UNASUR y la crisis colombo-venezolana
Por: Marcelo Ostria Trigo - El Nacional (BOL)
El pasado 29 de julio, los ministros de relaciones exteriores de los países miembros de UNASUR (asistieron 8 cancilleres; los otros 4 enviaron a sus representantes) se reunieron en Quito, Ecuador, para buscar fórmulas de solución de la agravada crisis entre Colombia y Venezuela por la denuncia del gobierno del presidente Álvaro Uribe sobre la presencia de mil quinientos guerrilleros de las FARC y del ELN en campamentos ubicados en territorio venezolano.
De comprobarse esta grave denuncia -para ello se requiere una comisión investigadora neutral- se confirmaría una vez más que el presidente venezolano respalda política y materialmente a grupos alzados en armas. Habrá que recordar el fallido “pedido de Chávez que se considere a las FARC fuerza beligerante” y su empeño en convencer a la comunidad internacional que “retire la calificación de terrorista al grupo irregular” (El País, Madrid, 14.01-2008). Se añade la acusación del juez español Eloy Velasco al gobierno de Chávez de colaborar con los terroristas de ETA y las FARC (ABC Madrid, 02.03.2010)
No resulta racional que, ante la denuncia colombiana sobre la existencia en Venezuela de un santuario para una guerrilla extranjera, la respuesta del denunciado sea un “plan de paz” que no resuelve la protección éste da a guerrilleros de las FARC y del ELN. Si la denuncia no es cierta como lo afirma el Chávez, la investigación imparcial es el único camino para el esclarecimiento.
Pero ya es evidente que Chávez sabía que su explicación no sería creíble y, por ello, forzó una reunión de cancilleres de UNASUR, pese a que el diferendo ya estaba en conocimiento de la Organización de los Estados Americanos. No es la primera vez -y no será la última- que se intente soluciones al margen del sistema interamericano. Se cuenta con que la circunstancial mayoría populista en UNASUR hará que los “bolivarianos” se podrán ocultar evidencias.
En la reunión de UNASUR no hubo consenso. Ahora, se anuncia que se reunirán los presidentes en un intento de resolver lo que no pudieron sus cancilleres. Pero será difícil convencer a los colombianos de que deben abandonar su denuncia, a sabiendas de que los alzados en armas tienen “santuarios” en Venezuela para sus incursiones terroristas.
Se dijo que el presidente electo colombiano, Juan Manuel Santos, sería menos rígido, ya que ha expresado su deseo de restablecer relaciones armónicas con sus vecinos, supuestamente contrariando la política de su predecesor. No hay tal. Que desea superar las crisis recurrentes con sus vecinos, no hay duda, pero no a costa de abandonar principios. “Quienes deseen verme distanciado de Uribe -afirmó Santos- se quedarán con los crespos hechos. Con el presidente Uribe tengo un vínculo indisoluble. Entre él y yo está cimentado nuestro infinito amor por esta patria y nuestra ilusión de un país próspero y en paz” (El Nuevo Herald, 21.07.2010).
Es notorio que Chávez procura aprovechar esta crisis para desviar la atención sobre los problemas internos creados por su gobierno; problemas que Trino Márquez resume: “…desperdició (de) la bonanza petrolera… la inseguridad personal, el desastre de los servicios públicos -especialmente lo que sucede con la electricidad en el interior del país y con el metro en Caracas-, la inflación desaforada en los alimentos, la falta de viviendas, el deterioro de la infraestructura vial, el drama de los hospitales y de la salud en general, los ataques sostenidos e inclementes a la propiedad privada -las expropiaciones, confiscaciones y embargos caprichosos- y la corrupción desaforada, convertida en emblema con el caso de Pudreval, metáfora de un gobierno que mezcla en dosis iguales la incompetencia y la maldad”.
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