OBJETIVIDAD Y FANATISMO
Por: Romeo Arismendi
Columna: Convicciones
Después de un largo tiempo sin sacar a la luz pública esta columna que he denominado “Convicciones”, he tomado la decisión de reactivarla, con la amable aceptación del diario “El Sol de Margarita” y de quienes tienen la responsabilidad de su dirección ejecutiva. Aunque sean varias razones que me motivan a escribir nuevamente para la opinión pública, puedo resumirlas en dos: una, mi innata vocación de educador, orientado a enseñar modestamente lo que se ha aprendido, con la finalidad de colaborar con la formación objetiva y equilibrada del ser humano y la otra causa la sintetizo en el hecho de que no me es ajeno el fanatismo de determinadas personas que originan desajustes y estereotipos sociales, desequilibrio mental y cercenamiento del raciocinio. Trataré siempre de ser lo más objetivo posible en mis escritos, cumplir con la ética profesional y con la moral del buen educador u orientador.
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La objetividad es el camino del ser pensante a ser libre, es gozar de una independencia, ya que así no depende de ningún otro factor que no sea la luz de la transparencia de su conciencia, es transitar por un camino bien iluminado, sin obstáculos, caminando recto, sin temor a nada, pues con la verdad en el umbral de su conciencia no se tiene miedo a nadie; por el contrario se respira honestidad, imparcialidad, rectitud, integridad y puede concretarse en la ecuanimidad que todo individuo debería alcanzar. Ser objetivo es vivir en paz, es tener un alto grado de autoestima y es acariciar
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El fanatismo es la exacerbación de la involución del hombre como especie social, es la fogosidad nata del animal que se lleva por dentro y que como tal pertenece al reino animal; es el delirio incongruente de quienes no quieren ver la verdad, se cierran con hermetismo, recorren caminos oscuros, llenos de dificultades que les impiden circular libremente. Así es el fanatismo, un fenómeno psicosocial, que enferma al individuo, lo transforma en un sujeto agresivo proclive a matar. Por supuesto que hago referencia al fanatismo extremo, cuando éste llega a sus límites de intolerancia, condicionado a generar odio, inclusive entre familiares. Existen otros niveles de fanatismo más suaves o tolerantes, todo depende de una gama de agentes culturales inherentes en su socialización, condicionantes para su formación social.
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Ha sido mi intención comenzar con la explicación de estos dos conceptos, como preámbulo a la explicación sociológica de los artículos que escribiré más adelante. Es mi deseo dar a conocer la importancia que tiene las conductas de la objetividad y del fanatismo en una sociedad determinada, saber cómo influyen éstas en la evolución o involución de los pueblos y Dios permita que sean muchos los que leyendo mi columna encuentren la debida orientación para aprender a pensar, a meditar y a redefinir sus pautas de comportamientos psicosociales. Nunca es tarde para instruirse.
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