A 30 años del atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires
Fue el pimer atentado del islam fundamentalista en el hemisferio occidental, casi una década antes de que terroristas de Al Qaeda golpearan a Estados Unidos en los trágicamente ataques del 11-S. Fue cometido por Hezbolá, actor libanés subestatal clandestino al servicio de la Repúblicaa Islámica de Irán.
Julián Schvindlerman*
Fuente: Perfil
El 17 de marzo de 1992 a las 14:45h, un coche bomba estalló frente al edificio de la embajada del Estado de Israel en la Argentina. Veintinueve personas murieron y 242 resultaron heridas en el primer atentado del islam fundamentalista en el hemisferio occidental, casi una década antes de que terroristas de Al-Qaeda golpearan a Estados Unidos en los trágicamente icónicos ataques del 11-S. Así, Hezbolá -el actor subestatal clandestino al servicio de la República Islámica de Irán- realizaba su primer ataque mortífero en una región en la que llevaba ya casi una década construyendo una presencia. Cuando, dos años después, golpeara nuevamente en la Argentina, con el atentado contra la AMIA, se potenció el foco de atención de las agencias de inteligencia, autoridades oficiales, periodistas y expertos sobre este movimiento político-terrorista cuyo nombre se traduce como el “Partido de Dios”.
Llegada. El ingreso de esta agrupación radical chiíta a Latinoamérica se remonta a la década del ochenta del siglo pasado. De hecho, apenas un año después de su establecimiento en el Líbano, en 1982, comenzó a enviar militantes aquí. Una monografía de Adam Garret Santiago de la Universidad de Harvard (“Un examen de la naturaleza de la presencia evolutiva de Hezbolá en América Latina”, 2017) definió las tres etapas que atravesó Hezbolá en América Latina. La primera fase estuvo orientada a evangelizar y reclutar adeptos con el fin de crear bases, valiéndose de las varias comunidades chiítas, particularmente libanesas, en la región. Durante los años noventa se inició la segunda etapa de Hezbolá cuando llevó a cabo los atentados contra objetivos israelíes y judíos en la Argentina, que por extensión significaron una violación de la soberanía nacional y una agresión contra todos los argentinos. (Otro atentado atribuido a Hezbolá ocurrió al día siguiente del de AMIA, cuando un vuelo de cabotaje de Alas Chiricanas en Panamá explotó en el aire ocasionando la muerte a todos los pasajeros y la tripulación, 21 personas en total). En este período, Hezbola también incurrió en negocios ilícitos y actividades criminales varias para financiar sus operaciones internacionales. La tercera fase quedó marcada por la era post-11-S, donde la agrupación se vio fuertemente observada por los gobiernos del hemisferio y muy especialmente por el de Estados Unidos. Esta etapa presenció una importante expansión de Hezbolá por casi todo el continente, alentada por la creciente penetración diplomática, cultural y económica iraní.
Penetración. Un paper del American Enterprise Institute (“Enfrentando la amenaza Irán-Hezbolá en el hemisferio occidental”, 2017) señaló que Hezbolá se valía de estos elementos para accionar: redes de apoyo entre clanes, familias y empresas con décadas de experiencia en el lavado de dinero; acceso a personas influyentes por medio de afinidad ideológica o interés económico; respaldo del gobierno de Irán e instituciones patrocinadas por Teherán; fronteras porosas y deficientemente vigiladas; y administraciones públicas corruptas. Tras el establecimiento inicial de posiciones en la Triple Frontera común a Argentina, Brasil y Paraguay, expandió su presencia a Uruguay, Chile, Perú, México, Colombia, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Panamá. Hezbolá coordinó sus actividades con emisarios iraníes, entre quienes se destacan Hojjar al-Eslam Mohsen Rabbani en la Argentina a partir de 1983, Mohamed Taghi Tabatabaei Einaki en Brasil desde 1984, y José Salman al Reda en Colombia desde 1987. Jeffrey Goldberg reportó en un artículo en The New Yorker (“En el Partido de Dios: Hezbolá establece operaciones en América del Sur y Estados Unidos”, 28/10/2002) que el entonces líder espiritual y político de Hezbolá, Sayyid Muhammad Hussayn Fadlallah, viajó a Ciudad del Este en 1994 para bendecir una mezquita. (No fue el único extremista peligroso en visitar estos pagos. En 1995 viajaron a la Triple Frontera Osama ben-Laden y Khalid Sheik Moahmmed, los ideólogos de los atentados del 11-S. Su anfitrión fue el clérigo sunita fundamentalista Khaled Taki Eldyn, secretario general del Consejo de Líderes de las Sociedades y Asuntos Islámicos de Brasil).
Ingresos. América Latina se convirtió en fuente de ingresos y base de operaciones para Hezbolá. Un estudio del 2004 del Naval War College de EE.UU. afirmó que “Hezbolá, cuyo presupuesto operativo anual ronda los cien millones de dólares, obtiene aproximadamente una décima parte del mismo en Paraguay”. En 2009, un estudio de la Rand Corporation aseguró que Hezbolá recaudaba veinte millones de dólares desde la Triple Frontera. En 2011, el experto Ilan Berman en testimonio ante el Congreso de Estados Unidos confirmó el guarismo: “Hezbolá acumuladoramente genera unos 20 millones de dólares anuales de la región de la Triple Frontera solamente”. Si se ampliaban las áreas de recaudación para incluir a Iquique (Chile), Colon (Panamá), Macao (Colombia) y la isla Margarita (Venezuela), el War Naval College estimó que grupos islamistas varios generaban entre 300-500 millones de dólares al año en estas zonas.
A lo largo de los años se fue revelando la magnitud de las operaciones financieras ilegales de Hezbolá y sus allegados, conforme han documentado Adam Garret Santiago y otros. En 2004, el Departamento del Tesoro de EE.UU. marcaba como “terrorista global especialmente designado” al operador de Hezbolá en la Triple Frontera Assad Ahmad Barakat y advertía que el clan que él lideraba “usó todo crimen financiero en el manual para generar fondos para Hezbolá”. En 2005, autoridades de Ecuador expusieron una red de tráfico de drogas dirigida por los dueños del restaurante “El turco” donde Hezbolá recaudaba “al menos el 70% del dinero de la droga”. En octubre de 2008 Los Angeles Times informó que agentes colombianos y estadounidenses desmantelaron una red de contrabando y lavado de dinero dirigida por Cherky Harb que “lavó cientos de millones de dólares al año, desde Panamá hasta Hong Kong, mientras le pagó un porcentaje a Hezbolá”. En 2010 fue atrapado en Colombia Walid Makled, un traficante de drogas venezolano de origen sirio que operaba para Hezbolá y FARC. Un comunicado del 2016 de la Drug Enforcement Agency de EE.UU. (DEA) indicó que la agrupación chiíta había “establecido relaciones comerciales con carteles de la droga sudamericanos… responsables de proveer grandes cantidades de cocaína a los mercados de la droga europeo y estadounidense”. En junio de 2020, Alex Saab, un colombiano de ascendencia libanesa, lavador de dinero de Hezbolá y testaferro del régimen de Nicolás Maduro, fue apresado durante una escala en cabo Verde cuando viajaba en un avión privado de matrícula venezolana de Caracas a Teherán.
Terrorismo. A esto hay que agregar desarrollos vinculados al terrorismo per se según detallaron Roger Noriega y José Cárdenas en un ensayo del American Enterprise Institute (“La creciente amenaza de Hezbolá en América Latina”, 2011) y Gabriel Andrade en un artículo en The Middle East Quarterly (“Los avances de Irán en América Latina”, 2020). En 2005 se declaró culpable de asistir a Hezbolá Mahmoud Youssef Kourani, quien intentó recaudar fondos entre los miembros de la comunidad musulmana de Michigan. Su hermano era entonces el jefe de operaciones de Hezbolá en el sur del Líbano. En 2007, visitó Teherán Abdul Kadir, quien luego fue arrestado por intentar realizar un atentado en el aeropuerto neoyorquino JFK. En 2010, las autoridades mexicanas arrestaron a Jameel Nasr, acusado de montar una célula de Hezbolá en Tijuana. Ese mismo año, se reportó que Hezbolá capacitaba militantes en la isla Margarita de Venezuela. En 2011, Corriere Della Sera informó que Hezbolá había establecido una célula en Cuba. También en 2011 se desbarató un plan iraní para matar al embajador saudita en Washington, DC, por medio de un asesino del cartel mexicano de Los Zetas (en realidad era un agente encubierto de la DEA). Además, en 2014, fue arrestado en Perú el operador de Hezbolá Mohammed Hamdar bajo cargos de conspirar para cometer actos de terror. Aunque estos hechos remiten al pasado reciente, dan cuenta del nivel de infiltración islamista que experimentó el continente.
Amparo. Hezbolá ha operado en América Latina bajo el amparo de la República Islámica de Irán, que mantiene lazos diplomáticos formales con los países de la región. A partir de mediados de la primera década del siglo XXI, Teherán logró forjar vínculos profundos con los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) integrada por la Venezuela de Hugo Chávez, la Cuba de los hermanos Castro, la Nicaragua de Daniel Ortega y la Bolivia de Evo Morales y que tuvo a Irán con estatus de observador. Posteriormente, el Brasil de Lula da Silva coqueteó con el régimen ayatolá, en tanto que la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner negoció con Teherán un memorando de entendimiento que fue ampliamente considerado como un esfuerzo en librar de toda culpa a los perpetradores de la peor masacre terrorista en la historia nacional. Escribió el especialista Emmanuele Ottolenghi en la revista Tablet (“Soleimani U”, Feb. 2022):
“Lo que comenzó a principios de la década de 1980 como un esfuerzo sutil para propagar la cosmovisión del Irán revolucionario a través de mezquitas y centros culturales es cada vez más ruidoso y visible, gracias a las alianzas transnacionales de Irán con movimientos y regímenes de extrema izquierda en América Latina [...] Compañeros de viaje revolucionarios de la Cuba comunista a los regímenes castro-chavistas en Bolivia, Nicaragua y Venezuela le han dado a Irán mayor acceso, libertad de acción y recursos para consolidar su alcance y aprovechar el sentimiento local antiestadounidense para servir a sus propios intereses”.
Un ejemplo colorido de esta cooperación puede verse en la creación de la “Cátedra Libre Qassem Soleimani” en la Universidad Bolivariana de Venezuela, inaugurada en noviembre de 2020. Se recordará: Soleimani fue ultimado por Washington en enero de aquel año en Bagdad. Era el comandante de la Fuerza Al-Quds de la Guardias Revolucionarias Iraníes, responsable de las operaciones militares globales del régimen iraní.
Todo esto lo sabemos de fuentes públicas: reportes de prensa, monografías académicas, comunicados oficiales de los gobiernos, entrevistas de especialistas y funcionarios. Asusta imaginar qué panorama sombrío yace oculto en la información confidencial de las agencias de inteligencia que monitorean los movimientos de Irán y Hezbolá en América Latina. A treinta años del primer golpe letal asestado por estos actores violentos en nuestro país, vale la pena interrogarse al respecto.
*Profesor titular en la carrera de relaciones internacionales en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Palermo.
Etiquetas: Ataque del 11 de Septiembre, Estado de Israel, Hezbollah, Isla de Margarita
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