Despertar de las Conciencias
Por: María Walter
Una sociedad para poder avanzar en la resolución de las situaciones que por años vienen acumulándose, requiere no solo de claridad de propósito acerca de sus metas y objetivos sino de la suma de las partes que la conforman, porque para gerenciar los asuntos públicos el primer paso no solo es asumir el proceso decisorio desde la perspectiva holística sino, propiciando y convocando a la participación abierta activa/reflexiva de todos sus miembros –sin excepción, ni distingos- a partir de allí será sencillo determinar metas y objetivos de realización -individual y colectiva- propósito supremo de toda sociedad conciente. Hablamos de sociedad conciente porque sin ese “desarrollo”, no se llegará a la superación de las situaciones neurálgicas que en continuo se dan de manera repetitiva (bucles de pobre calidad)[1].
Lo antes expuesto lleva a la necesidad del “aterrice” con respecto al momento presente que vive la sociedad venezolana, ya que se hace impostergable la toma de conciencia con respecto a lo indispensable que resulta para el avance real de nuestra sociedad –cualquier sociedad- el trascender diferencias (sea cual sea su tipo) como vía cierta para mas allá de coyunturas, proyectar la Nación que queremos y merecemos como Hijas e Hijos de la Libertad, por ello, antes de continuar y, en aras de la reflexión necesaria, quiero invitarte a tener siempre presente:
a. Nuestra condición de HERMANOS VENEZOLANOS
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b. Nuestra corresponsabilidad con el presente/futuro de la resolución de las necesidades colectivas – sin distingos, sin exclusiones-
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c. Nuestro compromiso con la Paz
c. Nuestro compromiso con la Paz
d. Nuestra condición de PUEBLO SOBERANO
Así tenemos que, para realmente avanzar como sociedad se hace indispensable, no perder de perspectiva que:
1. La condición ciudadana deviene de la existencia de la República y, ésta a su vez, nace del ejercicio de la soberanía que reside en cada uno de nosotros, ciudadanas y ciudadanos venezolanos con cualidad política.
2. La cualidad política consagra la libertad política.
3. La libertad política es expresión de la libertad de conciencia.
4. La libertad de conciencia se sustenta en el ejercicio de la libertad de existir/pensar.
5. La libertad es la verdadera naturaleza de la condición humana.
6. La condición humana se cualifica –dignifica- en la medida que el amor nutre al ser, confiriéndole ese amor, la posibilidad cierta de aprender a identificar y valorar su libertad y por consiguiente, a tomar responsabilidades por sí mismo y por la sociedad como el todo al cual pertenece.
Ahora bien, ¿Cómo sociedad estamos dispuestos a continuar separados, dudando del prójimo, su buena fe y sus propósitos cual si nuestro rol fuese ubicarnos en “bandos”, orillados cada uno en la acera de enfrente, divididos cual si no fuésemos hermanos, originarios de un mismo país, territorio, Nación? Dudamos al respecto, máxime cuando, precisamente lo que por años nos ha mantenido en el marasmo social es precisamente, el hecho de que los asuntos de interés nacional han sido asumido no con la profundidad y objetividad que es requerida para trascender las apariencias de nuestra desunión. Somos hermanos y ninguna fuerza distinta a nosotros mismos podrá realmente separarnos. Perder la perspectiva pudiera llevarnos a situaciones con la que nuestra vocación cívica, pacifista no concilia. Abordar el tren al abismo no puede estar en nuestro plan de vida. Nuestro derecho a la protesta es inalienable, así, nuestro derecho a la vida y la convivencia pacífica. El llamado postrero a la unión trasciende los tiempos.
Justicia para la justicia. Libertad para la libertad. Amor para el amor.
Que el amor sea el arma la estrategia y el logro. Soldado, he allí tu uniforme.
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[1] El denominado bucle de pobre calidad se presenta –y seguirá presentando- mientras se mantenga sin resolución el núcleo de causas que originan el fenómeno de repetición.
Ahora bien, ¿Cómo sociedad estamos dispuestos a continuar separados, dudando del prójimo, su buena fe y sus propósitos cual si nuestro rol fuese ubicarnos en “bandos”, orillados cada uno en la acera de enfrente, divididos cual si no fuésemos hermanos, originarios de un mismo país, territorio, Nación? Dudamos al respecto, máxime cuando, precisamente lo que por años nos ha mantenido en el marasmo social es precisamente, el hecho de que los asuntos de interés nacional han sido asumido no con la profundidad y objetividad que es requerida para trascender las apariencias de nuestra desunión. Somos hermanos y ninguna fuerza distinta a nosotros mismos podrá realmente separarnos. Perder la perspectiva pudiera llevarnos a situaciones con la que nuestra vocación cívica, pacifista no concilia. Abordar el tren al abismo no puede estar en nuestro plan de vida. Nuestro derecho a la protesta es inalienable, así, nuestro derecho a la vida y la convivencia pacífica. El llamado postrero a la unión trasciende los tiempos.
Justicia para la justicia. Libertad para la libertad. Amor para el amor.
Que el amor sea el arma la estrategia y el logro. Soldado, he allí tu uniforme.
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[1] El denominado bucle de pobre calidad se presenta –y seguirá presentando- mientras se mantenga sin resolución el núcleo de causas que originan el fenómeno de repetición.
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