El Nacionalpopulismo en Latinoamérica
Por: José Rafael López Padrino
El populismo en Latinoamérica parecía una opción política enterrada en el siglo pasado. El aprismo en Perú, el cardenismo en México, y el peronismo en Argentina parecían procesos que se habían extinguido para siempre. Los ecos del populismo de Paz Estenssoro en Bolivia, de Velasco Ibarra en Ecuador y de Jorge Eliécer Gaitán en Colombia dejaron de escucharse. Pero lamentablemente los pasos del populismo vuelven a resonar en nuestra América. Una ola de caudillos populistas y autoritarios azotan al continente: Chávez en Venezuela (1998), Rafael Correa y Evo Morales en Ecuador y Bolivia (2006), Daniel Ortega en Nicaragua (2007), sin olvidar los intentos fallidos de Ollanta Humala en Perú, y Andrés Manuel López Obrador en México. Hoy en día ya nadie duda que el populismo está de regreso en nuestro continente.
El nacionalpopulismo del siglo XXI representa un amasijo variopinto de expresiones ideológicas, muchas veces contradictorias, en las cuales el vocablo “pueblo” -masa heterogénea desde el punto de vista clasista- ocupa un lugar mágico. Ha surgido en países subdesarrollados de nuestro continente, donde las masas no llegaron a cristalizar verdaderos movimientos clasistas, como en Europa, sino que han sido atraídas por liderazgos carismáticos y demagógicos de corte populista. Estos gobiernos se han alimentado mayoritariamente de sectores sociales atrasados políticamente, que acumulan resentimientos y despliegan actitudes vengativas surgidas contra un “establishment” que lo ha ignorado históricamente.
A pesar de los diversos matices con que el populismo se presenta en Latinoamérica, todos ellos comparten el culto al líder carismático, la figura del “hombre providencial”, del “profeta predestinado por la providencia” que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. Es la figura del caudillo que se presenta en la plaza pública para demostrar su fuerza, exigiendo obediencia y disciplina a sus sumisos y vociferantes seguidores. En la realidad el poder no es para el pueblo, sino para aquellos que gritan y atropellan desde el poder, en nombre del pueblo.
Constituye un proyecto que mediante una retórica vacía ideológicamente, pero incendiaria y efectista atizan pasiones, sin limitaciones ni intermediarios. Afirman interpretar la “voz del pueblo”, la cual es elevada al rango de verdad oficial, y única. Se trata de un discurso de carácter multiideológico, con fuerte carga emocional que apela directamente a la masa pluriclasista y heterogénea excluida.
El populismo no es una opción para el establecimiento de un modelo de producción socialista y por ende constituir una alternativa viable de desarrollo socioeconómico y político. Se trata de un anquilosado capitalismo de Estado (Estadolatria), que impulsa un tipo de política social asistencialista, de dádivas, alimentado por una falsa retórica socialista. Asistencialismo estatal que implica una obediencia incondicional de los beneficiados a la agenda política del proyecto dominante.
Los gobiernos populistas, al margen de su falaz discurso socialista, imponen agendas económicas neoliberales (pago de la deuda externa, flexibilización laboral, trato preferencial al capital transnacional, impuestos regresivos, etc.) las cuales lejos de reducir la pobreza, generan más dependencia y mayor marginalidad social. Otro aspecto en común de estos proyectos es el autoritarismo que se funda en la fuerza personal del líder, cuyo discurso suele ser una mezcla ideológica que gira en torno de la exaltación del “pueblo”. Abominan la división de los poderes, lo consideran contrarios a la "voluntad popular", por lo que impulsan la concentración de los mismos bajo el puño represor del líder. Además, el populismo domestica y conculca la independencia de los trabajadores y la de los movimientos sociales a fin de castrar sus reivindicaciones socio-económicas.
Los populistas detestan la libertad de expresión y son hipersensibles a la crítica. Confunden al oponente político con el enemigo interno, al cual hay que desprestigiar y aniquilar. Militarizan a la sociedad bajo la excusa de la existencia de un enemigo externo “el imperio de los EEUU”, con el cual por otra parte preservan excelentes relaciones económicas mediante el establecimiento de políticas antinacionales de entrega de materias primas, como sucede en Venezuela, Ecuador y Bolivia.
En resumen, el tan pregonado “socialismo” que publicita el nacionalpopulismo en cada una de sus variantes (PSUV en Venezuela, Alianza PAIS en Ecuador, MAS en Bolivia, y FSLN en Nicaragua) no es más que una grotesca manipulación ideológica, que apuntala al proyecto hegemónico. En la realidad, son regimenes autoritarios, traficantes de esperazas e ilusiones que degradan la utopía socialista. Promueven un capitalismo de Estado, que privilegia al capital financiero internacional, y pisotea las conquistas socio-económicas de los trabajadores.
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