Laurent Gbagbo: De demócrata a dictador
Costa de Marfil es una neocolonia francesa que formalmente accedió a la independencia en 1960. Localizada en el África occidental dispone de una extensión de 322.460 Km2, y una población estimada en 20 millones habitantes. Hace fronteras con Malí y Burkina Faso al norte, Ghana al este, Guinea y Liberia al oeste y el océano Atlántico (Golfo de Guinea) en toda la costa sur.
Durante muchos años Costa de Marfil fue presentada ante la comunidad internacional como país modelo del Continente Africano. Su estabilidad política y social, así como su bonanza económica lo convertían en ejemplo a seguir en la región. Sin embargo, hoy es un país sumido en una profunda crisis política-económica y social. Del país modelo del pasado, hoy no queda casi nada. Sus principales ciudades no disponen de servicios públicos (agua, electricidad y teléfonos), los servicios médicos están colapsados por la falta de insumos, los centros educativos están cerrados en su gran mayoría, los centros de producción están inoperantes e incontables cadáveres se apilan en las avenidas y calles del otrora ejemplo africano.
El conflicto en Costa de Marfil trasciende al enfrentamiento entre un norte musulmán y pobre versus un sur cristiano y próspero donde se encuentran las zonas productoras de cacao, los principales puertos y las reservas de petróleo descubiertas hace poco tiempo. Si bien es cierto que los partidos burgueses han patrocinado la exacerbación de las religiones, el desarrollo del chovinismo y de la xenofobia, los mismos no son los factores fundamentales. La esencia de esta crisis esta estrechamente relacionada con el fracaso de las políticas neoliberales impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y aplicadas por el gobierno de Gbagbo en estos últimos 10 años. Privatizaciones de empresas estatales y servicios públicos, impuestos regresivos, una corrupción galopante y la entrega de los sectores “más lucrativos de la economía” (cacao y café) a las empresas transnacionales han contribuido a la crisis social y económica que se vive en ese país africano.
Sin embargo, la negativa de Laurent Gbagbo y su Frente Popular Marfileño de reconocer el triunfo electoral de Alassane Ouattara (segunda ronda de las elecciones presidenciales 2010), ha servido como detonante de esta nueva crisis que hoy vive Costa de Marfil. Ouattara obtuvo el 54.1% de los votos según la Comisión Electoral Independiente de ese país, sin embargo dichos resultados fueron desconocidos por el Consejo Constitucional, organismo al servicio de Gbagbo (una especie de CNE venezolano por su actitud genuflexa al servicio del autoritario de turno). Gbagbo fue elegido presidente en el 2000 para cinco años y logro prolongar por otros cinco su mandato gracias al control que ejerce sobre los poderes del Estado. Su gobierno autoritario ha violado sistemáticamente los derechos humanos y ha impuesto una represión salvaje bajo la excusa de impulsar un falso proceso nacionalista y de liberación nacional. Proyecto que paradójicamente ha entregado a las transnacionales la explotación y comercialización de los principales rubros de la economía de Costa de Marfil. La actitud continuista de Gbagbo, a pesar de haber sido derrotado en las urnas, ha traído consigo el desarrollo de luchas y enfrentamientos que han ocasionado hasta la fecha cientos de muertos y miles de desplazados, colocando al país en una situación de guerra abierta.
Pero además, factores extranjeros también han contribuido al desarrollo de esta crisis. La intervención de Blaise Compaoré (Burkina Faso) y de Charles Taylor (Liberia), así como la presencia de más de 1.650 soldados franceses (la misión Licorne) en el territorio de Costa de Marfil, constituyen factores desestabilizadores para la paz interna en ese país.
Es una guerra reaccionaria, porque no es expresión de la lucha de los trabajadores y explotados por su emancipación, por el contrario es una guerra opuesta a las aspiraciones e intereses de las masas populares. Sin embargo, los medios de comunicación impresos, radioeléctricos y televisivos al servicio del tte coronel se han volcado a calificar al gobierno de Gbagbo como progresista y patriótico enfrentado a una conspiración internacional patrocinada por el imperialismo. Es el mismo doble discurso cínico y falaz de los socialfascistas bolivarianos al cual nos tienen ya acostumbrados.
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