Irán, Chávez, Cristina y Nisman
Por Alfredo Leuco - Periodista. Gentileza Radio Mitre.
Fuente: Los Andes
La telaraña que relaciona la muerte del fiscal busca evitar que se ponga la luz sobre las relaciones carnales y de complicidad entre el Irán de Ahmadinejad, la Venezuela de Chávez y la Argentina de los Kirchner.
Los caprichos del calendario son como señales del destino. El miércoles se cumplieron dos meses de la muerte inexplicable del fiscal Alberto Nisman. Un balazo en su cabeza no le permitió presentar ante el Congreso una gravísima acusación contra la presidenta Cristina, su canciller y otro grupo de cómplices del Gobierno por encubrimiento de los terroristas de Estado que volaron la AMIA y asesinaron a 85 personas.
Del magnicidio de proporciones, de Nisman, en un departamento cerrado, cada día se sabe menos.
El martes se cumplieron 23 años del atentado a la Embajada de Israel. Fue reducida a cenizas en Arroyo y Suipacha y se asesinó a 29 personas en un instante. El tiempo que uno tarda en pestañear les alcanzó a los criminales de lesa humanidad para terminar con la vida de 29 personas. La pentrita y el TNT hicieron estallar la vieja casona por los aires.
¿Quien se atribuye el poder sobrenatural de decidir quiénes deben morir y quiénes no? ¿Quiénes son los fanáticos terroristas que arrancaron para siempre la respiración de 7 viejitas que sobrevivían sus últimos días en el hogar que estaba al lado de la parroquia, al frente de la embajada? ¿Eran conscientes de que había 200 chicos en la escuela? ¿Supieron qué mataron al cura párroco? ¿Tendrán conciencia o el odio les clausura la sensibilidad eternamente y los convierte en robots, talibanes y blindados?
Hace 23 años que Buenos Aires se transformó en Manhattan o en Kabul o en Atocha o en Beirut. El corazón de esta ciudad desarmada y con la guardia baja fue apuñalado por la espalda. Fue el anuncio brutal de todo el terror que se venía en una Argentina que ya no sería la misma. Porque dos años después la tragedia se multiplicó en la AMIA. Otro anuncio: el olvido es el primer paso hacia la impunidad y la impunidad es una tragedia que vuelve.
La semana pasada, la prestigiosa revista brasileña “Veja” publicó una nota que respalda con testimonios muy importantes gran parte de la hipótesis del fiscal Alberto Nisman y de las relaciones carnales y de complicidad entre el Irán de Ahmadinejad, la Venezuela de Chávez y la Argentina de los Kirchner.
Un militar y ex ministro de Chávez hoy exiliado en Miami, estuvo presente en la charla que mantuvieron el negador del holocausto, de Teherán, y el líder bolivariano hoy fallecido. Chávez le decía a todo “sí compañero”, como si se tratara de un subordinado. Y Mahmoud Ahmadinejad le pedía que convenciera a la Argentina para que le transmitiera tecnología nuclear imprescindible para culminar su plan de enriquecer uranio y lograr la bomba atómica y para que los Kirchner dejaran de perseguir a sus funcionarios mediante las alertas rojas de Interpol.
En una parte brutal del diálogo, el iraní le dice al venezolano: “No te preocupes por los costos de esa operación. Disponemos de todo el dinero necesario para convencer a los argentinos”. El comandante Chávez respondió que él se encargaría personalmente de las gestiones, cuando su compañero le dijo: “Es una cuestión de vida o muerte”.
En esa época, los vuelos entre Caracas y Teherán eran frecuentes. Se los llamaba “aeroterror” y cambiaban cocaína para Hezbollah por el traslado de terroristas con pasaporte venezolano. Dicen que hasta el mismísimo Moshen Rabbani, acusado de ser el jefe del atentado a la AMIA, utilizó esa documentación falsa. Un gesto de hermandad antiimperialista. Es el mismo Rabbani que aparece hablando con Yussuf Khalil en las escuchas y que, según él mismo reconoció, envía dinero a la Argentina.
Eran los tiempos en que Venezuela y Argentina hacían transas económicas oscuras, difíciles de explicar sin encontrar delitos. Caracas puso 7.800 millones de dólares en títulos de la deuda externa y a eso le llamaron “solidaridad bolivariana de la Patria Grande”. Se concretaron negociados corruptos de todo tipo que manejaron los hombres de mayor confianza de los Kirchner y de Chávez. Julio de Vido, por ejemplo.
O Claudio Uberti, que desapareció de la faz de la tierra después del ingreso de la valija de Antonini Wilson con 800 mil dólares para la campaña de Cristina. Los ex funcionarios de Chávez revelaron que hasta la ex ministra y embajadora Nilda Garré tuvo que ver en eso y en otras actividades más privadas de las que me voy a privar de hablar. Eran tiempos en que Chávez ejercía sobre Cristina una suerte de seducción ideológica que en algún momento reemplazó la conducción estratégica de Néstor Kirchner.
Esto no explica todo pero explica mucho. Es el verdadero motivo del viraje de 180 grados que Cristina hizo al firmar el pacto tenebroso y secreto con Irán. Hay una montaña de billetes verdes manchados de sangre para explicar el volantazo ideológico que dio en sus alianzas internacionales.
Ahora los nuevos amigos del gobierno son Venezuela, Irán, Rusia y China, todos países con potencia económica pero flojos de papeles democráticos y violadores de los derechos humanos. Por eso Cristina estuvo a punto de suscribir el argumento más antisemita que se fabricó respecto del estallido de la embajada. Dijo que Israel no se preocupaba por el tema y casi, casi, dijo que se trató de un autoatentado.
Un periodista le preguntó al escurridizo Aníbal Fernández sobre la nota de Veja y contestó que no tenía tiempo de opinar sobre “estupideces”. Esas estupideces, como bien dijo por estos días el ex canciller Dante Caputo, fortalecen la hipótesis de Nisman, la apelación del fiscal Pollicita que tiene que estar rigurosamente custodiado y condiciona al fiscal Germán Moldes, para el que también se pide protección, ante otro posible magnicidio de proporciones.
Estas “estupideces” dejan muy expuesto en su fragilidad de argumentos al juez Daniel Rafecas, que no quiso, no pudo o no supo ver nada importante en todo esto. Tardó 13 días y cinco minutos en resolverlo. Y cometió errores formales imperdonables para un juez que debería leer 20 veces sus escritos en medio de varios elogios al coraje de Cristina y la coherencia del canciller Timerman.
La historia dice que la luz inevitablemente triunfará sobre las tinieblas. Igual que hace 2.000 años cuando fue destruido el templo de Jerusalén y quedó intacto el candelabro de siete brazos. Igual que hace 23 años cuando se arrodillaron las paredes de la embajada pero quedó intacta la gigantesca araña que iluminaba el salón principal. Milagros de la luz en su doble condición de dar vida, dar a luz y de encontrar la verdad, echar luz, iluminar algo, descubrir.
La esperanza de justicia es lo último que se pierde. Mientras tanto las lágrimas del dolor se empecinan en tatuarse en nuestros brazos como los crueles números del holocausto.
Etiquetas: nuclear
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