadas sin juicio alguno mediante el hitleriano expediente de imponerles medidas “cautelares”, hipérbole para condenatorias antes de un debido proceso: prohibición de salida del país y asistencia semanal al tribunal asignado. Sin que se les pueda demostrar un solo delito.
De allí la elemental conclusión que es preciso sacar para no culpar a justos por pecadores: si los propios opositores venezolanos comparten la odiosidad antinorteamericana que impregna al régimen y, en rigor, a la cultura o incultura política de toda la región, ¿por qué culpar a los Estados Unidos por negarse a aplicar las medidas punitivas que se merecen quienes han hecho de Venezuela un Estado forajido y narcotraficante?
Bien dice el refrán: la caridad comienza por casa.
Etiquetas: DEA, Diosdado Cabello Narcotraficante
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