¿MANDAMIENTO O TRADICION?

Por: RAMON FIGUERA

El país acaba de celebrar lo que los católicos llaman “Semana Santa o Semana Mayor”, que comienza con el Domingo de Ramos y concluye con el Domingo de Resurrección. Partiendo de la premisa de que, “todos los días son iguales” y santos, tenemos que concluir que, todas las semanas del año deberían ser santas. Ahora bien, ante este dilema surgen dos interrogantes: ¿Qué tiene de santo ésta Semana Mayor?, ¿Es un mandamiento bíblico o una tradición?

En cuanto a la primera interrogante, decimos: La celebración de la supuesta semana santa, tal como se observa en nuestro país, constituye un binomio antagónico, en virtud de que en esa fecha se combina lo divino con lo humano; lo religioso con lo profano; lo espiritual con lo material; La virtud con los defectos; lo sublime con lo perverso; el amor con el placer, etc., etc. Y todo ello ocurre, como escribió Vicente Lecuna en su artículo del domingo 12-04-09 en el Diario El Tiempo, “en la misma semana, en el mismo lugar y a la misma hora, sin que eso le parezca raro a nadie”.

Con el debido respeto y responsabilidad, sin intención de querer herir susceptibilidades, afirmamos categóricamente que, la práctica festiva de la susodicha semana Mayor no tiene nada de santa, es más, tiene originalmente, un contenido idolátrico de naturaleza pagana, manifestada en las diversiones sensuales, borracheras, accidentes y muertes. Es por ello que a pesar de los resultados trágicos tiene gran aceptación en la población en general. En cuanto a la segunda interrogante, debemos aclarar que, esta celebración no es un mandamiento de nuestro Señor Jesucristo ni de sus apóstoles. En ninguna parte de la Biblia se nos exhorta a celebrar la semana santa. Por tanto, no tenemos ninguna sustentación práctica, doctrinal ni teológica en las Santas Escrituras. Lo que sí nos ordenó Jesús que hiciéramos fue el Bautismo y la cena (Mateo 28: 19, Marcos 14: 22-24). Por supuesto, el bautizo tiene que ser en agua por inmersión en el nombre de Jesucristo, tal como lo entendió y lo practicó Pedro y los demás apóstoles (Hechos 2: 38).

La celebración de la semana santa es una mera tradición religiosa. El Reverendo Samuel Gonzáles dice: “El origen de la observancia de la semana santa son los ayunos anteriores al concilio de Nicea (325 D.C.), con la canonización de las festividades en el siglo IV se convirtió en una semana entera, y las observancias litúrgicas se modificaron para adaptarse a los acontecimientos de Jerusalén, Ya en la edad media se habían adoptado un complejo de actividades, entre ellos la procesión de los Ramos, el Pedilavim, la Veneración de la cruz, el entierro de la cruz y de la Hostia en el sepulcro pascual, las Ceremonias de fuego”.

Los creyentes estamos llamados a recordar y conmemorar el sacrificio de Cristo en la Cruz “hasta que él venga”; reconocer que somos parte de la creación de Dios y a tomar conciencia de nuestra realidad histórica concreta. No podemos adoptar la actitud traidora de Judas, quien vendió al Señor por 30 monedas de plata. Tampoco la de Pilato, que sabiendo la inocencia de Cristo, por su interés político particular, se lavó las manos y dejó que la envidia, la corrupción, la hipocresía y la injusticia del sistema religioso judío lo crucificaran. Los cristianos, como ciudadano venezolano, no podemos tener una actitud pasiva, indiferente e indolente frente a los grandes problemas que sufre el país, como la inseguridad, la muerte de la juventud, la destrucción de los principios éticos y valores morales, el desempleo, el hambre, el deterioro de la salud pública, enfermedades y vicios en general; la confrontación y división del pueblo, la segregación política y económica, la corrupción, la injusticia y la pérdida del Estado de Derecho, como política de Estado para empujarnos hacia el desánimo, la frustración y la desesperanza y obligar a que salgan del país aquellos que tienen posibilidades. La única manera de hacer frente y salir de esta situación es la unificación de los sectores populares y progresistas en torno a un Proyecto de País, bajo la coordinación de una dirigencia unificada distinta a la del PSUV y a la de la IV República.