La revolución corroída
Por: Carlos R. Alvarado Grimán
Nuevo Herald
La corrupción corroe las entrañas de la revolución. El presidente Chávez la condena, pero no la combate. Funcionarios, parientes y allegados han devenido financistas, banqueros, industriales, hacendados y propietarios de caballos pura sangre. Todo bajo la mirada indiferente o concertada de la Contraloría, la Fiscalía, los tribunales y la Asamblea Nacional.
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La permisividad con la corrupción tendría su ''justificación'' en la necesidad de construir una nueva oligarquía revolucionaria que sustente el nuevo modelo político y competir con la oligarquía tradicional.
La permisividad con la corrupción tendría su ''justificación'' en la necesidad de construir una nueva oligarquía revolucionaria que sustente el nuevo modelo político y competir con la oligarquía tradicional.
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La corrupción es un mal que sólo una sólida convicción moral e ideológica son capaces de apaciguar. El país tiene que decretarle la muerte al Estado corrupto, para darle vida al nuevo Estado bolivariano, revolucionario y socialista.
La corrupción es un mal que sólo una sólida convicción moral e ideológica son capaces de apaciguar. El país tiene que decretarle la muerte al Estado corrupto, para darle vida al nuevo Estado bolivariano, revolucionario y socialista.
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