Los “Cachorros” de Putin
Hugo Chávez padece la obsesión de querer mantenerse en el poder indefinidamente hasta su muerte, o hasta que por razones de incapacidad como el caso de Fidel Castro, pueda transferirle la silla presidencial a un heredero, como si estuviéramos en una especie de monarquía republicana. Sus estrategias y sus tácticas han girado desde el principio alrededor de ese objetivo.
Con el petróleo y la renta petrolera Chávez ha recurrido a las políticas de comprar voluntades y lealtades políticas tanto nacionales como regionales. Hoy tiene garantizada a su favor una mayoría en la OEA.
Ha recurrido también a otros mecanismos tales como los maletines “voladores”, con la finalidad de intervenir en los asuntos internos de otros países latinoamericano-caribeños para conquistar el poder a través de sus aliados en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina y Honduras. No obstante, su injerencia le resultó contraproducente en México y Perú, entre otros. En la conquista de Colombia siguió el camino riesgoso de tratar de convertir en beligerantes a las FARC y el ELN, pero tuvo que renunciar a esa ruta, al menos por ahora, porque el costo era demasiado alto.
Hugo Chávez sabe que el alto precio del petróleo ha sido su gran aliado, y mientras siga así tiene garantizada su permanencia en el poder ante cualquier eventualidad. Sin embargo, soplan vientos adversos. Los precios han venido disminuyendo, y no se descarta su caída a niveles que pueden poner en riesgo su estrategia regional basada en la compra de lealtades.
Por eso, como lo ha hecho siempre, tiene que adelantarse a los hechos recurriendo a una estrategia diferente. Esto es: buscar un “padrino” que lo sostenga en el poder sobre la base de categorías estratégico-militares, frente a adversarios nacionales o internacionales, actuales o futuros. No obstante, lo del “padrino” protector no es más que un refrito de muy mala calidad de una estrategia que tuvo lugar en otros tiempos y con otros protagonistas.
A partir de los años cincuenta del siglo pasado se fueron dando adherencias a Moscú de varios caudillos asiáticos y africanos sin olvidar al caribeño Fidel Castro. Con la coartada del socialismo, la liberación nacional y la condición de no alineados, hombres como Gamal Abdel Nasser, Saddam Houssein y Hafez al Assad, entre otros, buscaron su paraguas a través alianzas estratégicas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El principal argumento que esgrimían dichos caudillos cuando quedaban sin suficiente apoyo popular para mantenerse legítimamente en el poder, era que pactar con la URSS disuadía a las potencias occidentales de atacar a sus “revoluciones”. En el fondo Moscú impedía cualquier acción de la comunidad internacional en contra de la usurpación ilegítima del poder y la violación de los derechos humanos perpetrados por dichos caudillos.
A diferencia de esas alianzas donde no había contradicciones ideológicas porque todo ocurría entre socialistas, el caso de Chávez es patético. Ataca al imperio pero recurre a otro imperio mucho más inclemente y perverso. Ataca el capitalismo liberal del imperio pero recurre a otro imperio cuyo capitalismo no podría ser más mafioso y corrupto. Ataca el neoliberalismo del imperio pero recurre a otro imperio cuyo neoliberalismo salvaje alcanza niveles tenebrosos.
Dice ser socialista y aboga por la construcción del socialismo pero recurre a la Rusia de hoy en la cual no gobierna el Partido Comunista, sino grupos cuyos actuales dirigentes guardan una sola relación con el comunismo del pasado. Esto es: la mayoría procede de la KGB y de las mafias que se apoderaron del poder y de los medios de producción que tanta sangre, sudor y lágrimas le costó al pueblo ruso y a todos los pueblos que formaron parte de la extinta URSS durante siete décadas.
No contento con comprometer a Venezuela con un régimen como el de Putin, propone a los países de América Latina y el Caribe que abandonen al imperio y se refugien en el “pulcro” imperio ruso. Chávez pide a los países de la región que dejen de ser “cachorros” del imperio norteamericano para convertirse en una manada de “cachorros” nada menos que de Putin.
¡Qué ironía la de Hugo Chávez! Definitivamente el cinismo político del presidente de Venezuela no tiene límites.
Con el petróleo y la renta petrolera Chávez ha recurrido a las políticas de comprar voluntades y lealtades políticas tanto nacionales como regionales. Hoy tiene garantizada a su favor una mayoría en la OEA.
Ha recurrido también a otros mecanismos tales como los maletines “voladores”, con la finalidad de intervenir en los asuntos internos de otros países latinoamericano-caribeños para conquistar el poder a través de sus aliados en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina y Honduras. No obstante, su injerencia le resultó contraproducente en México y Perú, entre otros. En la conquista de Colombia siguió el camino riesgoso de tratar de convertir en beligerantes a las FARC y el ELN, pero tuvo que renunciar a esa ruta, al menos por ahora, porque el costo era demasiado alto.
Hugo Chávez sabe que el alto precio del petróleo ha sido su gran aliado, y mientras siga así tiene garantizada su permanencia en el poder ante cualquier eventualidad. Sin embargo, soplan vientos adversos. Los precios han venido disminuyendo, y no se descarta su caída a niveles que pueden poner en riesgo su estrategia regional basada en la compra de lealtades.
Por eso, como lo ha hecho siempre, tiene que adelantarse a los hechos recurriendo a una estrategia diferente. Esto es: buscar un “padrino” que lo sostenga en el poder sobre la base de categorías estratégico-militares, frente a adversarios nacionales o internacionales, actuales o futuros. No obstante, lo del “padrino” protector no es más que un refrito de muy mala calidad de una estrategia que tuvo lugar en otros tiempos y con otros protagonistas.
A partir de los años cincuenta del siglo pasado se fueron dando adherencias a Moscú de varios caudillos asiáticos y africanos sin olvidar al caribeño Fidel Castro. Con la coartada del socialismo, la liberación nacional y la condición de no alineados, hombres como Gamal Abdel Nasser, Saddam Houssein y Hafez al Assad, entre otros, buscaron su paraguas a través alianzas estratégicas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El principal argumento que esgrimían dichos caudillos cuando quedaban sin suficiente apoyo popular para mantenerse legítimamente en el poder, era que pactar con la URSS disuadía a las potencias occidentales de atacar a sus “revoluciones”. En el fondo Moscú impedía cualquier acción de la comunidad internacional en contra de la usurpación ilegítima del poder y la violación de los derechos humanos perpetrados por dichos caudillos.
A diferencia de esas alianzas donde no había contradicciones ideológicas porque todo ocurría entre socialistas, el caso de Chávez es patético. Ataca al imperio pero recurre a otro imperio mucho más inclemente y perverso. Ataca el capitalismo liberal del imperio pero recurre a otro imperio cuyo capitalismo no podría ser más mafioso y corrupto. Ataca el neoliberalismo del imperio pero recurre a otro imperio cuyo neoliberalismo salvaje alcanza niveles tenebrosos.
Dice ser socialista y aboga por la construcción del socialismo pero recurre a la Rusia de hoy en la cual no gobierna el Partido Comunista, sino grupos cuyos actuales dirigentes guardan una sola relación con el comunismo del pasado. Esto es: la mayoría procede de la KGB y de las mafias que se apoderaron del poder y de los medios de producción que tanta sangre, sudor y lágrimas le costó al pueblo ruso y a todos los pueblos que formaron parte de la extinta URSS durante siete décadas.
No contento con comprometer a Venezuela con un régimen como el de Putin, propone a los países de América Latina y el Caribe que abandonen al imperio y se refugien en el “pulcro” imperio ruso. Chávez pide a los países de la región que dejen de ser “cachorros” del imperio norteamericano para convertirse en una manada de “cachorros” nada menos que de Putin.
¡Qué ironía la de Hugo Chávez! Definitivamente el cinismo político del presidente de Venezuela no tiene límites.
Etiquetas: Energía y Petróleo
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