De "Bichas" y "Deslucidas"
Por: Argelia Ríos
La indiferencia ante la reforma es general. Involucra a opositores y revolucionarios
La indiferencia ante la reforma es general. Involucra tanto a quienes rechazan al proceso revolucionario, como a sus seguidores. Nadie logra entusiasmar a nadie. Venezuela presencia la antesala del "gran salto" en medio de una atmósfera glacial. Una gigantesca franja del país asume que la aprobación de la propuesta del mandatario es un hecho inexorable... Chávez no tendrá un momento épico, como gusta aspirar, pues el nacimiento de su nueva Carta Magna quedará en los registros despojado de euforias y de fuegos artificiales. La constitución en ciernes será apenas una prueba más de lo que somos como nación y del relajo con el que nos relacionamos a la Ley.
La sustituta de "La Bicha" no estará iluminada del resplandor de los grandes proyectos nacionales: al contrario, tendrá por siempre la marca de la chapucería. Del fraude, que le impedirá ser merecedora de una mención en letras mayúsculas... Del mismo modo como la Asamblea Nacional está hoy desprovista de majestad, la nueva constitución de la República, ciertamente, nos cambiará la vida, pero -aunque se reescriba con colores todo este preludio-, ella jamás alcanzará los laureles del reconocimiento histórico... No será correcto definirla como ilegítima, porque la legitimidad es un concepto de la democracia. Valdrá mejor la pena adoptarla como una bribonada más, hija de una nación estructuralmente corrompida, donde la Ley carece por completo de acreditación y respetabilidad.
Los cálculos son pobres: en el territorio rojo no se ha vuelto hablar de 10 millones de votos. Los simpatizantes del chavismo saben que el comandante tiene todo bajo control y que su participación constituye un aditivo ornamental. La arrogancia del poder -expresada en los procedimientos arbitrarios que retratan el carácter ficticio de la Ley-, no sólo causa estragos en el mundo opositor. También minimiza el rol del llamado "soberano" comprometido, cuya desmovilización actual contradice lo que en tiempos pasados era reivindicado como una conquista del "cambio revolucionario". El interés fervoroso por la política ha mutado hacia el otro extremo. La rutina envuelve a la revolución, exponiéndola al riesgo de que ésta comience a ser percibida como una simple coartada. Como un gobierno más de la politiquería criolla.
Pero la inexorabilidad con que uno y otro país asumen la reforma es reflejo de un fenómeno hondo. Esta indiferencia impotente que hoy arropa a Venezuela tiene raíces morales, aunque también advierte un reconocimiento de que el poder hace lo que le viene en ganas y de que todavía no nos hemos dispuesto a hacer una auténtica revolución: la que debe ocurrir en la intimidad de cada venezolano. El abuso estrafalario de los capataces bolivarianos y la viveza de los arribistas, será su carburante: algún día -más temprano que tarde- la gente se asqueará de flotar en el estiércol.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home