Hezbollah en América Latina
Por: Jorge Cachinero
Fuente: abcblogs.abc
Los atentados en Buenos Aires, Argentina, de 1992 y de 1994, y en Panamá, de 1994, tienen en común que fueron planeados y ejecutados por el grupo islámico chií, Hezbollah -el Partido de Allah o el Partido de Dios-, la organización terrorista más grande del mundo.
Además de esos tres atentados, Hezbollah ha sido, asimismo, responsable de los atentados, entre otros muchos, contra la embajada de Estados Unidos (EE. UU.) en Beirut, Líbano, en 1983, contra las Torres Khobar, en Arabia Saudí, en 1996, en la ciudad de París, Francia, en 1986, o contra un autobús en el aeropuerto de Burgas, Bulgaria, en 2012.
Hezbollah, con base en el Líbano, es una organización, que, financiada y armada por la República Islámica de Irán, de la que recibe 700 millones de dólares al año, declara, sin ambages, que su principal objetivo es la destrucción del Estado de Israel y, para ello, entre otras muchas actividades, se dedica a excavar túneles, a un coste de 5 millones de dólares, cada uno de ellos, para cruzar a Israel desde el sur del Líbano.
El primer atentado, de aquellos dos que se perpetraron en la capital de Argentina, el 17 de marzo de 1992, fue una explosión contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, que causó 28 muertos y unos 300 heridos, incluyendo cuatro funcionarios de la Embajada.
El segundo atentado en Buenos Aires, el 18 de julio de 1994, fue, también, una explosión, en esa ocasión, contra el edificio compartido por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y por la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que mató a 85 personas e hirió a más de 300.
Ese ataque ha sido considerado por las autoridades argentinas como el acto terrorista más importante de la historia argentina y la acometida criminal más grave contra una comunidad judía desde la Segunda Guerra Mundial.
Grupos vinculados con Hezbollah se adjudicaron la responsabilidad por los dos atentados.
En el primer caso, el autor fue la Jihad Islámica, brazo armado de Hezbollah, que, al reivindicarlo, explicó que su finalidad era golpear los intereses israelíes, en cualquier parte del mundo, debido a la intervención militar israelí en el Líbano.
En el segundo episodio, una agrupación conocida como Ansar Allah –Partidarios de Dios– reclamó su autoría y reiteró la necesidad de combatir al sionismo en todo el mundo.
Expertos de los servicios de inteligencia israelíes y estadounidenses afirmaron que el tipo de explosivos usados en esos ataques –al igual que los realizados en el sur del Líbano– indicaba la culpabilidad de Hezbollah.
Sin embargo, a pesar de esta supuesta relación entre los atentados de 1992 y de 1994, por una parte, y los enfrentamientos entre el Estado de Israel y Hezbollah, en el norte de Israel y en el sur del Líbano, por otra, al parecer, existió una causa, aún más directa, para la realización de estas operaciones terroristas, según quedó consignado por la propia justicia argentina: la cancelación por parte de Argentina de sus relaciones con Irán en el campo de la tecnología nuclear.
El atentado de Panamá ocurrió, el 19 de julio de 1994, sólo 24 horas después del atentado contra la DAIA y la AMIA en Buenos Aires, mediante la explosión en el aire de una aeronave, de la empresa Alas Chiricanas, diez minutos después de haber despegado del aeropuerto de France Field, en la provincia de Colón, en dirección al aeropuerto internacional de la ciudad de Panamá.
En aquel atentado terrorista murieron 18 pasajeros -12 pertenecientes a la comunidad judía de Panamá-, dos tripulantes y un hombre, cuyo cuerpo nunca fue reclamado.
El Federal Bureau of Investigation (FBI) estadounidense concluyó que aquel cadáver pertenecía a Ali Jamal, que viajaba en la tercera fila del avión y fue quien activó la bomba en pleno vuelo.
Este crimen fue reivindicado por la organización Ansar Allah en el mismo anuncio en el que reclamó la autoría del atentado de Buenos Aires de 1994.
Esta comunicación se distribuyó en las ciudades de Beirut y de Sidón y se publicó el 23 de julio de 1994, cuatro días después del atentado de Panamá, en el diario libanés “An-Nahar” bajo el título “La organización Ansar Allah anuncia la destrucción del centro judío en la Argentina”.
Este atentado fue el peor de la historia de Panamá.
Desde entonces, de forma renovada, desde 2020, el FBI busca activamente información sobre un ciudadano de origen libanés, con ciudadanía venezolana, que hoy tiene 52 años, de nombre Ali Hage Zaki Jalil, piloto de aviones, aficionado al paracaidismo, con antecedentes penales por tráfico de armas y propietario de bares en la Isla Margarita de Venezuela, donde habría residido, ya que, según el FBI, está directamente relacionado con el atentado de Panamá.Ali Hage Zaki Jalil
Aunque pudiera pensarse que Hezbollah limita sus actividades a la región del Próximo Oriente -Líbano, Siria o Israel-, esta organización terrorista está convirtiendo América Latina en un nuevo centro de sus operaciones criminales.
Además de los ataques terroristas mencionados, ocurridos en los años 90, Hezbollah ha convertido la llamada Triple Frontera -entre Argentina, Paraguay y Brasil-, situada en la Foz de Iguazú, lugar donde confluyen los ríos Iguazú y Paraná, en la puerta de entrada de sus operaciones, y, por extensión, de las de Irán, en América Latina y en el epicentro de sus actividades ilegales de contrabando, de tráfico de armas, de tráfico de seres humanos o de lavado de dinero.
Hezbollah ha establecido en la Triple Frontera uno de sus cuarteles generales fuera del Próximo Oriente, dadas la porosidad de aquellas fronteras y la cercanía de Venezuela, donde la organización ha conseguido un espacio destacado de influencia y de gestión de sus operaciones fuera del Líbano, con la complicidad del régimen de Nicolás Maduro.
Por ejemplo, Hezbollah fabrica, en el sur del Líbano, toneladas de dinero falsificado que envía a la Triple Frontera, donde se intercambia por talones bancarios auténticos, los cuales acaban siendo remitidos a Europa para, por último, ser convertidos en dinero en efectivo real.
Hezbollah ha tejido una red operativa y de actividades terroristas, tupida y sofisticada, en América Latina, que se extiende por Uruguay, por Colombia y por Venezuela y que, 30 años después del primer atentado en Argentina, sigue estando muy activa.
Venezuela demuestra que los Narco Estados son entornos perfectos para que una organización como Hezbollah se establezca, se sienta cómoda y eche sus raíces.
En los Narco Estados, los grupos criminales penetran las estructuras gubernamentales, las debilitan y las cooptan para corromper las instituciones, los organismos y los recursos humanos de las funciones gubernamentales de defensa, de seguridad, de justicia y, finalmente, del propio gobierno.
Una vez se han ablandado los mecanismos que protegen a cualquier Estado de Derecho, que éste ha sido corrompido y ha caído bajo el control del crimen organizado transnacional –transnational organised crime (TOC)-, la experiencia de las últimas décadas en Latinoamérica prueba que los Narco Estados acaban por allanar el camino para la entrada, también, de organizaciones terroristas en los países que controlan.
Así ha sucedido en Venezuela con la guerrilla colombiana de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con el grupo terrorista y separatista español Euskadi Ta Askatasuna (ETA) y, también, con Hezbollah.
En la actualidad, la relación preferida del Narco Estado venezolano es con el terrorismo islámico yihadista y, para ello, tiene la gran ventaja de contar con el soporte de dos Instituciones Militares -la de Cuba y la de Venezuela- que están al frente de los cárteles de la droga en América Latina.
En Caracas, la capital de Venezuela, el enorme complejo militar de Fuerte Tiuna, un búnker inaccesible, ha servido de escondite para terroristas no sólo de las FARC o de ETA, sino, en los últimos años, también, de miembros de organizaciones terroristas de Oriente Medio.
El doblemente ministro de Industrias y Producción Nacional y de Petróleo de Venezuela, Tareck El Aissami Maddeh -conocido, por sus iniciales, como TEAM- mantiene lazos estrechos con Hezbollah, hasta el punto de que, como responsable máximo que es de gestionar la economía ilegal de Venezuela, da soporte a Hezbollah para sus operaciones de blanqueo de dinero en todo el mundo.
Debe destacarse que el padre de TEAM es un activista sirio, con una larga historia de conexión con organizaciones terroristas, lo que ayuda a que TEAM tenga credibilidad suficiente y sea bien visto, como interlocutor del régimen venezolano, en sus relaciones con Hezbollah o con otros grupos terroristas.
De hecho, la Organización de Seguridad en el Exterior de Hezbollah está presente y es muy activa en Venezuela, gracias a la red que ha conseguido empotrar en todos los rincones de su economía ilegal, desde su cuartel general, situado en la paradisíaca Isla Margarita venezolana, donde hoy es más fácil tropezarse con personas del Próximo Oriente que con nativos de la Isla.
Así, el régimen de Maduro refuerza, apoya y colabora con los movimientos globales de fondos, de personas, de productos y de materiales de Hezbollah y le facilita a su organización documentos de identificación y pasaportes venezolanos para ayudarles en sus operaciones internacionales.
No obstante, esta relación del Narco Estado venezolano con el terrorismo internacional no se limita a su conexión con Hezbollah.
Células terroristas palestinas se han establecido en Venezuela y están participando activamente de las oportunidades que su régimen les proporciona para explotar en su beneficio las redes del lavado de dinero, del tráfico de droga y de la actividad terrorista.
Por citar otro ejemplo, Alex Saab, testaferro de Nicolás Maduro, realizaba innumerables viajes de negocios entre Teherán y Caracas, en uno de los cuales, en junio de 2020, al hacer una parada técnica en Cabo Verde, fue detenido por las autoridades locales.
Saab se encuentra, hoy, en manos de la justicia estadounidense, una vez que, más de un año después de su detención, los jueces de Cabo Verde concedieran, en octubre de 2021, su extradición, reclamada por EE. UU.
Muchos servicios de Inteligencia y de seguridad del mundo occidental están prestando cada vez más atención a la creciente convergencia entre el terrorismo internacional yihadista, el TOC, especialmente, el narcotráfico, y los gobiernos y los partidos que defienden el llamado socialismo del siglo XXI, es decir, el comunismo en el siglo XXI, a través del Foro de São Paulo y del Grupo de Puebla, que, desde América Latina, se intenta exportar a EE. UU. y al Viejo Continente, mediante, específicamente, en Europa, el establecimiento de cabezas de playa en países del Sudoeste de Europa.
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