El futuro nos pertenece
Por: Luis Ugalde
Fuente: Venezuela Analítica
Pero hoy está a la vista ese pasado y el presente, y es obvio que el futuro no pertenece ni al comunismo soviético, ni al chino, ni al cubano, todos muertos o en etapa terminal, y mucho menos al falso "socialismo del siglo XXI", que ni es socialismo, ni es del siglo XXI, sino un desbocado personalismo militarista , un desastre económico, social, político y moral ahogado en petrodólares
En mis visitas al Berlín comunista, hace 45 años, me llamaban la
atención unos inmensos letreros que coronaban los edificios oficiales:
Die Zukunft Gehört Uns o "El futuro nos pertenece", que prometía el
régimen policial a la deprimida población que vivía en esas calles
muertas, de casas carcomidas por la guerra, la pobreza y el miedo.
Esfuerzo y propaganda del régimen soviético que pregonaba que el
presente es duro y con muchas carencias pero, gracias a la científica
conducción del partido, pronto amanecerá una radiante mañana sin ocaso
ni privaciones.
Este año, con la ciudad transformada, tuve la oportunidad de caminar
otra vez por las calles que estuvieron divididas por el muro, por las
alambradas y por los soldados soviéticos que cuidaban el paraíso
prometido. Visité Checkpoint Charlie, lugar de cruce del muro de la zona
americana a la soviética donde en 1967, luego de media hora de
interrogatorio comunista en un cuarto cerrado, no me dejaron pasar El
nuevo catecismo bíblico alemán, que llevaba de regalo a un jesuita que
atendía espiritualmente a los enfermos de un hospital. Naturalmente, no
podían permitir la entrada de malignas semillas del "opio del pueblo".
Recientemente el escritor cubano Leonardo Padura en la extraordinaria
novela El Hombre que Amaba a los Perros desentraña la criminal y
obsesiva persecución estalinista a Trostky hasta su asesinato en México,
y deja al descubierto la "perversión de la utopía" socialista en
represión y asesinatos. En la novela, Jaime es el comunista cubano
(Padura lo define: "Como metáfora de una generación y como prosaico
resultado de una derrota histórica"), que nos relata las peripecias del
comunista catalán Ramón Mercader a las órdenes de Stalin hasta asesinar a
Trotsky en 1940 y hasta su muerte en 1978.
El autor reflexiona y escribe en Cuba una década después de la caída
del muro y ya con las ilusiones convertidas en amargas cenizas: "Quise
utilizar la historia del asesinato de Trosky para reflexionar sobre la
perversión de la gran utopía del siglo XX, ese proceso en el que muchos
invirtieron sus esperanzas y tantos hemos perdido sueños, años y hasta
sangre y vida". Jaime vivió todo esto encerrado en una ceguera de
militante fanático comunista hasta el derrumbe de la inmensa cárcel
física y mental: "Supe entonces que (...) éramos la generación de los
crédulos, la de los que románticamente aceptamos y justificamos todo con
la vista puesta en el futuro, la de los que cortaron caña convencidos
de que debíamos cortarla ( y, por supuesto, sin cobrar por aquel trabajo
infame); la de los que fueron a la guerra en los confines del mundo
porque así lo reclamaba el internacionalismo proletario, y allá nos
fuimos sin esperar otra recompensa que la gratitud de la Humanidad y de
la Historia; la generación que sufrió y resistió los embates de la
intransigencia sexual, religiosa, ideológica, cultural (...) habíamos
vivido bajo el lema, tantas veces repetido en matutinos escolares, de
que el futuro de la humanidad pertenecía por completo al socialismo
(...). Nada habíamos sabido de las represiones y genocidios de los
pueblos, etnias, partidos políticos enteros de las persecuciones
mortales de inconformes y religiosos...".
Pero hoy está a la vista ese pasado y el presente, y es obvio que el
futuro no pertenece ni al comunismo soviético, ni al chino, ni al
cubano, todos muertos o en etapa terminal, y mucho menos al falso
"socialismo del siglo XXI", que ni es socialismo, ni es del siglo XXI,
sino un desbocado personalismo militarista, un desastre económico,
social, político y moral ahogado en petrodólares.
El futuro de Venezuela pertenece a la esperanza y a la dignidad
humana de millones de venezolanos que no nos resignamos, y de verdad
necesitamos y creemos en una sociedad de libertad, justicia y
oportunidades para todos y con la pobreza superada. El futuro nos
pertenece a los demócratas solidarios si asumimos nuestra
responsabilidad creativa para lograrlo. Crear esa democracia solidaria,
no simplemente entregarnos a la dinámica mundial de la economía
capitalista con sus ventajas y lacras, es un reto inmenso que exige
movi- lización total. Esto es lo que nos jugaremos en octubre y no una
simple elección con un torneo de promesas.
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