Santos: cuéntenos uno de Vaqueros
Por: Juan David Escobar Valencia
Fuente: El Colombiano
"Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo". John Fitzgerald Kennedy.
Que la necesidad tiene cara de perro y que por ella haya que tragarse sapos muy grandes no es una sorpresa para los que tenemos el pelo blanqueado, pero esos mismos años nos enseñan a distinguir las mentiras de los malos argumentos embalsamados en aceites diplomáticos y a los mentirosos de los falsamente prudentes.
Para algunos despistados, las acciones y decisiones del Gobierno Nacional con respecto al dictador venezolano son "inmensos logros diplomáticos", son el inicio de una nueva etapa de relaciones internacionales "acertadas" y ejemplos de cómo debieron haber sido desde hace casi una década. No sabe uno si esto es el resultado de la ignorancia o de la complicidad.
Pero para quienes no tenemos que chuparle las medias a nadie ni pagar favores con adulaciones, el arrodillamiento ante el dictador de la Cuba continental está entrando en la zona de la vergüenza. Que un demócrata declare a un dictador como su nuevo mejor amigo es falta de dignidad o de pensar mejor lo que dice. Muchos dirán que son sólo palabras, pero es que las palabras son la mitad del oficio del político. Abrazarse con autócratas yo lo entiendo en sujetos como Lula que es un travesti político, pero no lo deseo para el presidente de mi país. ¿Será por eso que no le ha implicado ninguna molestia la cercanía creciente con el nefasto expresidente Samper? ¿Será por eso que le es fácil meter en su gabinete dos candidatos presidenciales camuflados de ministros que no se distinguen precisamente por la lealtad, incluso a sabiendas de que él mismo hizo todo lo posible para que uno de ellos no fuera presidente de los cafeteros? ¿Será por eso que no le tallaron las rodillas cuando decidió agacharse ante una indigna corte?
Hasta donde yo tenía entendido quien tenía cuentas pendientes era Venezuela con Colombia, pero parece que es al revés, pues tanto arrodillamiento no puede ser señal de otra cosa. ¿Qué debemos pensar cuando se congela la aprobación del convenio para el uso de EE.UU. de las bases aéreas y se entrega a Chávez y no a la justicia de EE.UU. a Walid Makled, cuando se cancela la construcción de cuarteles en la frontera con Venezuela, cuando se anuncia la firma de un convenio binacional para "atacar al tráfico de drogas" con las autoridades que están siendo cómplices y beneficiarias de una enorme proporción del tráfico de drogas que sale desde la mitad oriental de Colombia, cuando se acepta sin chistar que de 800 millones de dólares no pagados, se declaran 200 millones como "sobrefacturación", desconociendo todos los riesgos que significa venderle a Venezuela y se dejan meter los dedos a la boca mansamente?
Los lectores habituales de esta columna saben que voté por el actual Presidente, y que con los mismos candidatos de ese momento lo volvería hacer. También saben que escribí varias veces a su favor y destaqué sus virtudes, años antes de que fuera candidato, así como durante la campaña, incluso en el momento en que las encuestas mostraban a la supuesta "ola verde" como casi virtual ganador y hubiese sido más cómodo y seguro, como hicieron algunos, voltearse o "enverdecerse". Pero el privilegio de no tener que devolver ningún favor me da la libertad de señalar con lo que no estoy de acuerdo.
Lo que está sobrefacturado es el costo en dignidad que estamos pagando.
"Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo". John Fitzgerald Kennedy.
Que la necesidad tiene cara de perro y que por ella haya que tragarse sapos muy grandes no es una sorpresa para los que tenemos el pelo blanqueado, pero esos mismos años nos enseñan a distinguir las mentiras de los malos argumentos embalsamados en aceites diplomáticos y a los mentirosos de los falsamente prudentes.
Para algunos despistados, las acciones y decisiones del Gobierno Nacional con respecto al dictador venezolano son "inmensos logros diplomáticos", son el inicio de una nueva etapa de relaciones internacionales "acertadas" y ejemplos de cómo debieron haber sido desde hace casi una década. No sabe uno si esto es el resultado de la ignorancia o de la complicidad.
Pero para quienes no tenemos que chuparle las medias a nadie ni pagar favores con adulaciones, el arrodillamiento ante el dictador de la Cuba continental está entrando en la zona de la vergüenza. Que un demócrata declare a un dictador como su nuevo mejor amigo es falta de dignidad o de pensar mejor lo que dice. Muchos dirán que son sólo palabras, pero es que las palabras son la mitad del oficio del político. Abrazarse con autócratas yo lo entiendo en sujetos como Lula que es un travesti político, pero no lo deseo para el presidente de mi país. ¿Será por eso que no le ha implicado ninguna molestia la cercanía creciente con el nefasto expresidente Samper? ¿Será por eso que le es fácil meter en su gabinete dos candidatos presidenciales camuflados de ministros que no se distinguen precisamente por la lealtad, incluso a sabiendas de que él mismo hizo todo lo posible para que uno de ellos no fuera presidente de los cafeteros? ¿Será por eso que no le tallaron las rodillas cuando decidió agacharse ante una indigna corte?
Hasta donde yo tenía entendido quien tenía cuentas pendientes era Venezuela con Colombia, pero parece que es al revés, pues tanto arrodillamiento no puede ser señal de otra cosa. ¿Qué debemos pensar cuando se congela la aprobación del convenio para el uso de EE.UU. de las bases aéreas y se entrega a Chávez y no a la justicia de EE.UU. a Walid Makled, cuando se cancela la construcción de cuarteles en la frontera con Venezuela, cuando se anuncia la firma de un convenio binacional para "atacar al tráfico de drogas" con las autoridades que están siendo cómplices y beneficiarias de una enorme proporción del tráfico de drogas que sale desde la mitad oriental de Colombia, cuando se acepta sin chistar que de 800 millones de dólares no pagados, se declaran 200 millones como "sobrefacturación", desconociendo todos los riesgos que significa venderle a Venezuela y se dejan meter los dedos a la boca mansamente?
Los lectores habituales de esta columna saben que voté por el actual Presidente, y que con los mismos candidatos de ese momento lo volvería hacer. También saben que escribí varias veces a su favor y destaqué sus virtudes, años antes de que fuera candidato, así como durante la campaña, incluso en el momento en que las encuestas mostraban a la supuesta "ola verde" como casi virtual ganador y hubiese sido más cómodo y seguro, como hicieron algunos, voltearse o "enverdecerse". Pero el privilegio de no tener que devolver ningún favor me da la libertad de señalar con lo que no estoy de acuerdo.
Lo que está sobrefacturado es el costo en dignidad que estamos pagando.
Etiquetas: narcoterrorismo
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