El revulsivo contra la pasividad o indefensión inducida
Por: Jesús Antonio Petit da Costa
Con la renuncia a todas las demás formas de lucha distintas a la electoral, en la cual la derrota es segura por el ventajismo y el fraude, los colaboracionistas habían inducido en el pueblo el síndrome de indefensión, contra el cual los jóvenes con su rebeldía han comenzado a aplicar el revulsivo, cuyos efectos veremos pronto.
En las películas sobre el holocausto hemos visto cómo los judíos aceptaron pasivamente su suerte, yendo en largas filas hacia los trenes de la muerte que los llevaban a los campos de exterminio. Fueron seis millones de judíos resignados y sumisos, sin un gesto de rebeldía.
¿Porqué no se rebelaron? Porque, según los que han estudiado el caso, padecían el síndrome de indefensión aprendida o inducida. ¿En qué consiste este síndrome? Es una condición psicológica en la que el sujeto aprende a creer que está indefenso ante quien lo domina y castiga y que cualquier cosa que haga será inútil. Víctima de un proceso sistemático de violencia, permanece pasivo incluso cuando dispone de una posibilidad real de cambiar la situación. No se rebela, sino se adapta y acepta su suerte. Piensa que nada puede hacer frente a su poderoso agresor y, por lo tanto, no lo intenta siquiera. La pasividad es su respuesta a todo estímulo.
¿Cómo todo un pueblo adquiere este síndrome? Lo inducen las tiranías, con la violencia física y verbal contra los opositores. No tendrían éxito, sin embargo, sin la ayuda de los “colaboracionistas”. Los nazis los consiguieron en miembros prominentes de la comunidad judía con los que constituyeron los “judenrät” o consejos de los ghettos, que les sirvieron para asegurarse la pasividad de los judíos. Los historiadores del holocausto coinciden en resaltar la habilidad de los nazis al encomendar a judíos la tarea de conducir a su pueblo al exterminio, sin cuya colaboración habría resultado muy difícil, tal vez imposible, ejecutar la “solución final”, denominación oficial de aquel genocidio.
En Venezuela tenemos el equivalente del “judenrat”. Se llama MUD. Ha colaborado eficazmente para que el pueblo venezolano sufra del síndrome de indefensión aprendida. Sus miembros han sido reclutados entre quienes tienen estas señas de identidad: Condenan la rebelión cívico-militar de 2002 que derrocó al difunto, la cual consideran un error que no debe repetirse. Condenan la abstención masiva de 2005, rebelión contra el sistema electoral fraudulento, diciendo que fue otro gravísimo error. Sostienen que hay que votar siempre, no importa el ventajismo y el fraude. Nada de poner condiciones porque espanta a los electores. Nada de hablar de fraude. Está prohibido. Siembran el miedo para que la gente no salga a protestar a la calle. Nos pueden matar, dicen. Consideran una grosería exigir el acta de defunción del difunto para saber cuándo, donde y de qué murió. Se oponen a exigir la partida de nacimiento del ilegítimo por irrelevante. No hablan contra Cuba ni plantean la liberación nacional. No aceptan que a ese señor se le llame ilegítimo y títere. Ni que estamos bajo una tiranía, sólo un déficit de democracia. Ni que ellos son comunistas, apenas autoritarios. Y, sobre todo, Dios nos libre de insinuar siquiera la intervención de los militares demócratas que aún queden para quitarnos de encima a los comunistas que están mandando. Ni pensarlo. Nada de atajos, derechitos como muchachitos buenos. Y si te dan palo, no reacciones con violencia, pide diálogo. Clama por diálogo con el verdugo.
Todo le había salido muy bien al “judenrät” colaboracionista de aquí, hasta que el pasado 12 de febrero tres disidentes gritaron: “calle, calle y más calle” y enseguida la juventud la tomó, irrumpiendo así en la escena política la resistencia activa contra Cuba y sus títeres. No se convirtió de inmediato en rebelión popular a causa del síndrome de indefensión inducida que padece la mayoría.
Con su rebeldía los jóvenes iniciaron la campaña de aplicación masiva del revulsivo. Sus efectos se verán muy pronto. Es lo que enseña la historia.
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