El falso Suspenso
Por. Alberto Barrera Tyszka
Diario El Nacional - VL
No está de más, en estos días, volver a recordar este recurso del folletín. El libretista argentino Muñoz Rico era un maestro del falso suspenso. A las 6 de la tarde, cuando comenzaba a pesarnos la jornada y todavía teníamos que inventar un final para cerrar el capítulo del día, él siempre tenía una idea impactante, cualquier idea, pero siempre impactante. La telenovela y el pudor se odian a muerte.
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Un ejemplo: María Beatriz, la protagonista de turno, está escribiendo en su diario cuando, de pronto, a sus espaldas, se abre la puerta y aparece una mano enguantada, empuñando una pistola. Grandes acordes. Nos vemos mañana. Al día siguiente, Muñoz Rico resolvía la intriga de una manera tan eficaz como absurda: la mano enguantada que empuña la pistola se retrae despacio, curiosamente arrepentida. La puerta se cierra y María Beatriz, tan inocente, continua dejando su caligrafía palmer sobre el cuaderno.
La historia reciente de nuestro país es un exceso de falsos suspensos. Demasiadas veces hemos quedado, con la respiración suspendida y la adrenalina de pie, esperando una resolución dramática que nunca llega, que siempre nos deja bailando sobre puntos suspensivos. En ese proceso, más de una vez, un falso suspenso se ha transformado en una línea argumental, en una historia propia que sólo cuenta lo que nunca ocurre.
Con el fraude pasa eso. Desde aquella noche del 15 de agosto de 2004 hasta el día de hoy, la solución dramática del fraude se repite con idéntica vehemencia pero, también, con idénticos resultados: nunca nadie ha podido demostrar, de manera precisa y contundente, la existencia del saqueo electoral que se denuncia.
Todo parece indicar que, la noche del referéndum, hubo una dirigencia que optó por ser Muñoz Rico y salir a la calle a invocar el fraude. Con el tiempo, ese falso suspenso ha desarrollado su trama particular, tiene su audiencia y sus animadores.
Es un clima muy difícil de complejizar. No acepta matices. Va más allá de denunciar el ventajismo oficial o la parcialidad de las instituciones. El argumento del fraude ha creado sus propias referencias, su propia militancia. Piensan que la realidad es una mentira. Creen que el chavismo no existe, que es un artificio, un ejército de mutantes, una manada de extras mal pagados. Es probable que jamás los convenza ningún CNE, que nunca estén conformes con ninguna observación internacional. Lo que no le gusta es lo que se ve, lo que tienen delante, detrás, en todos lados. Suponen que es posible pasar el interruptor, apagar el país por un rato y, poco después, al apretar de nuevo el interruptor, encontrarse mágicamente con otra realidad, con una Venezuela donde nadie quiere a Chávez.
El falso suspenso se convirtió en una ceguera.
El magnicidio es también otro caso emblemático. Hubo una noche en que todos los venezolanos, atónitos, observamos al Presidente de la República en la televisión, contándonos cómo alguien había intentado asesinarlo. Hubo más detalles que sombras. Un terraplén en Catia La Mar, un arma de alto calibre, un mercenario medio chapucero que huyó dejando en el lugar una mochila y unos teléfonos celulares. Todavía recuerdo claramente Presidente asegurándonos que habían realizado una investigación telefónica, que tenía una lista bastante firme de probables implicados. La mostró en cámara ¿La leo o no la leo?, una picardía de ese estilo midió la tensión del momento. Final del capítulo.
Nos vemos mañana.
Pero a la mañana siguiente, la mano enguantada que empuñaba la lista se retrajo, curiosamente arrepentida. Nunca supimos nada más. Hay, también, en este caso, señales razonables de alerta, en cualquier escenario podría considerarse esta propuesta desquiciada como una variable. Sin embargo, todavía ahora, todavía esta semana, la invocación al magnicidio tiene más de efecto teatral que de investigación policial. No es algo aislado. Lo mismo ocurre en otros casos: ¿O es que el asesinato de Danilo Anderson no es la peor telenovela que se ha rodado en el país? ¿Qué ha sido Isaías Rodríguez? ¿Un fiscal o un libretista?.
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Sin darnos cuenta, quizás, nos vamos convirtiendo en una sociedad rimbombante, llena de efectos de sonidos, de declaraciones efervescentes, de denuncias estruendosas pero fugaces. Quizás ya pudiéramos organizar un museo de himnos inútiles, de palabras gastadas. En la sala B podrás ver "la década de plata" y "la década de oro". Al fondo, está la retrospectiva "Círculos Bolivarianos". No te la pierdas.
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Vuelve ahora a la primera página del periódico. Lee los titulares. Dime qué va a pasar en el próximo capítulo.
Etiquetas: caso Anderson
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