Fascismo Chavista: A ser Liquidado
Por: Luis Fuenmayor Toro
Tomado de: La Razón (Ven)
Una de las tendencias existentes en el llamado proceso revolucionario es la de aniquilar a los supuestos enemigos, exterminarlos no sólo desde el punto de vista político, sino también de forma física-corporal. Sería la única manera de tener totalmente despejado el camino hacia el objetivo luminoso que no se sabe en qué consiste, ni cómo construirlo, ni cuán lejos está. Lo importante, parece ser, despejar la senda divina del estorbo que significan los infieles. Pero el problema no se limita a lo dicho, pues es necesario señalar claramente quiénes son esos enemigos feroces y muy peligrosos para la seguridad de la revolución protagónica, a quienes hay que eliminar muy “democráticamente”.
Una aproximación al descubrimiento y caracterización de ese objetivo, nos la puede dar el estudio de los blancos de los ataques “populares armados” de grupos revolucionarios” ocurridos en el país a partir de 1999, los cuales nos recuerdan demasiado a las agresiones sufridas por los sindicatos comunistas en el “famoso” trienio 45-48, a manos de las “bandas armadas” de Acción Democrática, partido que también encabezaba una supuesta revolución de carácter popular en aquel momento. Recordemos que ésa era nuestra “Revolución de Octubre” en rememoración de la fecha del golpe de Estado contra Medina, casi convertido en fiesta patria en aquel entonces como hoy ocurre con el 4 de febrero.
En Mérida, recientemente, la “justicia revolucionaria” se desató, entre otros blancos similares, contra el conjunto residencial “Las Marías”, donde viven personas de la llamada “clase” media baja, profesores universitarios entre ellos, que fueron reconocidos como “oligarcas rancios” y acusados de ser los responsables de la muerte lamentable de un joven de 15 años, quien participaba en enfrentamientos violentos ocurridos entre grupos motorizados “patriotas” y los estudiantes “realistas” de la ULA o, a lo mejor, de estudiantes dirigidos por el “Movimiento Trece”. Los portones del conjunto urbano señalado cayeron bajo la embestida de dos autobuses de las fuerzas “revolucionarias”, que actuaban contra unos extraños enemigos que no hacían ninguna resistencia.
Una profesora de la ULA, residente de “Las Marías”, narra, en un dramático escrito, lo sucedido: Disparos contra paredes y ventanas de los apartamentos, destrucción de paredes y pisos, remoción violenta de las tuberías de gas y agua, quema de la conserjería y de una gran cantidad de vehículos. Posteriormente, el “pueblo” en armas se dirigió al Núcleo La Liria de la ULA, donde destruyó el Archivo Histórico de la Facultad de Economía y los decanatos de Derecho y FACES, además de quemar el centro de estudiantes, salones de clase y los cafetines. Ni la policía, dependiente del Gobernador de Mérida, ni la Guardia Nacional actuaron, a pesar de las llamadas de auxilio de los vecinos agredidos y de la universidad.
En relación con la muerte del niño, la profesora expresa:“¿Quién disparó? ¿Uno de ellos mismos? ¿Acaso fue una de sus balas perdidas? ¿Algún estudiante armado? ¿Algún vecino irresponsable? No se hizo investigación alguna, por lo menos cuando ocurrieron los hechos. Pero el gobernador, gran vidente, declaró en la radio al poco rato, a tono con la versión patriota, que el tiro había salido desde Las Marías. Esta declaración no fue producto de alguna experticia o planimetría realizada por peritos calificados. No llegó ningún fiscal del Ministerio Público, ni expertos que midieran la calle y las distancias o entrevistaran a testigos imparciales”.
Ante este tipo de hechos, el profesor Alirio Martínez dijo en un escrito enviado a través de Internet: “Todo aquel que viva en urbanizaciones, todo aquel que viva en edificios, así estén ubicados en sectores populares o de clase baja, serán atacados. A ello habría que agregarles a algunos camaradas de piel blanca que vivan en una parroquia de clase media. Deberán abandonarla rápidamente y no sé si embadurnarse, durante esas semanas de la violencia, algo de carbón”. “Estoy seguro que para un joven Tupamaro que vive en una zona campesina andina, de familia humilde, esta profesora le debe parecer ricachona, girondina, burguesa y Las Marías, un castillete o palacio y entonces hacia allá hay que hacer correr la guillotina y tumbar las cabezas del antiguo régimen de la cuarta república. Creo que el asunto no es para risa ni para pensar en exageraciones de un desertor.
Éste y muchos otros sucesos violentos similares nos dan una clara idea de cuáles serán los objetivos de la “ira revolucionaria”. No serán los Cisneros, a pesar de toda su inmensa riqueza transnacional y su participación en el golpe de abril; ni tampoco los banqueros “socialistas” ladrones, presos algunos y prófugos la mayoría; ni el dueño de Televen, quien junto con Venevisión ya llegó a un acuerdo con el Gobierno; ni siquiera Globovisión, que se librará de Alberto Federico Ravel y suavizará su posición política; ni la verdadera burguesía o la oligarquía financiera y mucho menos los disfrazados de bolivarianos, devenidos en nuevos burgueses gracias al robo y la corrupción. Todos ellos pueden estar tranquilos.
A preocuparse otros: los profesores universitarios, los médicos, los profesionales en general, quien tenga una casita o un apartamento, quien posea un automóvil, los pequeños propietarios de abastos u otros negocios, quien tenga alguna cuenta pendiente con algún “dirigente patriota” o se haya opuesto a algunas de estas conductas “revolucionarias”; no importa si sus ingresos están por debajo de los cuatro mil bolívares mensuales, ni si se ha identificado con Chávez. Una gran cantidad de amigos podemos estar en estas listas, con un pie en el patíbulo, como señala el profesor Martínez ya citado.
La Razón, pp A-5, 7-2-2010, Caracas
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