Uno de vikingos
Por: Alberto Barrera Tyszka
Diario El Nacional
.
Hubo un tiempo en que estuvieron de moda. A dónde uno llegara, había un chiste de vikingos. Se reproducían sin ninguna protección y a alta velocidad. Todos tenían la misma estructura y producían el humor a partir de la supuesta existencia de dos únicas posibilidades. Los chistes de vikingos siempre empezaban igual: el jefe, el Erik el Rojo del cuento, aparecía de pronto ante los remeros sometidos y decía "tengo una noticia mala y una noticia buena, ¿cuál quieren escuchar primero?". Eso era todo lo que había en la vida. Eso era lo único que podían decidir. El orden de las noticias.
.
No hay nada como un ejemplo. Mi adolescencia recuerda un clásico en la antología de estos chistes. "La buena noticia –decía el jefe vikingo, con rara sonrisa y rascándose la barriga– es que hoy por fin se van a poder cambiar los calzoncillos". Los remeros aplaudían y gritaban, jubilosos.
.
Daban saltos de alegría, se abrazaban. Después de semanas en medio del océano, remando, era de suponer que un muda de ropa interior podía ser algo parecido a la felicidad. "La mala noticia –añadía de inmediato el jefe vikingo– es que se los van a tener que cambiar entre ustedes mismos, unos con otros".
.
Siempre eran más o menos así. El escenario siempre era el mismo, la situación dramática de base jamás variaba: un barco que de alguna manera era una cárcel, del cual no se podía escapar, cuya única fuga probable parecía ser un mar sin horizonte; un barco donde tampoco existía la posibilidad de negociar, de organizarse de otra manera. El jefe vikingo ordenaba y todos los demás tenían que remar.
.
Siempre, también, había una noticia buena, que apelaba a la ilusión, al sueño de cambiar con ese régimen de trabajo y de vida, y una noticia mala que solía ser un gran sarcasmo, una gran lección para alimentar la desesperanza.
.
Voy a soltar rápido la frase, como quien no quiere recalcar lo obvio, como quien escribe por descuido: así estamos. Somos un chiste de vikingos. El país va remando hacia una dirección que desconoce, sin saber realmente si avanza o retrocede, cuándo da un mal paso sobre el agua, cuándo realmente se desliza con la corriente a favor.
.
Nadie tiene un mapa claro. Sospecho que ni siquiera el capitán. Los remeros están obligados a permanecer así, cada quien amarrado a su puesto, empuñando su larga paleta de madera, hundiéndola entre las olas, según sea el ritmo que le impongan. De vez en cuando, algunos jefes pasean por el drakkar y dicen cosas en voz alta. Dibujan y borran promesas sobre el aire salado. Una noticia buena, una noticia mala. No hay derecho a réplica.
.
Hace unas mañanas, Adán Chávez aseguró que la reforma educativa no era un plan de adoctrinamiento ideológico. Pero unos días después el mismo Ministro volvió a aparecer ante nosotros, hablando de un plan formativo de brigadas, invocando la urgente necesidad de destruir los antivalores del capitalismo. Esta dinámica es ya una institución. El gobierno ha hecho del hablar de atrás para adelante un método. Aunque parezca raro, Cantinflas también fue bolivariano.
.
Hoy el Presidente se muestra como un venadito que sólo menciona el amor y convoca a la gran reconciliación nacional, pero mañana puede rugir ante las cámaras y exigirles a los nuevos jóvenes educadores lanzar una feroz ofensiva en contra de los opinadores que critican al proyecto, cagarrutas oligarcas, lacayos del imperio. Decir y desdecir es ya un gran procedimiento oficial.
.
Y la consecuencia más palpable de todo esto parece ser el contundente nivel de inmunidad que hemos alcanzado. Ya no nos importa lo que digan. Seguimos remando, sin remedio. Cuando Jesse Chacón se para sobre cubierta y anuncia que la no renovación de la consesión a RCTV y la implementación de un nuevo canal de servicio público es un mandato constitucional, no pasa nada, ya no pasa nada. Unos meses atrás, quizás se hubiera producido una indignación colectiva, algún pataleo. O quizás, tan siquiera, todos nos hubiéramos mirado de reojo y hubiéramos soltado una gran carcajada. Ya no. Ahora somos invulnerables.
.
Oímos. Como si el discurso oficial fuera parte de una marea lejana, incomprensible. Navegamos sobre la lógica de la noticia buena y de la noticia mala. La buena es que hay libertad de expresión, puedes decir lo que quieras. La mala es que si me da la gana te multo. Mucho cuidado con lo que escribes. La buena es que puedes trabajar, te doy permiso. La mala es que tienes que producir y cobrar lo que yo digo.
.
Si no, te quito la empresa y te nacionalizo. La buena es que esto sigue siendo una democracia. La mala es que no hay separación de poderes, que no hay instituciones independientes, que todo lo público se está privatizando a favor del Presidente.. La buena es que nunca llegamos al final, que todavía no somos un régimen totalitario. La mala es que todo siempre sigue siendo un por ahora. Cuéntame uno de vikingos. Tengo dos noticias malas: ¿cuál quieres escuchar primero?
Por: Alberto Barrera Tyszka
Diario El Nacional
.
Hubo un tiempo en que estuvieron de moda. A dónde uno llegara, había un chiste de vikingos. Se reproducían sin ninguna protección y a alta velocidad. Todos tenían la misma estructura y producían el humor a partir de la supuesta existencia de dos únicas posibilidades. Los chistes de vikingos siempre empezaban igual: el jefe, el Erik el Rojo del cuento, aparecía de pronto ante los remeros sometidos y decía "tengo una noticia mala y una noticia buena, ¿cuál quieren escuchar primero?". Eso era todo lo que había en la vida. Eso era lo único que podían decidir. El orden de las noticias.
.
No hay nada como un ejemplo. Mi adolescencia recuerda un clásico en la antología de estos chistes. "La buena noticia –decía el jefe vikingo, con rara sonrisa y rascándose la barriga– es que hoy por fin se van a poder cambiar los calzoncillos". Los remeros aplaudían y gritaban, jubilosos.
.
Daban saltos de alegría, se abrazaban. Después de semanas en medio del océano, remando, era de suponer que un muda de ropa interior podía ser algo parecido a la felicidad. "La mala noticia –añadía de inmediato el jefe vikingo– es que se los van a tener que cambiar entre ustedes mismos, unos con otros".
.
Siempre eran más o menos así. El escenario siempre era el mismo, la situación dramática de base jamás variaba: un barco que de alguna manera era una cárcel, del cual no se podía escapar, cuya única fuga probable parecía ser un mar sin horizonte; un barco donde tampoco existía la posibilidad de negociar, de organizarse de otra manera. El jefe vikingo ordenaba y todos los demás tenían que remar.
.
Siempre, también, había una noticia buena, que apelaba a la ilusión, al sueño de cambiar con ese régimen de trabajo y de vida, y una noticia mala que solía ser un gran sarcasmo, una gran lección para alimentar la desesperanza.
.
Voy a soltar rápido la frase, como quien no quiere recalcar lo obvio, como quien escribe por descuido: así estamos. Somos un chiste de vikingos. El país va remando hacia una dirección que desconoce, sin saber realmente si avanza o retrocede, cuándo da un mal paso sobre el agua, cuándo realmente se desliza con la corriente a favor.
.
Nadie tiene un mapa claro. Sospecho que ni siquiera el capitán. Los remeros están obligados a permanecer así, cada quien amarrado a su puesto, empuñando su larga paleta de madera, hundiéndola entre las olas, según sea el ritmo que le impongan. De vez en cuando, algunos jefes pasean por el drakkar y dicen cosas en voz alta. Dibujan y borran promesas sobre el aire salado. Una noticia buena, una noticia mala. No hay derecho a réplica.
.
Hace unas mañanas, Adán Chávez aseguró que la reforma educativa no era un plan de adoctrinamiento ideológico. Pero unos días después el mismo Ministro volvió a aparecer ante nosotros, hablando de un plan formativo de brigadas, invocando la urgente necesidad de destruir los antivalores del capitalismo. Esta dinámica es ya una institución. El gobierno ha hecho del hablar de atrás para adelante un método. Aunque parezca raro, Cantinflas también fue bolivariano.
.
Hoy el Presidente se muestra como un venadito que sólo menciona el amor y convoca a la gran reconciliación nacional, pero mañana puede rugir ante las cámaras y exigirles a los nuevos jóvenes educadores lanzar una feroz ofensiva en contra de los opinadores que critican al proyecto, cagarrutas oligarcas, lacayos del imperio. Decir y desdecir es ya un gran procedimiento oficial.
.
Y la consecuencia más palpable de todo esto parece ser el contundente nivel de inmunidad que hemos alcanzado. Ya no nos importa lo que digan. Seguimos remando, sin remedio. Cuando Jesse Chacón se para sobre cubierta y anuncia que la no renovación de la consesión a RCTV y la implementación de un nuevo canal de servicio público es un mandato constitucional, no pasa nada, ya no pasa nada. Unos meses atrás, quizás se hubiera producido una indignación colectiva, algún pataleo. O quizás, tan siquiera, todos nos hubiéramos mirado de reojo y hubiéramos soltado una gran carcajada. Ya no. Ahora somos invulnerables.
.
Oímos. Como si el discurso oficial fuera parte de una marea lejana, incomprensible. Navegamos sobre la lógica de la noticia buena y de la noticia mala. La buena es que hay libertad de expresión, puedes decir lo que quieras. La mala es que si me da la gana te multo. Mucho cuidado con lo que escribes. La buena es que puedes trabajar, te doy permiso. La mala es que tienes que producir y cobrar lo que yo digo.
.
Si no, te quito la empresa y te nacionalizo. La buena es que esto sigue siendo una democracia. La mala es que no hay separación de poderes, que no hay instituciones independientes, que todo lo público se está privatizando a favor del Presidente.. La buena es que nunca llegamos al final, que todavía no somos un régimen totalitario. La mala es que todo siempre sigue siendo un por ahora. Cuéntame uno de vikingos. Tengo dos noticias malas: ¿cuál quieres escuchar primero?
1 Comments:
muy bueno. Excelente. La desidia es la pala con que cavamos la tumba.
Publicar un comentario
<< Home