América Latina y los No Alineados, algo más que una cumbre

Por Román Ortiz

Fuente: Infolatam

Las organizaciones internacionales tienen una sorprendente capacidad para perpetuarse incluso cuando han perdido su razón de ser. Tal vez eso explica la prolongada existencia del Movimiento de los Países No Alineados (NOAL). Nacido durante la Guerra Fría con el supuesto objetivo de representar una tercera vía entre los países occidentales y el bloque comunista, terminó por sobrevivir a la confrontación Este-Oeste convertido en una colcha de retazos donde se reunían potencias emergentes como la India con democracias en vías de desarrollo como Filipinas y regímenes totalitarios como Corea del Norte.

 

Estas contradicciones también se extendieron a los participantes latinoamericanos que incluyeron desde la dictadura cubana hasta democracias como la peruana o la colombiana. Sin embargo, la próxima cumbre de los No Alineados está atrayendo una atención especial. En realidad, la significación del encuentro previsto desde el 28 al 31 de agosto tiene que ver con el lugar donde se celebrará: Teherán. De hecho, la reunión podría ser una victoria diplomática para un régimen como el iraní que se ha convertido en un paria internacional a consecuencia de su sistemático apoyo al terrorismo y su programa ilegal para desarrollar armas nucleares.

 

Para entender como se ha llegado hasta aquí, es necesario repasar la progresiva mutación política de los No Alineados y el papel destacado que han jugado en este cambio Venezuela y sus socios de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). No solamente el foro tendrá lugar en una capital sometida a sanciones por las Naciones Unidas sino que además la República Islámica se ha encargado de cursar invitaciones a Bashar al Assad de Siria, Robert Mugabe de Zimbabwe, King Jong Un de Corea del Norte y por supuesto Raúl Castro de Cuba.

 

Los No Alineados quieren reformar la ONU

La transformación del Movimiento de los No Alineados en un refugio de autócratas ha sido fruto del secuestro de la organización por una alianza de gobiernos de Oriente Medio y América Latina unidos por una agenda política radical. Entre los primeros, está Irán y Siria. Entre los segundos, se cuenta Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Se trata de una coalición cuyos máximos artífices han sido el jefe del Estado iraní, Mahmoud Ahmadinejad, y su homólogo venezolano, Hugo Chávez.

 

De este modo, no es casual que la presidencia iraní de los NOAL esté previsto que se extienda desde la cumbre de Teherán hasta el 2015 para luego pasar a manos de Venezuela los siguientes tres años. De igual forma, dentro de este marco, resulta más fácil de entender que las vicepresidencias latinoamericanas durante la reunión del Buro de Coordinación de los No Alineados celebrada el pasado mayo en Sharm El Sheikh (Egipto) para preparar la cumbre de Teherán fueran ocupadas por Cuba, Nicaragua, Ecuador y Venezuela, todos ellos miembros del ALBA.

 

Lo cierto es que esta alianza entre gobiernos revolucionarios de Oriente Medio y América Latina se hace más lógica si se tienen en cuenta que ambos bloques coinciden en la necesidad de revisar puntos claves del orden internacional. De hecho, todos son profundamente anti-estadounidenses y quieren una reducción de la influencia de Washington en sus respectivas regiones. Además, desde Teherán hasta La Paz, comparten una visión absoluta de la soberanía y consideran que nadie –incluido la ONU – tiene derecho a inmiscuirse en sus asuntos internos, sean estos restringir la libertad de expresión como en Ecuador o aplastar militarmente a la oposición como en Siria.

 

Por otra parte, están unidos por su desprecio hacia la democracia liberal y la economía de mercado que aspiran a reemplazar por un menú de opciones que incluye desde la teocracia hasta formas de estatismo trasnochado como el Socialismo del Siglo XXI. Finalmente, comparten el interés en alterar el reparto del poder internacional para lo cual apuestan por acrecentar sus capacidades militares, incluyendo el desarrollo de armas nucleares.

 

La cooperación entre esta coalición de regímenes revolucionarios ha empezado a pasar de la pura retórica a los hechos de trascendencia estratégica. Con plena ignorancia de las sanciones decretadas por la ONU contra la República Islámica, Teherán y Caracas están desarrollando un amplio programa de colaboración militar en áreas sensibles como los aviones no tripulados y la tecnología de misiles de largo alcance. De igual forma, el aislado régimen de Damasco ha podido confiar en el gasoil suministrado por sus aliados venezolanos para mover el armamento pesado con que está masacrando a su propia población.

 

Finalmente, los países del ALBA unidos a sus socios de Oriente Medio prometen convertir la próxima cumbre de los No Alineados en una palanca para hacer saltar el régimen de sanciones con que la comunidad internacional ha querido forzar a Irán a abandonar su programa nuclear ilegal. La estratagema es fácil de entender: ¿cómo podrán exigir las Naciones Unidas el cumplimiento de las medidas contra Teherán después de que un buen número de sus miembros hayan visitado a los Ayatollahs con motivo de la cumbre de los NOAL?

 

Así las cosas, no es de extrañar que los países del ALBA vayan a enviar a la capital iraní a representantes de primer nivel. De hecho, el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, y el ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Nicolas Maduro, ya han confirmado su asistencia. Probablemente, Ecuador, Bolivia y Cuba también enviarán a altos representantes políticos para la ocasión. La cuestión es si ciertos miembros de los NOAL acudirán a la convocatoria. De momento, países con serios contenciosos con la República Islámica como las monarquías árabes del Golfo parecen decididos a no asistir.

 

Pero además, los gobiernos latinoamericanos que forman parte del movimiento como Perú o Colombia y aquellos que participan en calidad de observadores como Brasil, México o Argentina deberían pensar en abstenerse de acudir a Teherán. Una decisión de este tipo podría amargarles la cumbre a los Ayatollahs y evitar que el Movimiento se convierta en una marioneta al servicio de Ahmadinejad y Chávez. De lo contrario, los No Alineados corren el riesgo de convertirse en un club muy poco distinguido.