UN DEBATE NECESARIO
Por. Rafael Venegas
Con más voluntad que claridad de rumbos, la oposición venezolana ha dado los primeros pasos en función de articular sus fuerzas, con miras a enfrentar la ofensiva arbitraria, autoritaria y hegemónica que adelanta el régimen de Hugo Chávez a partir de los resultados electorales del pasado 23 de noviembre. Dando por supuesto que tenemos la misma apreciación acerca del momento político actual, la premisa parece ser que “hay que hacer algo y hacerlo ya” y, además, debe ser algo contundente para pararle el trote al irrespeto grosero de la soberanía popular y a las violaciones sistemáticas de la Constitución, mientras el país se carga de tensiones sociales y políticas.
Compartimos la angustia de quienes, desconcertados, ven cómo se acorrala a la sociedad democrática, se violentan sus derechos y se ignoran los legítimos reclamos populares. Esa gente merece una respuesta coherente y efectiva, aquí y ahora, por parte de quienes nos oponemos al actual estado de cosas. No obstante, la complejidad de la situación y los peligros que encarna exigen desentrañar con claridad la ofensiva del régimen y delinear con tino el norte a seguir. Esta ofensiva –que cabalga sobre una crisis económico-social que es producto de sus erráticas políticas, su corrupción e ineptitud lejos de reflejar su fortaleza, evidencia la debilidad de Chávez frente a un pueblo arisco que no renuncia a sus derechos y reivindicaciones, frente a una sociedad democrática que ha opuesto férrea resistencia a sus pretensiones totalitarias y las ha hecho retroceder más de una vez (como ocurrió con el referéndum del 2D y como ocurre todos los días en las universidades autónomas), que le arrancó importantes espacios de gobierno el 23N y que sumó 45% de los votos el 15F.
Es menester, entonces, un diagnóstico preciso de la coyuntura y sus tendencias; un esfuerzo riguroso por caracterizar al régimen; una definición clara de la naturaleza, objetivos y alcances de la unidad planteada; la formulación de una política y una estrategia coherentes y eficaces; dilucidar las formas de lucha y organización a promover; diseñar un proyecto alternativo que sea síntesis de las necesidades y demandas populares; y desprender de todo esto el discurso, el mensaje y las acciones a emprender. Debatir esta agenda no es un ejercicio ocioso de académicos o intelectuales ni una excusa para retrasar la respuesta. La incertidumbre y riesgos del presente hacen ineludible esta tarea, si queremos de verdad construir una amplia y sólida unidad, de carácter democrático y aliento social, que trascienda lo episódico, lo reactivo y el cálculo mezquino de los intereses electorales. Hilvanar una política capaz de movilizar exitosamente a la inmensa mayoría que quiere DEMOCRACIA, SOBERANÍA, PROGRESO Y JUSTICIA SOCIAL; que reclama sosiego y paz; atención urgente a sus problemas; y administración austera, honrada y eficiente de los recursos del país; es el gran reto.
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